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Murió Nicholas Worth, un Malo


A los 69. Era a menudo el malo de películas B.
Nicholas Worth, 69, un imponente actor de carácter que representaba a menudo a los más siniestros canallas de películas B como ‘Psicópata sexual' [Don't Answer the Phone!] (1980), murió de insuficiencia cardíaca el lunes en el Hospital Valle Presbiteriano de Van Nuys, informó su amigo Jack Stern.
Worth debutó en ‘Qué diablos pasa aquí' [For Pete's Sake] (1966) y apareció en casi noventa películas y producciones de televisión. Participó en ‘La cosa del pantano' [Swamp Thing] (1982), ‘Agárralo como puedas' [The Naked Gun: From the Files of Police Squad!] (1988) y ‘Darkman' (1990). También retrató a un criminal en la película de la ABC, ‘La violación de Richard Beck' (1985).
Nació el 4 de septiembre de 1937 en St. Louis, Mississippi. Sus padres poseían una tienda de muebles. Worth decidió convertirse en actor a los ocho años.
Tras sacar su bachillerato en bellas artes en el Carnegie Institute of Technology, Worth sirvió tres años como paracaidista del ejército en Kentucky.
Después de terminar el servicio en 1965, se mudó a Los Angeles, estudió en la Pasadena Playhouse y actuó en producciones teatrales locales.

12 de mayo de 2007
©los angeles times
[viene de mQh
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Murió Curtis Harrington


[Dennis McLellan] A los ochenta. Cineasta experimental que se convirtió al horror.
Murió Curtis Harrington, antaño un director experimental reconocido en los años sesenta y setenta como maestro de lo macabro con películas como ‘¿Qué le pasa a Hellen?' [¿Qué la llevó a matar?] [What's the Matter With Helen?] e ‘Impulso criminal' [The Killing Kind]. Tenía ochenta años.
Harrington, que sufrió un derrame en 2005 del que se nunca se recuperó completamente, murió el domingo noche en su casa en Hollywood Hills, dijo su amigo el guionista Robert Mundy.
Conocido originalmente sus cortas películas experimentales en los años cuarenta y cincuenta, Harrington estaba trabajando como productor asociado de Jerry Wald en la 20th Century Fox cuando se tomó algún tiempo para dirigir su primer largometraje, ‘Night Tide', estrenado en 1961.
En lo que un reseñador del New York Times llamaría un "trabajo de una inquietante poesía", la cinta independiente de bajo presupuesto tenía como protagonista a Dennis Hopper, un marino que se enamoraba de una chica que trabajaba en un número de acuario haciendo de sirena. Pero, como decía el slogan publicitario de la película: "¿Era Humana? ¡Un sensual éxtasis se convierte en terrorífico horror!"
La película, que también escribió Harrington, fue el primer papel protagonista de Hopper.
"Le pedí a Dennis que lo hiciera porque él formaba parte del ambiente de vanguardia del sur de California, y me había dicho que admiraba mis películas cortas", dijo Harrington al Sarasota Herald-Tribune en 1998.
En marzo, Harrington y Hopper aparecieron en una proyección de ‘Night Tide' en la American Cinematheque, en el Teatro Egipcio de Hollywood.
"Para mí fue siempre un gran amigo", dijo Hopper sobre Harrington esta semana. Como director, "me permitía toda la libertad que quería; era muy atento. Me caía muy bien. Lo extrañaré".
Entre las películas de Harrington se encuentran ‘La muerte toca a la puerta' [Games] (1967), una película de suspense psicológico con Simone Signoret, James Caan y Katharine Ross; ‘¿Qué le pasa a Hellen?' (1971), una película de horror que protagonizaron Debbie Reynolds y Shelley Winters; ‘Impulso criminal' (1973), una exploración de la mente de un psicópata con Ann Sothern y John Savage; y ‘Ruby' (1977), una película de horror con Piper Laurie y Stuart Whitman.
Harrington, que dirigió episodios de ‘Los ángeles de Charlie' [Charlie's Angels], ‘Dinastía' [Dynasty] y otras series de televisión en los años setenta y ochenta, también dirigió películas de televisión, como ‘Abejas asesinas' [Killer Bees], ‘The Cat Creature' y ‘Los muertos no mueren jamás' [The Dead Don't Die].
Pero aunque la mayor parte de sus logros como director de cine fueron catalogados como películas de horror, "él transcendía el género", dijo el crítico de cine y antiguo escritor del Times, Kevin Thomas.
"Era un verdadero artista", dijo Thomas. "Sus películas tenían una dimensión psicológica y artística que no tienen las películas de horror corrientes. No estaba metido en el suspense y en el horror solamente para matar de susto a las audiencias; eran cosas que tenían que crecer naturalmente de las situaciones y los personajes".
El productor y guionista Dennis Bartok, ex director de programación de la American Cinematheque, dijo que "una de las cosas estupendas de Curtis era que sus películas formaban su propio género".
"Definitivamente tenían elementos de macabro, de horror y de sobrenatural", dijo Bartok. "Pero eran también muy singulares e individualistas, muy misteriosas y elegantes. Eran también muy experimentales: Podías trazar relaciones con todas las películas de vanguardia que había hecho en los años cuarenta y cincuenta".
"Si crees que el director es el autor de un trabajo, ciertamente las películas de Curtis serían un ejemplo por excelencia, porque siempre que miras una película de Curtis, sabes inmediatamente quién la dirigió. Realmente, su firma se puede ver en todas partes".
Aunque las fuentes bibliográficas dicen que Harrington nació el 17 de septiembre de 1928 en Los Angeles, Mundy dijo que Harrington le había contado que en realidad nació en 1926.
Harrington vivía en Beaumont, California, cuando empezó a hacer películas experimentales, cuando era adolescente. Más tarde asistió al Occidental College y la Universidad de California en Los Angeles y sacó su diploma de licenciado de la USC en 1947.
A principios de los años cincuenta, según Bartok, Harrington "realmente contribuyó a redescubrir a James Whale, el director de ‘Frankenstein' y ‘La novia de Frankenstein' [Bride of Frankenstein], en una época en que Whale había sido olvidado por todo el mundo".
Bartok dijo que Harrington "escribió uno de los primeros artículos académicos sobre Whale y se convirtió en su amigo y discípulo. También contribuyó a salvar una de las mejores películas de Whale, ‘El caserón de las sombras' [The Old Dark Home], antes de que se perdiera irremediablemente".
Cuando vivió en París durante un año a principio de los años cincuenta, Harrington escribió una monografía sobre el legendario director Josef von Sternberg, que fue publicado por el British Film Institute.
Conocido por tener lo que Bartok llamó "un malvado sentido del humor", Harrington organizaba a menudo fiestas en su mansión de estilo mediterráneo en Hollywood Hills. "Hizo una fiesta del Día de San Valentín que hizo historia", dijo Bartok.
En 2002, Harrington volvió a hacer películas experimentales con ‘El hundimiento de la casa Usher' [Usher], una película de 38 minutos basada en un cuento de Edgar Allen Poe. La película, en la que Harrington realizó los dos personajes protagonistas de hermana y hermano, ha sido proyectada en varios festivales de cine.
Según Mundy, "producir, dirigir, escribir y actuar en una película profundamente personal a los 75 es un acto heroico".

