El Regreso de Chandú 4
Capítulo 4: El Mal. [The Evil Eye]. El sacerdote de Lemuria y sus secuaces raptan a la princesa egipcia Nadji y la llevan a un templo de Suva para sacrificarla. Pero Chandú la salva en el último instante.
Quedamos en que el sacerdote maligno se ha subido a bordo del yate y está siendo sorprendido por Chandú y el capitán Wilson cuando secuestra a la princesa. Están en la cubierta. El sacerdote arrastra y mantiene misteriosamente en pie a la princesa dormida. La noche es oscura. La mar, picada. Es entonces que el sacerdote les dice: "¡Un paso más, y la mato!"
Pero en lugar de amilanarse, el brujo Chandú lo mira intensa y fijamente, los ojos negros convertidos en cuchillos que atraviesan al sacerdote, y repite varias veces: "Suelta el cuchillo, suelta el cuchillo". Ahí empieza un terrible tira y afloja entre la mano y el cuchillo, pues parece que el cuchillo quiere obedecer y dejarse caer al suelo, y la mano está muy enojada y lo quiere retener para clavárselo a la princesa dormida. Al final, el cuchillo tiene más fuerza y se deja caer ruidosamente a la cubierta. Parece que eso asusta al sacerdote, pues se queda mirando tiritón, moviendo los ojos.
En ese momento, la princesa empieza a abrir los ojos y, a pesar de la oscuridad reinante, reconoce a Chandler y se acerca a él, sonriendo, para exclamar: "¡Chándu!" Instantes que el sacerdote, que parece despertar, aprovecha para lanzarse al mar.
Felizmente están por ahí cerca los otros fieles de su rara religión que lo rescatan raudos de las embravecidas aguas.
Aparecen unos marinos corriendo por la cubierta y no sé quién, porque apenas se ve, les dice: "Llevadla al camarote".
Chandler y el capitán se quedan hablando sobre hipnotismo, hasta que el capitán pregunta: "¿Dónde está el príncipe Andrés?"
La cámara nos lleva a un camarote del yate. Vienen entrando unas mujeres. Hay un cuerpo tendido en el suelo. La mujer de blanco, mayor, dice: "Oh", agachándose sobre el hombre tendido. Luego se cubre la boca con la mano y envía a la rubia, vestida de negro y más joven, a buscar ayuda. La tercera mujer mira sin saber qué hacer.
Ahora estamos llegando al puerto de Suva, en los mares del Sur. Se ven montones de embarcaciones, esclavos, hombres blancos con sombreros de explorador y hombres con pañales. La cámara sigue a un hombre vestido de blanco y sombrero de explorador, que entra a un jardín y se acerca a dos mujeres que están sentadas a una mesa bajo la mirada vigilante de un loro. Una de ellas es la princesa. "Hola Nadji, te ves muy bien", dice el insolente, que resulta ser Bob, el sobrino de Chandler. Pregunta el tontorrón por él. La princesa dice que ha ido a la policía. Llega un camarero y le dice que a su Alteza la quiere ver el comisario de policía. Ella se preocupa de que al tío Frank le pueda haber pasado algo. Pero el sobrino dice: "Oh, no. Mi tío sabe cuidar de sí mismo". Ja. Llega un señor vestido de policía, igualmente con casco de explorador, y le entrega a la princesa un papel diciendo que es una carta de Chandler. Es una carta. Dice: "Por favor acompaña a la comisaría al comisario, que te quiere hacer unas preguntas". La firma "Chandler". Yo me creo que es una trampa del sacerdote maligno para volverla a raptar y clavarle un cuchillo en el pecho y sacarle el corazón.
"Es sólo una formalidad", dice el comisario. Pues bien, van saliendo de esa terraza que se topan -es decir, la princesa y la hermana del tonto, y el tonto mismo- con la señora mayor, Dorothy, que me parece que viene siendo la mujer del Príncipe Andrés. Entonces explica la princesa. Pero como la condesa mira intrigada, el tontorrón interviene para asegurarla que nada pasará, que el tío simplemente le escribió una carta encareciéndole que se acercara a comisaría.
Bien. ¡La mujer mayor es hermana de Chandler! El tontorrón y la chica rubia son sus hijos. "Me creo que les voy a acompañar", dice la condesa. "No os preocupéis", salta el policía. "Nada le va a ocurrir". "Igual iba de compras", dice la condesa, que parece muy zorra.
Pues suben entonces a una furgoneta de madera de esa época remota, quedándose en tierra el tonto y su hermana, la Betty.
Entretanto, como yo me lo suponía, se despide Chandler del verdadero comisario a la puerta de la comisaría. "Si necesita más información, no dude en llamarme", dice el barrigón, y se vuelve a meter en su madriguera.
En la furgoneta viajan pues el jefe de la policía, que es falso, y la princesa y la condesa. De pronto dice la princesa: "Aquí hay gato encerrao. ¡Siento peligro!" "¡Stop this car!", ordena la condesa. "Queremos bajarnos". La condesa lleva un sombrero muy pero muy parecido al que ando luciendo en estos días. ¡No sabía yo que entonces era modelo de mujer!
