Los Días De Cabirio
Fernando Merino (dir), Alfredo Landa, Teresa Rabal, Lucía Calderón.
Comienza con dos señoras jugando a las cartas mientras un señor se monta en un árbol a comer membrillos. Aparece un botones y un fotógrafo; el último toma fotos de todo el mundo. Él, Alfredo Velázquez, el empleado de la oficina de cambios de un hotel y experto en la pronunciación de cifras, que trata de ahorrar dinero pa casase, envejece muy rápidamente y se muere de un ataque al corazón cuando se encuentra debajo de una señora desnuda. Acto seguido, otra señora le regala un chihuahua y una rubia le persigue alrededor de una cama. Un malvado amigo le propone ganarse la vida como gigoló, a pesar de la escualidez de sus rodillas, y él se viste de doncella y se para debajo de un farol. Ahora bien, le roban la caja del hotel y vuelve a morirse de desesperación. Después se va en avión y entra a una confitería, donde un señorón lo bautiza y le da el denigrante nombre de Perejil. Él, tonto, ni siquiera se enfada ni se enoja ni ná, tan curioso está de saber el por qué (igual que Proust, dicho sea de paso). El malvado capo de la mafia lo obliga a llamarle Tía. En fin, que al pobre Alfredo le persiguen por todo el mundo y él llama a la mami por teléfono. Entretenida, para mirar entre vaporosas nubes dos fumos malignos de porretones mexicanos.
Sobre todo, se bebe en esta película: champán, sidra El Gaitero, tila, naranjada y coca-cola, con bombones). (Ciudadela 10, mayo 1999, p. 10-11).
Comienza con dos señoras jugando a las cartas mientras un señor se monta en un árbol a comer membrillos. Aparece un botones y un fotógrafo; el último toma fotos de todo el mundo. Él, Alfredo Velázquez, el empleado de la oficina de cambios de un hotel y experto en la pronunciación de cifras, que trata de ahorrar dinero pa casase, envejece muy rápidamente y se muere de un ataque al corazón cuando se encuentra debajo de una señora desnuda. Acto seguido, otra señora le regala un chihuahua y una rubia le persigue alrededor de una cama. Un malvado amigo le propone ganarse la vida como gigoló, a pesar de la escualidez de sus rodillas, y él se viste de doncella y se para debajo de un farol. Ahora bien, le roban la caja del hotel y vuelve a morirse de desesperación. Después se va en avión y entra a una confitería, donde un señorón lo bautiza y le da el denigrante nombre de Perejil. Él, tonto, ni siquiera se enfada ni se enoja ni ná, tan curioso está de saber el por qué (igual que Proust, dicho sea de paso). El malvado capo de la mafia lo obliga a llamarle Tía. En fin, que al pobre Alfredo le persiguen por todo el mundo y él llama a la mami por teléfono. Entretenida, para mirar entre vaporosas nubes dos fumos malignos de porretones mexicanos.
Sobre todo, se bebe en esta película: champán, sidra El Gaitero, tila, naranjada y coca-cola, con bombones). (Ciudadela 10, mayo 1999, p. 10-11).
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