dennis.mclellan@latimes.com

©los angeles times
[viene de mQh ]

Murió Herman Stein


[Dennis McLellan] A los 91 años muere el compositor de películas de horror.
Murió Herman Stein, en los años cincuenta compositor de planta de Universal cuyas piezas mejor conocidas son clásicos del cine de horror y de ciencia ficción, como ‘El monstruo de Laguna Negra' (La mujer y el monstruo) [Creature From the Black Lagoon] y ‘El increíble hombre menguante' [The Incredible Shrinking Man]. Tenía 91 años.
Stein murió el 15 de marzo debido a una insuficiencia cardíaca congestiva en su casa en Los Angeles, declaró David Schecter, productor de discos e historiador de la música de cine que es el albacea de Stein.
En los años treinta y cuarenta, Stein, nacido en Filadelfia, había escrito y compuesto para programas de radio y orquestas de jazz, incluyendo a Count Basie, Bob Crosby y Fred Waring, antes de convertirse en compositor de planta de Universal en 1951.
Empezando con su primer encargo de composición -para la comedia ‘Here Come the Nelsons', de Ozzie y Harriet Nelson-, Stein escribió partituras para todo tipo de género fílmico, incluyendo un western de Audie Murphy, una comedia de Abbott y Costello y un drama de Barbara Stanwyck. También escribió música para Ma y Pa Kettle y la serie de películas de Francis la mula [Francis the Talking Mule].
Pero para los fanáticos de las películas de ciencia ficción y horror, las piezas mejor conocidas de Stein son ‘El monstruo de Laguna Negra', ‘El increíble hombre menguante', ‘Llegaron del infierno' (Llegaron de otro mundo) [It Came From Outer Space], ‘Regreso a la Tierra' [This Island Earth] y ‘Tarántula'.
"Contribuyó a definir el sonido de las películas de monstruos de esa época", dijo Schecter, cuya discográfica independiente, Monstrous Movie Music, incluye grabaciones de algunas piezas clásicas de música de monstruos de Stein en cuatro cedés.
"‘Regreso a la Tierra' es uno de las partituras clásicas de la ciencia ficción", dijo Schecter. "Se sitúa al mismo nivel que ‘El día que la Tierra se detuvo' [The Day the Earth Stood Still], de Bernard Herrmann, y ‘El enigma de otro mundo' (La cosa de otro mundo) [The Thing From Another World], de Dimitri Tiomkin. Es igual de inventiva, si no más, pero nadie sabía quién la había escrito".
Stein, dijo, "era un compositor terriblemente talentoso, pero hizo su trabajo en relativa oscuridad".
A diferencia de otros conocidos compositores de cine, como Herrmann y Max Steiner, Stein recibió rara vez los créditos por sus piezas durante sus años en Universal, donde era a menudo uno de varios compositores asignados a una película y los créditos eran otorgados usualmente al supervisor musical antes que a los compositores.
En ‘Tierras lejanas' [The Far Country], la película de vaqueros del director Anthony Mann de 1954, con James Stewart, por ejemplo, Stein fue uno de los cuatro compositores, entre ellos Henry Mancini, que escribió música original no reconocida para la película.
Tras abandonar Universal en 1958, Stein trabajó independientemente como compositor de música para películas, entre ellas ‘El intruso' [The Intruder], el drama sobre racismo, del director Roger Corman, de 1962, con William Shatner.
En total, Stein escribió música para cerca de doscientas películas y cortometrajes, dijo Schecter. También compuso para comerciales, dibujos animados y televisión, incluyendo ‘Humo de revólver' [Gunsmoke], ‘Ballinger de Chicago' [M Squad], ‘Wagon Train', ‘Perdidos en el espacio' [Lost in Space] y ‘Viaje al fondo del mar' [Voyage to the Bottom of the Sea].
Cuando Schecter empezó su proyecto de Música de Películas de Monstruos en 1994, creía que Stein había muerto. De hecho, dijo, a principio de los años noventa una revista de espectáculos había publicado erróneamente un obituario de Stein.
"Empecé a llamar a todos los Stein de Los Angeles para ver si encontraba a algún familiar", recordó Schecter. "Quería saber dónde estaba su archivo musical, para ver si podíamos grabar algunas de sus partituras".
Un día después de semanas de dejar mensajes en innumerables máquinas contestadoras, dijo Schecter, "mi esposa entró a mi oficina y estaba literalmente pálida. Me dijo: ‘Te está llamado el tipo muerto'".
Era Stein.
Lo primero que le dijo Stein, recordó Schecter, fue: "Los informes sobre mi muerte han sido terriblemente exagerados". Después le dijo: "¿Para qué me estaba llamando?"
"Cuando le dije que quería grabar sus partituras para películas de monstruos, me dijo: ‘¿Para qué quieres grabar eso? ¿Por qué no te dedicas a grabar buena música?' Quería decir música de películas de vaqueros y dramas y ese tipo de películas porque en los años cincuenta esas eran cosas prestigiosas".
Schecter dijo que cuando le mencionó ‘El monstruo de Laguna Negra', Stein le dijo: "Oh, no puedo creer que alguien se acuerde de esa película".
"No tenía ni idea que esas películas se encuentran en video, que le interesaban a la gente y que todos sabían quién era él", dijo Schecter.
Nacido el 19 de agosto de 1915, a los tres años y medio Stein ya estaba tocando el piano. Ofreció su primer recital público a los seis y más tarde actuó en restaurantes y bares. Tras aprender instrumentación leyendo partituras en la biblioteca, se convirtió en un compositor profesional a los quince. Después de su período en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, se mudó a Los Angeles en 1948.
Steine estaba todavía minimizando sus primeras piezas para cine en una entrevista de 2000 con el Philadelphia Inquirer, en la que sostuvo que no era más que un artesano y que "Universal era una fábrica".
"Todavía tengo sueños de que no termino antes del cierre", dijo.
Cuando se le preguntó que mencionara una película de la que se sintiera orgulloso, lo pensó un rato y finalmente ofreció una respuesta.
"Tengo una persecución de seis minutos en ‘Girls in the Night', un drama policial de 1953, dijo. "No es una película B, es una película Z. Era una persecución y yo quería mantener ese suspense hasta el final. Fue un trabajo muy gratificante.
"Me sentía orgulloso de eso".
La mujer de Stein, Anita, que tocó viola en la Filarmónica de Los Angeles durante muchos años, murió en 2001. No deja familiares.