Entretanto va llegando a casa el tío Frank y lo recibe el tarado. "¿Qué no viene Nadji contigo?" "¿No están aquí?" "Oh, no. Mamá se fue con ella a la comisaría cuando la mandaste llamar", dice el imbécil. "¿Yo la mandé a llamar?", dice el brujo, que parece que no tiene memoria. "Claro, claro. Le escribiste esta nota", dice el memo, pasándole la nota manuscrita.
Tío Frank extrae la nota del sobre y se da vuelta como para salir, pero es para llamar por teléfono, que se encuentra convenientemente detrás de él.
Entretanto nos trasladamos a un cabaret, donde baila desenfrenada una mujer que blande cuchillos y que parece que se va desnudando a cuchilladas, rasgándose las ropas. Miran los hombres. El lugar parece ser una fachada de la terrible secta que persigue a la princesa. Ella y la hermana noble de Chandler se hallan sentadas en un camastro y una vieja cara de bruja parece estar vigilándolas. "Están bailando la danza de la muerte", dice la vieja.
Aparentemente en otro lugar del mismo tugurio, el sacerdote está sentado a un escritorio cuando entra un subalterno a informarle que está todo listo. No sé, me parece que le pregunta qué hace la policía, y el subalterno le dice que las embarcaciones en el puerto tienen orden de no zarpar. Entonces por un rato pareciera que el sacerdote se quiere levantar de la silla y no puede, y finalmente, pues parece que así se representaban en Lemuria entonces los esfuerzos del pensamiento, en lugar de apoyar la barbilla en el puño, como hacían los grecorromanos, y, digo, finalmente levanta la vista y dice: "Entonces yo mismo tendré que sacrificar a la princesa". Ah, tenía yo pues razón. "¡Y Chandú morirá con ella!" Y dice algo así como que su alma se echará a volar al alto templo de no sé qué.
Mientras, el tío Frank se pasea de lo más tranquilo con el idiota, aunque le dice: "No sé qué hacer, Bob". El sobrino para de repente la oreja. "¡Tambores de la selva, tío!" El tío también pues para su oreja y concluye: "Yes, deben de ser de algún rito mágico". "¡Vamos a investigar!", salta el infeliz, como si no hubiese nada mejor que hacer.
Lléganse pues al cabaret. Se ve a Chandler pasar fumando un puro junto a la bailarina exótica que trata de apuñalarse mientras se desmembra. Se sientan a una mesa y ordenan al camarero. Según yo, le dijo: "¡Tráeme una toalla negra!", pero no estoy seguro. "¿Has visto lo que yo?", le pregunta al mongólico. "¿Los tambores?" Tío Frank saca su estilográfica y escribe una nota en su libreta. "Entrégala al comisario y vuelve enseguida", le dice misterioso. "Pero, tío, déjame quedarme contigo. Se le daré a un mensajero allá afuera", dice el tonto. "¡Haz lo que te digo!", ordena Chandler. "Está bien", dice el estúpido, y sale del harén moviéndose de un lado a otro, la cabeza gacha, arrastrando los zapatos, como chiquilín enfadado.
Entretanto, en el templo del sacerdote ha empezado el rito que debe terminar con el sacrificio de la guapa e inocente princesa egipcia. "¡Oh, todopoderosa Ubasti! ¡Acepta este sacrificio!", resuena la voz en el templo. "¡Oh, todopoderosa Ubasti! ¡Acepta este sacrificio!", repiten a coro los otros malditos. El sacerdote lleva ahora un cucurucho de franjas y una capa y mira a la princesa, que está junto a la hermana de Chandler: "Naaadji, hiiija de Egipto. Al fin estás en el viejo templo de Ubasti. Ahora, ¡mira!" Pues todos miramos para atrás de la princesa y ella se vuelve, y ¿qué vemos? Lo que vemos son un montón de llamas y de entre las llamas parece que emerge una isla. Y en la isla hay un templo y podemos ver lo que pasa dentro. Y lo que pasa dentro es que hay un montón de gente y un sacerdote gritón debajo de un gato gigante y rodeado de dantescas llamas que suelta una sarta de incoherencias y que parece que pretende que la princesa Nadji le entregue su alma. O algo así.
De repente volvemos al templo más chico donde están nuestras prisioneras. El sacerdote, impasible, suelta otra sarta ininteligible: "Carapatunga ashbi pitunga, ¡oh sacerdotes de Ubasti! ¡Cataplún caranpuuuún! ¡Carapatunga urunda Chandú poronga!" No sé. Se me ocurre que las dos mujeres entienden de corrido lo que dice el descerebrado, porque abren enormes los ojos y se llevan las manos a la garganta.
Chandler se aburre de estar sentado y empieza a dar vueltas por el cabaret. Entra a un cuarto y sorprende a un tipo colocándose la capa de los fieles de la secta de Lemuria. Mira este sorprendido y asustado al brujo, que se acerca a él echando los pechos palante, para verse más grande y amenazante. Luego lo mira fijamente y le pasa la mano por la cara, como solían hacer los hipnotizadores de antaño. Se queda el otro profundamente dormido. Y entonces pregunta tío Frank: "¿Dónde tenéis a la princesa?"
