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pan y cine y el santo

El Secreto De Las Esmeraldas



Sebastián Almeida (dir), Rosa Morena, Julio Pérez Tabernero, Arturo Corream Enrique Portón
Una heredera madrileña, discretamente guapa, hereda de un tío colombiano. La espía en el aeropuerto un señor con una boca adicional junto al ojo izquierdo, pintada con rouge negro. Le roban el bolso y los tíos la llevan a Cartagena. Allá la reciben con música folclórica de la región. Se van a un villorrio, donde la esperan con música tradicional de la región. Allá la tratan de robar y se va a su nueva hacienda, navegando en barcaza por un río mirando pajarillos y vaquillas. Allá la esperan con música tradicional de la región. Allá, un ciego le dice que a su tío lo mataron unos malos. Aquí ocurre algo extraño: ella se va a una fonda y se desmaya. El fondero la lleva a la cama, ella le propone comer pan con mantequilla y trata de apuñalarlo. El fondero la mata. Hay sospechas. ¿Quién mató al tío? Se recupera muy rápido y los tíos la llevan al borde de un arrecife y ella canta, y las rocas, las plantas, los árboles y todo el paisaje se ponen a cantar con ella, imitando pianos, violines, trombas y arpas. Unos malos le pegan al tío y ella se arroja a la catarata: la quieren matar por la herencia de diamantes. Llega el novio y la salva, después de que ella se cae por una catarata. Aparece el novio madrileño y la salva. El malo se va a una mina, guiándose por un mapa secreto, y roba una bolsa con diamantes. Después el novio le pega al malo, varios puñetazos y patadas. Llega la policía y el malo, al huir, se arroja al suelo y desaparece. Todos se ponen contentos y cantan. Y los novios se besan finalmente en la boca y los malos miran de reojo, llenos de furia, fulgurando malévolos y sádicos. Thriller genial, tranquilo, lleno de folclore colombiano.
Pero en la película no se come lo que es nada. Se ve, o se bebe, vino tinto, anís, coñac, ron, naranjada y limonada. (Ciudadela 9, abril 1999, p. 10-11).

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