dennis.mclellan@latimes.com

28 de marzo de 2007
25 de marzo de 2007
©los angeles times
©[viene de mQh ]


Sueños de Horror


[Deborah Netburn] El director de películas de horror medita sobre ‘Las colinas tiene ojos 2' [The Hill Have Eyes 2] y otros temas escalofriantes.
No me gustan las películas de horror, pero me encantan los directores de películas de horror -esos cronistas del terror que capturan los temores subconscientes de un país, los destilan y proyectan sobre enormes y brillantes pantallas, mayormente para audiencias adolescentes. En general es una pandilla de gente reflexiva, entusiasta y seria en su oficio, dedicados estudiosos de su género.
Así que cuando me ofrecieron entrevistar a Wes Craven, ex profesor de inglés que es responsable de clásicos del horror como ‘Pesadilla en Elm Street' [Nightmare on Elm Street], ‘La última casa a la izquierda' [Last House on the Left] y ‘Scream, vigila quien llama' [Scream], acepté encantadísima.
Craven ha estado en el negocio durante tanto tiempo que ahora está mirando películas que hizo en los años setenta que han sido reinterpretadas por jóvenes directores. El año pasado, un remake de su película de 1977, ‘Las colinas tienen ojos', lo hizo bastante bien en la taquilla y una secuela de esa película, que escribió con su hijo, se estrena esta semana.
Su nueva película es la historia de un grupo de jóvenes guardias nacionales que son enviados a un desierto donde han ocurrido recientemente un par de asesinatos. Descubren haber sido pobremente preparados, están aterrados y se enfrentan a un enemigo mucho más inteligente de lo que habían esperado. ¿Sorprenderá que la entrevista adquiriera rápidamente un tono político?

Usted tiene un asombroso legado imaginando de qué se asusta exactamente la gente en momentos determinados. ¿Qué cree usted que asusta en estos días?
El actual gobierno. Esa es la respuesta normal en estos momentos. Desgraciadamente no estoy bromeando. Pero los temas básicos del miedo han sido siempre los mismos. Una rabia asesina que se va acumulando en una familia, un barrio o un país, esas son cosas que creo que dan miedo.

Me parece que las mejores películas de horror se nutren de los temores inconscientes de un país. ¿Cree que las películas de horror de los próximos años tendrán que ver con la guerra?
No tienen porqué girar sobre esta guerra, pero en nuestro caso terminó tocando esta guerra. Nos gustaba la idea de mostrar a gente que está recién empezando como guardias nacionales y que no tienen la intención de aterrizar en una situación semejante. Creen que es una misión de rescate y están tan entusiasmados que no lo pueden ni creer. Dejando la política de lado, me pareció una buena idea para una película de horror.

Eso suena descaradamente político. ¿Quería hacer una declaración política con la política?
Ninguno de nosotros pensó en hacer una película política, pero la guerra estaba en las noticias y en nuestros pensamientos. Cuatro de mis sobrinos y sobrinas están metidos en esta guerra, de modo que es algo que está muy cerca de mí. Y cuando empezamos a hacer bromas sobre esto, nos gustó la idea.

¿Cree usted que otras películas de horror recientes han sido también políticas?
No sé si todas las películas de esta década van a girar sobre esta guerra... Estoy seguro de que no lo serán. Pero es interesante ver la clase de películas que se han hecho hasta el momento. Un montón de películas tratan sobre las torturas, que es algo grande no solamente en las noticias sino que es empezar a darse cuenta de las cosas que hay que hacer para mantener el poder y la seguridad en el planeta.

Películas como ‘Hostal' [Hostel] y ‘Saw' parecen reflexionar tan obviamente sobre horrores de la vida real, como las fotografías de Abu Ghraib. ¿Cree usted que el público piensa cuando ven estas películas?
Mi impresión es que la mayoría de la gente no da el siguiente paso, pero la película parece contar la verdad o tiene alguna relevancia que se conecta con ellos. Yo recibo un montón de comentarios de gente que entiende el mensaje, pero cuando voy al teatro a mirar a la gente, la veo salir riéndose, como quien baja de la montaña rusa. Alguna gente se pregunta por qué entra la gente a una sala oscura a que le metan miedo. Yo diría que ya tienen miedo y necesitan que ese miedo sea manipulado y tratado. Creo que las películas de horror son los sueños perturbados de una sociedad.

27 de marzo de 2007
23 de marzo de 2007
©los angeles times
[viene de mQh ]

Murió Freddie Francis


Director de cine. A los 89. Ganó dos veces el Oscar y era conocido por su exquisito trabajo de cámara en blanco y negro en películas británicas de los años cincuenta y sesenta.
El sábado pasado murió en Londres Freddie Francis, cineasta británico que ganó dos Oscars por ‘Hijos y amantes‘[Sons and Lovers] (1960) y ‘Tiempos de gloria' [Glory] (1989), informó la prensa británica. Tenía 89 años y había sufrido un derrame cerebral en diciembre.
Conocido por su extraordinario trabajo fotográfico en blanco y negro para películas británicas de los años cincuenta y sesenta como ‘Un lugar en la cumbre' [Room at the Top] (1958) y ‘Sábado noche, domingo mañana' [Saturday Night and Sunday Morning] (1960), así como ‘Hijos y amantes', Francis finalmente pudo dirigir.
Después de debut, ‘Two and Two Make Six', hizo rápidamente una sucesión de la películas que lo establecieron como director. Pero eran todas películas de horror, y se vio pronto encasillado.
"Me di cuenta de que me estaba convirtiendo en un personaje de culto de películas de horror", dijo al Daily Variety en 1998,"y nadie me pediría que dirigiera otra cosa".
Algunas de las más de dos docenas de películas que dirigió se convirtieron en clásicos de culto, incluyendo ‘Paranoico' [Paranoiac], ‘La casa de los horrores del doctor Terror' [Dr. Terror's House of Horrors] y ‘Condenados de ultratumba' [Tales from the Crypt].
Pero se desilusionó y volvió a la fotografía cuando David Lynch lo contrató para fotografiar ‘El hombre elefante' [The Elephant Man] en 1980. El éxito de ese proyecto lo llevó a trabajar con otros directores importantes, incluyendo a Karel Reisz, para su ‘La mujer del teniente francés' [The French Lieutenant's Woman], en 1981, y para Martin Scorsese en su ‘Cabo del miedo', de 1991.
Fue director de fotografía para Lynch en dos películas más: ‘Duna' [Dune], de 1984, y ‘Una historia verdadera' [The Straight Story], en 1999.
La Sociedad Americana de Cinematógrafos lo galardonó con su International Achievement Award de 1997.
Nacido en Londres en 1917, Francis consiguió su primer trabajo como aprendiz de fotógrafo. Se incorporó al ejército británico al estallar la Segunda Guerra Mundial y trabajó como camarógrafo y dirigiendo películas de adiestramiento.
Después de la guerra trabajó como operador de cámara para John Huston en ‘Moulin Rouge' (1952), ‘La belleza del diablo' [Beat the Devil] (1953) y ‘Moby Dick' (1956) y para otros directores antes de convertirse en director de fotografía hecho y derecho de ‘Asesinato en Corea' (1956).
Le sobreviven su segunda esposa, Pamela Mann, y sus dos hijos, Suzanna y Gareth, y otro hijo, Kevin Francis, de su matrimonio con Gladys Dorrell, que terminó en divorcio.

25 de marzo de 2007
23 de marzo de 2007
©los angeles times
[viene de mQh]


Hambre de Humanos


[Manohla Dargis] Vino del río, con ganas de comer gente.
El horripilante monstruo que salta del río de una ciudad en ‘Bicho de agua dulce' [The Host] para atrapar y tragarse a los infortunados que cruzan su camino -hombres, mujeres, una chica de trece lista como un zorro llamada Hyun-seo- es algo que uno podría encontrar acechando en el fondo de una pintura de Hieronymus Bosch o pescando en las profundidades de un turbio acuario de restaurante en medio de un vertedero de materiales tóxicos. Parpadea y parece que ha salido del mar en una pesadilla creacionista.
Tendría que ser un acuario terriblemente grande, como es el caso, porque esta horrible criatura, este misterio de las profundidades con ese hocico insaciable de forma de pétalo y un rabo prensil es del tamaño de un autobús escolar y, por si fuera poco, frenético. Corre bajo el agua y en la tierra, removiendo el césped con sus robustas y pequeñas piernas. De vez en vez se voltea hacia atrás en espiral tan elegantemente como un púber gimnasta rumano o se zambulle en el agua como un cuchillo. Es feo como un pecado, pero tiene un estilo que escuece. Como escuece esta película, un descabellado híbrido, fervientemente imaginativo, del director coreano Bong Joon-ho, sobre los demonios que nos acechan, dentro y fuera.
Carnaval de horrores y melodrama de familia (en realidad, variaciones sobre el mismo tema), ‘Bicho de agua dulce' también repiensa esas fáciles películas de los años cincuenta en las que hormigas, langostas, avispas, cangrejos y caracoles y reptiles anfibios seriamente mutantes salían de cacería, castigando a una desventurada y culpable humanidad. Como Godzilla (Gojira en el original japonés), algunos de estos mutantes nacieron debajo de una nube atómica; otros fueron incubados en el invernadero de las películas B del oportunismo taquillero. La criatura desatada en ‘Bicho de agua dulce', entretanto, fue engendrada por un coreano de 37 años que ha pasado toda su vida bajo la sombra de la presencia militar norteamericana. No sorprende que los malos de la película parezcan actores de Hollywood de vacaciones. Lo son.
Como si preparándose para la carnicería que nos aguarda, esta historia de tiempos remotos empieza en una moderna sala de autopsias con dos hombres, uno norteamericano y otro coreano, vestidos con batas de cirujanos. Bañados en una espeluznante luz azul plateada, el patrón americano (Scott Wilson) ordena al coreano (Kim Hak-sun) que arroje botella tras botella de formaldehído en el fregadero, con el pretexto de que los recipientes están demasiado polvorientos.
Asombrado, el coreano objeta, observando que los químicos escurrirán por el fregadero en el río Han, la gorda cinta de agua que atraviesa Seúl y desemboca en el Mar Amarillo. El norteamericano hace muecas, envolviendo su petición con una amenaza apenas velada ("Es una orden"), que lo delata como un emisario del poder militar norteamericano.
Avanzamos entonces hacia un día como cualquier otro y la familia Park trabaja en su tenderete de comidas en las riberas del río Han. Calculadora y tontorronamente disfuncional, con suficientes temas como para poblar grupos de desintoxicación, los Park no se ven nada de diferentes de la prole de ‘Pequeña Miss Sunshine' [Little Miss Sunshine]. Hay un abuelete, Hee-bong (Byun Hee-bong), sus tres hijos adultos -incluyendo un asalariado en el paro, Nam-il (Park Hae-il) y su hermana campeona de tiro al arco, la hermosa Nam-joo (Bae Doo-na)- y su única nieta, la ya mencionada Hyun-seo (Ko A-sung). La mayor parte de las veces, sin embargo, se trata del primogénito de la familia, Gang-du (el maravilloso Song Kang-ho), un bebé grandulón con un mechón de pelo rubio pésimamente teñido y una cara de luna que crece y mengua dependiendo de su proximidad a su adorada hija, Hyun-seo.
Las películas previas de Bong Joon-ho incluyen un sabiondo ejercicio en gratuitos absurdos titulado ‘Perros que ladran no muerden' [Barking Dogs Never Bite] (simplemente estiran la pata) y la escalofriante película policial ‘Memorias de un asesinato' [Memories of Murder]. Como en ‘Memorias', que gira sobre la persecución de un asesino en serie, Bong descansa en ‘Bicho de agua dulce' en una cesta familiar de trucos de película. Pero, como Steven Spielberg (una innegable influencia), logra que esos viejos trucos se vean como nuevos. Eso es especialmente así durante el primer ataque del monstruo, cuando Bong instila una sensación inicial de sosiego y luego una de pánico cada vez más grande con su diestra orquestación de los varios tempos creados por los actores (caminando, corriendo), el monstruo (nadando, galopando), la cámara (siguiendo, corriendo) y el montaje (lento, lento, rápido).
El primer ataque está sensacionalmente bien dirigido, y si el resto de la película no acelera nunca el pulso de la misma manera, le da a la historia tanto su principal excusa (el monstruo coge a la nieta) y algo igual de satisfactorio como inesperado: un retrato de los padres, hijos y los vínculos que los unen, a veces hasta el punto de estrangulación. ‘Bicho de agua dulce' puede haber nacido de tensiones socio-políticas, de miedos sobre el síndrome respiratorio agudo severo y la gripe aviar, o de la imaginación de Bong, pero es también una instantánea de la Corea del Sur moderna, al borde de la anarquía social, una anarquía en la que un veterano fatídicamente obediente y sus tres hijos adultos sobrenaturalmente inmaduros se enfrentan a una bestia insaciable junto con despistados doctores, Keystone Kops, amigos descreídos e incluso hordas de fotógrafos.
Sitiada al mismo tiempo por humanos y monstruos, la familia no tiene dónde ir, sino ensimismarse todavía más. Esta estrategia de nosotros-contra-ellos funciona taimadamente bien porque se asegura que los Park sean la principal atracción, no el monstruo. No que la criatura no tenga su cuota de clamorosos momentos, como cuando la sorprenden comiendo, con un par de piernas colgando de su hocico. O cuando regurgita un cuerpo y lo arroja en su guarida con un viscoso escupitajo, un acto que sella con un tierno lamido con su larga lengua. Es en esta guarida que Hyun-seo, con su cara y uniforme de colegiala salpicada de mugre, pone a prueba su sangre fría y recupera el celular que se convierte en el salvavidas de su familia y protege a otra niña, lo que agrega una conmovedora dimensión al preparado.
Aunque algunas de las escenas de acción de Bong están a la altura de algunas de ‘Tiburón' [Jaws], él parece estar hecho de materiales más severos que Spielberg. Puede ser igual de cruel, dispuesto a colocar a los niños en peligro, pero no comparte la compulsiva necesidad del maestro estadounidense de finales ordenados.
‘Bicho de agua dulce' es una película floja, casi desordenada, que a veces causa la sensación de ser un compuesto de varias películas, métodos y emociones opuestas. Bong nos hace chillar lo mismo de risa que de miedo. Pero es precisamente esta soltura, esa disposición a apartarse de la historia lineal y estrecha, lo que hace que se vea más cercana a un nuevo capítulo que a una vieja trama.
Del mismo modo es la disposición de Bong a no limitarse a contemplar sino también a entregarnos una trama del tipo del peor de los casos, lo que separa ‘Bicho de agua dulce' del horror corriente y puede haber contribuido a convertirla en un debocado éxito de taquilla en Corea. Más cerca de casa, la película no me hace recordar tanto el usual salpicón de diversiones que abarrotan los teatros americanos como otra reciente película de horror, una en la que un extraterrestre descongelado hace poco y con un cerebro gigante, ofrece apocalípticas advertencias a la humanidad sobre su inminente futuro. Por supuesto, me refiero al documental ‘Una verdad incómoda' [An Inconvenient Truth].
En gran parte como la charla en pantalla grande de Al Gore, ‘Bicho de agua dulce' es una fábula ecologista sobre el dominio de la naturaleza y los costes de la insensatez humana, y te provoca tiritones de horror en todo el cuerpo.

10 de marzo de 2007
©new york times
viene de mQh

Bezzerides, Parco y Proletario


[Tom Vallance] El guionista del cine negro era el preferido de estrellas como Humphrey Bogart y Robert Mitchum.

Albert Isaac Bezzerides, novelista, guionista, camionero e ingeniero, nació en Samsun, Turquía, el 9 de agosto de 1908; casado dos veces (un hijo, una hija); murió en Woodland Hills, California, el 1 de enero de 2007.
El ex camionero e ingeniero que se convirtió en novelista y guionista, A.I. Bezzerides se caracterizó en una escritura severa, sin pretensiones, que escribió concisos diálogos para varias películas ‘sociales' de Warners en los años cuarenta, incluyendo el clásico road movie ‘La pasión ciega' [They Drive By Night].
Su estilo parco era preferido por héroes de la pantalla de la estatura de Humphrey Bogart, George Raft y Robert Mitchum, y alcanzó particular fama con su apasionante adaptación, asombrosamente nihilista, de la policial ‘El beso mortal' [Kiss Me Deadly] (1955), convirtiendo un tomo de literatura barata en una de las películas de cine negro más logradas, que es considerada como la obra maestra de su director Robert Aldrich y la más importante influencia de la new wave francesa.
Nacido en 1908 en Turquía, de madre americana y padre griego, Albert Isaac Bezzerides tenía sólo un año cuando sus padres emigraron a Estados Unidos, donde creció en el Valle de San Joaquín, una zona en Fresno, California, reputada por su abundancia de patios frutales y densamente poblada por inmigrantes de Armenia y Europa.
‘Buzz' Bezzerides trabajó primero como camionero, luego estudió ingeniería eléctrica en la Universidad de California en Berkeley, antes de dejarlo para trabajar como ingeniero mientras realizaba su ambición de escribir. Su primera novela, ‘The Long Haul', de 1938, basada en sus propias experiencias como camionero, fue comprada por Warners y se convirtió en la película ‘La pasión ciega' (1940), adaptada por Jerry Wald y Richard Macaulay.
George Raft y Humphrey Bogart aparecieron como choferes de transportes que luchan contra la explotación y la fatiga cuando trabajan para empezar sus propias empresas. Ann Sheridan es la camarera del restaurante cuyas conversaciones con los camioneros flirteaba con los límites del código Hays; la película presentaba un panorama convincente del ambiente de los camioneros. Con la dinámica dirección de Raoul Walsh, la película fue un éxito, tanto de taquila como de crítica.
El estilo de Bezzerides y su inclinación por lo que el novelista George Pelicanos llama la ‘literatura proletaria' se correspondían con la reputación de los estudios Warner de preferir las películas polémicas, contundentes y duras, y le ofrecieron un contrato. "Había estado trabajando como ingeniero en el Departamento de Agua y Electricidad, escribiendo en mi tiempo libre", recordó Bezzerides: "Había escrito dos novelas, ‘The Long Haul' (1938) y ‘Mercado de ladrones' (1949). Se basaban en cosas que había visto con mi padre, o solo. Yo trabajaba con mi padre, en los camiones, yendo al mercado a comprar mercaderías. Había corrupción y trataban de estafarte. Cuando vendía uva, la casa empaquetadora lo estafaba en el precio para venderlas más caras en Nueva York. Cuando yo fui chofer de camión no lo toleraba. Un tipo trató de robarme de esa manera, así que cogí una viga, dispuesto a matarlo".
Su primera película profesional fue ‘Juke Girl' (1942), una historia sobre los jornaleros itinerantes de Florida, rodada casi enteramente en locación en Salinas, California. Ann Sheridan y Ronald Reagan fueron las estrellas de la infravalorada película, que contaba las penurias de los campesinos en manos de despiadados barones de la tierra. Bezzerides escribió entonces el diálogo para la inyección moral de Bogart sobre la guerra en el mar en ‘Acción en el Atlántico Nortre' [Action in the North Atlantic] (1943), aunque John Howard Lawson se llevó los créditos de pantalla.
Tras mudarse a Paramount, Bezzerides colaboró con Robert Rossen, en el guión para el ricamente colorido melodrama de ‘Furia del desierto' [Desert Fury] (1947), con Lizabeth Scott, Burt Lancaster y John Hodiak como sus protagonistas, pero recordada especialmente por sus (para la época) descaradas insinuaciones de que el matón jugador de Hodiak (Wendell Corey) tiene sentimientos homosexuales hacia su jefe. En 1949, se filmó la segunda novela de Bezzerides sobre camioneros, ‘Mercado de ladrones', con el mismo título, y el autor se encargó del guión. Dirigida por Jules Dassin, es altamente considerada, aunque Bezzerides objetó algunos cambios que tuvo que hacer. Recordaba, cuenta Dassin: "Quiero a Valentina Cortesa como la prostituta, así que rescríbela para ella". Él tenía que trabajar con ella. Íbamos a tener a Shelley Winter, la que hubiera sido perfecta. Esta italiana, Cortesa, ¿qué tenía que hacer en esta historia? Pero la rescribí".
A Bezzerides le pidió entonces Humphrey Bogart, que había empezado su propia compañía de producción, que rescribiera el guión de ‘El traficante' [Sirocco] (1951), una historia de traficantes de armas de los años veinte, en Siria. No fue una película muy distinguida, y ‘Sirocco' es recordada principalmente por el comentario que hace su heroína, Marta Toren, a Bogart: "Eres tan feo. ¿Cómo puede un hombre tan feo, ser tan guapo?"
Para ‘La casa en la sombra' [On Dangerous Ground] (1952), Bezzerides hizo un convincente retrato de un violento poli (Robert Ryan), que es "violento con los delincuentes, porque puedo racionalizarlo. Para él, los criminales son criminales, no gente". Enviado al norte del estado a una comunidad rural a resolver el asesinato de una niña, el poli aprende la compasión con la hermana ciega (Ida Lupino) del asesino y en el guión original de Bezzerides, vuelve a la ciudad con una nueva perspectiva. Bezzerides la describió como una "super película".
Pero no le satisfizo ‘La huella del gato' [Track of the Cat] (1954), que escribió para el director William Wellman:

"Se prendó tanto de mi primer borrador que no quería cambiar ni una sola palabra, aunque le dije que yo necesitaba acortarlo y que estaba sobrescrito. Bob Mitchum, sin embargo, fue fantástico. Arreglaba las escenas que debían ser pulidas, y su actuación logró que funcionara. Yo lo tenía por un tipo maravilloso, aunque era cínico.
"Hicimos otra película, ‘Traición en Atenas' [The Angry Hills] (1959), y le pregunté: ‘¿Por qué estás haciendo esta mierda?' Estábamos en locación. Me dijo: ‘No he estado nunca en Grecia'".

Aldrich fue el director del guión de cine más famoso de Bezzeride, ‘El beso mortal' [Kiss Me Deadly], cuyo estreno causó gran impacto y fue saludado en Francia como una obra de arte, donde ejerció una influencia reconocida en películas como ‘Disparad al pianista' [Tirez sur le pianiste], de François Truffaut y ‘Lemmy contra Alphaville' [Alphaville] de Jean-Luc Godard. Con carta blanca concedida por Aldrich, Bezzerides transformó la novela en una película negra apocalíptica y ultra-paranoica, dirigida por un director descrito por Truffaut como "un joven director que todavía no piensa en la moderación".
Interrogado sobre su notable adaptación, Bezzerides dijo: "La gente me pregunta sobre los significados ocultos del guión, sobre la bomba atómica, sobre el mccarthismo, qué significa la poesía y otras cosas. Y sólo puedo decir que no pensé en ello cuando la escribí... Me estaba divirtiendo. Quería que todas las escenas, todos los personajes, fueran interesantes. Una chica se acerca a Ralph Meeker, la hago ninfomaníaca. Ella lo abraza y besa la primera vez que lo ve. Le dice: ‘No sabes a nadie que yo conozca'. A mí me enloquecen los coches, así que yo pongo ahí todas esas historias con los coches y la mecánica. Yo era ingeniero y en esa película le di al detective el primer contestador telefónico. La estaba pasando bien".
En 1956, Bezzerides escribió una adaptación de sesenta minutos para la televisión, ‘Mercado de ladrones', retitulada ‘Overnight Haul', y empezó a escribir de manera regular para la televisión, contribuyendo guiones a programas como ‘Gunsmoke', ‘77 Sunset Strip' y ‘Bonanza'. En 1965 creó, en colaboración, la exitosa serie de vaqueros, ‘The Big Valley', montada en el Valle de San Joaquín y como Barbara Stanwyck como la matriarca del rancho.
En 2005, fue tema de un documental, ‘Buzz', para el que fue entrevistado en su casa en Woodland Hills, California; algunas reseñas describían al nonagenario Bezzerides como "obstinado e irritable". Hasta su muerte estaba escribiendo una nueva novela, ‘First Kill'.

20 de enero de 2007
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viene de mQh

Asesinos En Serie Hollywoodenses


[Stephen Hunter] La significación y locura de los asesinos en serie de Hollywood.
Sobre los asesinos en serie existe en realidad solamente una pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué matan -una y otra vez- algunos hombres, sin remordimiento, aparentemente por el placer de la auto-expresión?
Grandes escritores han tratado de ofrecer una respuesta, pero es un problema tan manifiesto y directo, que apela más a las mentes más primitivas, y, así, es más comúnmente estudiado por piratas talentosos, como el escritor de novelas de horror norteamericano, Thomas Harris. Ha hecho toda una carrera con un asesino en serie, Aníbal [Hannibal] Lecter, el erudito intelectual y hedonista, sibarita y bebedor, amante de Italia y de la ópera, un regordete encantador con los ojos tan profundos como el espacio más allá de Pluto, al que le gusta comer gente, acompañándola a veces con habas y un rico Chianti.
Ahora Harris nos ofrece la historia del origen de Aníbal el Caníbal en doble formato: como libro (publicado en diciembre) y como película (esta semana), compartiendo el título de ‘Hannibal Rising'.
Sin embargo, nada más que por coincidencia, dos otras películas que examinan los orígenes de esa particular manifestación del asesino en serie también ocuparán, o lo harán dentro de poco, un lugar en el mercado. El brillante, aunque sombrío cuento de hadas con parábola política, ‘El laberinto del faudo' [Pan's Labyrinth], de Guillermo del Toro, es una película sobre un asesino en serie, aunque no sea más que por obra de una poderosa deducción. Luego está el análisis mucho más mundano de la sordidez de un asesino en serie de verdad, el caso de un chiflado que se hace llamar ‘Zodiac', que sembró el terror en San Francisco a fines de los años sesenta y principios de los setenta. Se piensa que mató a al menos cinco personas y que escribió, como Jack el Destripador, a los diarios. La historia es narrada en el docudrama de marzo, ‘El asesino del zodíaco' [Zodiac], del director David Fincher, que también dirigió en ‘Los siete pecados capitales' [Seven] a otro asesino en serie.
Pero terminamos con un curioso Cinto de Orión de asesinos en serie en varios modos de expresar significados diversos: Por supuesto, Aníbal aparece en la versión más romántica, con su amor por el canto y la música, su arte a la hora de cocinar cerezas y su conocimiento de la arquitectura del Renacimiento, su insistencia en eliminar sólo a los menos refinados del abrevadero. En ‘El asesino del zodíaco' tenemos un asesino en serie más proletario, más basado en los hechos, más realista. En realidad, Zodiac trata de sonar florido en sus cartas y con sus amaneramientos, como incluir criptogramas, pero se engaña a sí mismo: Es vicioso, miserable e ignorante y mata sin elegancia ni inteligencia, con una pistola o un cuchillo, para luego escapar. Es tan elegante como la gonorrea, pero, desgraciadamente, mucho más letal. Finalmente está el capitán Vidal en ‘El laberinto del fauno', que mata y tortura, y carece de conciencia de sí mismo. Está tratando de lograr algo, y si encuentra obstáculos humanos, los eliminará; pero para él, la aplicación de muerte a la vida no es una forma de arte, es simplemente el medio para un fin. De los tres, es el más escalofriante; y tristemente, el más banal.
De los tres, ciertamente Aníbal es el más divertido, una especie de Sherlock Holmes invertido, un hombre de tal sabiduría y perspicacia y didáctico dinamismo que dirigió no solamente a asesinos en serie menores, sino también a dos agentes del FBI: Will Graham (William Petersen en ‘Cazador de hombres' [Manhunter] y Edward Norton en ‘El dragón rojo' [Red Dragon] y más notoriamente Clarice Starling (Jodie Foster en ‘El silencio de los corderos' [The Silence of the Lambs] y Julianne Moore en ‘Aníbal' [Hannibal].
Dentro de estas películas (y libros) se buscaba a otros asesinos en serie. De lejos el más prosaico y menos interesante es Francis Dolarhyde, en ‘El dragón rojo', de Harris, que "fue moldeado de la manera habitual: alto IQ, aislamiento, deformación física, violentos maltratos de los padres, asco de sí mismo metamorfoseado en mortífera vanidad, personalidad obsesiva y fantasías de omnipotencia. Sabes, uno de esos. Luego estaba el mutante retorcido, Jaime ‘Buffalo Bill' Gumb, de ‘El silencio de los corderos', asesinando a jóvenes mujeres porque quería probarse sus pieles. Era sórdido, ultra-espeluznante; era la versión nada de romántica.
Encuentro fascinante a Aníbal: un asesino genial, tan inteligente que podía reconstituir un crimen en nada de tiempo y revelárselo a sus torturadores de la policía a cambio de pequeños regalos, y posiblemente, finalmente, la palanca para fugarse. Mirarlo es como ver a Michael Jordan pelear con un enano, y el placer no reside en su victoria (que está asegurada) sino en la absoluta elegancia e impecable precisión de su victoria.
Eso dicho, es un engaño.
Su transformación en un asesino en serie es algo sospechosa. Tratando de proveerle de un pasado tan exótico como posible (para explicar su exotismo como es un ejemplar homicida), Harris le dio un pasado exótico digno de una novela de Eric Ambler, aderezos de Europa oriental teñido por una visión romántica de Oriente, sazonada en el espasmo más violento de la historia. Y que pedigrí: Fue educado en la tradición judía de los ashkenazi (su tutor fue Jakov), en la tradición caballeresca europea (su ancestro, Aníbal el Severo, un gran caballero a fines de la Edad Media), luego empapado en esteticismo japonés (la mujer de su tío, Lady Murasaki, una aristócrata japonesa) y el empirismo occidental (su formación médica en Francia). Esta estrafalaria mezcla explica su erudición, su entorno, su voluntad -pero no su patología. Esa es la contribución de la Segunda Guerra Mundial, donde el caldero del Frente del Este, atrapado entre los ejércitos alemán y ruso (y además asediado por saqueadores psicóticos), se hizo con la manía del asesinato en masa cuando, después de perder de manera monstruosa a sus padres en la guerra, vio cómo su adorada hermanita era matada y devorada por lobos humanos.
Hmmm. ¿Suena convincente? No tan convincente como Dolarhyde o Buffalo Bob, cuya miseria parece provenir de fuentes más tradicionales, como padres abusivos, deformación física, aislamiento, sensibilidad patológica, alto IQ, baja estima de sí mismo y, finalmente, abundantes oportunidades. Peor, la transformación de Aníbal es inoportunamente ofensiva para los millones que vivieron esas experiencias tan completamente depravadas (léase cualquier memoria de algún sobreviviente de un campo de concentración) como el joven Aníbal y sin embargo lograron reincorporarse en la sociedad, poniendo sus traumas a un lado y llevando vidas productivas y decentes. La tragedia de la Segunda Guerra Mundial no fue la muerte de Mischa Lecter y la construcción de Aníbal Lecter; fue la muerte de cien millones de inocentes.
Sin embargo, se puede inferir el significado que tenía para Harris. Su explicación de Aníbal es un juego entre la naturaleza (su alto IQ, sus extraordinarias capacidades) y la crianza (después de todo, fue amamantado en los crímenes en masa de la guerra). Ausentes esas, Aníbal está de lo más bien. Con ambos, es un monstruo, pero un monstruo que (al menos en los libros) se queda con la chica. Es casi anti-freudiano (no que eso sea malo) en el sentido de que responsabiliza a influencias externas cuando en realidad es casi siempre un torcido torrente entre padres e hijos lo que crea a estos malos niños malos.
Con el asesino del Zodíaco, estamos en terreno más conocido. Otra vez, ayuda a recordar que ya existe la versión romántica de este invertebrado: en ‘Harry el Sucio' [Dirty Harry], el decisivo éxito de Clint Eastwood en 1971, un asesino en serie que se llama ‘Escorpión' a sí mismo, tiene aterrorizada a San Francisco. Un joven actor llamado Andy Robinson se quedó con el papel (y la ironía es que su actuación hizo que la película funcionaria, mucho más que la de Eastwood).
Robinson, bastante guapo, tenía una satánica intensidad que parecía provenir desde dentro, y una voz extraña, profunda y ceceante a la vez. Coqueteaba con lo afeminado (Escorpión le dice Harry cuando a este le ordenan entregar su Magnum 44: "¿Por qué? ¡Tú tienes una más grande!") Su boca ancha y sensual sacaba gemidos de placer o gritos de dolor en agudo contraste con la flemática e impasible jeta del sucio Harry. Era el asesino en serie como estilista camp, y es un momento seminal en ‘El asesino del zodíaco', cuando los polis de San Francisco encargados de capturar al asesino asisten a una proyección de ‘Harry el Sucio' y ven sus propios esfuerzos exagerados a la escala de una tira cómica.
El asesino en serie que emerge de ‘El asesino del zodíaco' es el que más cerca está del lunático Buffalo Bill. ‘El asesino del zodíaco' se basa en el libro del mismo título de Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal), que se obsesionó tanto con el caso que dejó su trabajo en el San Francisco Chronicle y dedicó lo esencial de su vida a buscar al tipo que los polis no pudieron localizar. Sus penurias fueron recompensadas con un éxito de ventas, una respetable carrera como escritor de novelas de crímenes verdaderos (siguieron varios otros libros) y ahora esta película.
Problema: Su asesino en serie no es muy interesante. Si se le despoja de la inculta fanfarronería de las cartas a los diarios y los juegos con las contraseñas secretas, no queda mucho más que un matón de calle corriente que roba y, a veces, mata. Es una figura banal, un asesino de tombola en una gran ciudad en el planeta Tierra. Depende tanto de la torpeza de la policía como de su propia y sobrevalorada ‘brillantez' para eludir su captura.
El capitán Vidal (Sergio López), en la nominada ‘El laberinto del fauno' es el más terrorífico. Se le podría llamar el asesino por deber. Parece no estar obsesionado, o no sentir ninguna necesidad de ello. Pero su problema es la vanidad: Se ve a sí mismo como el centro de la existencia, como el altísimo ego de su época, como el que sabe. A sí mismo no se consideraría nunca malo, sino más bien un honesto servidor de la civilización. No le preocupa ni lo más mínimo eliminar a los que se le oponen, principalmente a los andrajosos y variopintos guerrillero republicanos heredados de la Guerra Civil Española (que terminó en 1939), a los que ahora caza hasta la muerte en ese terrible año de 1944.
La historia es presentada desde el punto de vista de un niño, y de Ofelia (Ivana Baquero), 12, es la única que se da cuenta de inmediato de que el guapo, dominante y viril hombre, que rescata a su pobre madre de la desolación de la viudez, es realmente mucho más malo que en sus fantasías de cuento de hadas. Pero las depredaciones del capitán Vidal -a diferencia de Aníbal, que es teatral, o de Zodiac, que escribe cartas)- no son carismáticas. Aunque causa más víctimas, su forma de asesinato más típica es la ejecución de prisioneros, sin ritual ni sadismo ni placer. Nunca se le pasa por la mente que eso es malo. Él y el estado son lo mismo; todo lo demás es otredad maleable, sin importancia. Su identificación con el monolítico aparato del Generalísimo es tan total que cuando se arrodilla, coloca fríamente el cañón de su Luger contra la sien de un guerrillero herido y aprieta el gatillo, parece no darse cuenta, tal como aplastar a un bicho realmente no queda registrado en la conciencia de la mayoría de la gente. No oye los gritos. Los puede disfrutar, pero no es -y esto, me doy cuenta, puede ser controvertido- realmente un sádico, en el sentido de que obtenga gratificación sexual cuando inflige dolor. Es el ego. Es así como Vidal deja su marca en el mundo, dejando una marca en la carne.
A diferencia de Aníbal y Zodiac, no mata porque tenga que matar o quiera matar, sino porque es una necesidad ocupacional. Es parte del negocio. Lo que lo define no es la muerte que causa, sino el uniforme que lleva y la valentía de la que se enorgullece, su linaje guerrero, que añora entregar intactos a su hijo nonato.
¿Qué nos dicen, al final, sobre esta conducta humana blasfema? No nos ofrecen muchas respuestas, pero consideradas en conjunto, entregan un mensaje nihilista. El consenso es que esas cosas no destiñen. Sólo tienes que mirar los titulares para darte cuenta de la deprimente razón que tienen.

10 de febrero de 2007
©washington post
mQh
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