De vuelta en la ceremonia, sigue el sacerdote con sus memeces. "¡Caratarepún purún, oh grande diosa de las tinieblas, recibe el alma de Nadji, princesa de Egipto, katarún runga, en el templo de Lemuria". Dicho esto, se empieza a arremangar.
Entretanto, Chandler le ha quitado la negra capa al dormido, y se ha encasquetado el cucurucho de orejas puntiagudas de los fieles de la diosa Ubasti. Baja por una escalera caracol y entra al templo. Debajo de un gato -otro gato, supongo, que el del templo de Lemuria- pide el sacerdote a sus dioses nuevamente que acepten el sacrificio. Un acólito le entrega una espada, que el sacerdote muestra a la audiencia y la levanta en el aire y dice: "Ooooh Nadji, ¡voy a liberar tonces tu alma!" Se abalanza entonces Chandler sobre el insensato y, naturalmente, se echan los encapuchados encima de él. En ese momento llega el sobrino al cabaret, seguido de un montón de agentes, y se desparraman por el templo dando de patadas y puñetas. Tío Frank le mete un puñetazo en el ojo al sacerdote. Este cae y coge la espada y trata de cortarle la cabeza a Chandler. El sobrino, cogido de la mano con su mamá y la princesa, miran la trifulca, hasta que Chandler, aburrido, le pega un empujón y cae el brujo rompiendo la baranda del primer piso, donde se encontraban, y se hunde en una de las piras encendidas y tal parece muere achicharrao. Bien, caen todos los egipcios presos.
Ahora estamos en casa de la hermana de Chandler y, oh no, ahí está el tonto con su hermana y su mamá rellenando un puzzle. Suena el teléfono. Contesta el tonto, que para eso ha de pararse y caminar hasta el artefacto que está pegado a una pared. "Un momento. Iré por mister Chandler", dice. Nos asomamos por el balcón y vemos al tío Frank sentado junto a la princesa haciéndole tocaciones íntimas. En realidad, parece que la quiere tocar la almeja y ella le coge la mano, pero complacida. El tonto mira enternecido y vuelve al teléfono. "¿Puede llamar después? Mister Chandler está muy ocupado ahora".
De vuelta en el jardín, suelta la princesa: "Al fin toy segurra". Claro, dice Chandler, para eso maté al sacerdote Vindhyan y sus seguidores están tras las rejas. "Se acabarron mis prroblemas", prosigue ella.
Entretanto, en la isla de Lemuria un montón de hombres en pañales abren las hojas del enorme portón del templo, que según me entero es el mismo portón que se usó en ‘King Kong' y quemaron luego para las escenas de incendio de ‘Lo que el viento se llevó'. Entran en procesión los fieles encapuchados y con antorchas y se dirigen al altar del gato grande. Se echan al suelo y levantan los brazos, como invocando. En un trono entre las patas del gato hay un viejo. Creo que es la misma vieja guardiana que custodiaba a la princesa secuestrada en el cabaret. A los pies del gato hay una mujer tendida, aparentemente muerta, vestida de blanco. "Continente perdido de Lemuria: despierta, tenemos que hablar", dice el viejo insolente. Pero, obviamente, no pasa nada. "¡Ossana!", gritan los figurantes. "¡Catarapunga Vitras!", dice, mirando a un tipo con turbante que está parado frente a él, aparentemente haciendo el saludo nazi, con el brazo derecho extendido arriba pa delante. "Vete a buscar a la princesa Nadji". El tipejo Vitras se vuelve y camina hacia el portón de salida, que los esclavos en pañales vuelven a abrir trabajosamente.
¿Logrará Vitras secuestrar a la princesa para llevarla al templo de Lemuria y sacrificarla?
El Retorno de Chandú. Capítulo 4: El Mal [The Evil Eye]. 1934 Director Ray Taylor Guión Harry A. Earnshaw Vera M. Oldham R.R. Morgan Adaptación Barry Barringer Reparto Bela Lugosi María Alba Lucien Prival Clara Kimball Young Deane Benton Phyllis Ludwig Cyril Armbrister Murdock Wilfred Lucas McQuard Wilfred Lucas Joseph Swickard Jack Clarck
episodio en moviefix
Pero en lugar de amilanarse, el brujo Chandú lo mira intensa y fijamente, los ojos negros convertidos en cuchillos que atraviesan al sacerdote, y repite varias veces: "Suelta el cuchillo, suelta el cuchillo". Ahí empieza un terrible tira y afloja entre la mano y el cuchillo, pues parece que el cuchillo quiere obedecer y dejarse caer al suelo, y la mano está muy enojada y lo quiere retener para clavárselo a la princesa dormida. Al final, el cuchillo tiene más fuerza y se deja caer ruidosamente a la cubierta. Parece que eso asusta al sacerdote, pues se queda mirando tiritón, moviendo los ojos.
En ese momento, la princesa empieza a abrir los ojos y, a pesar de la oscuridad reinante, reconoce a Chandler y se acerca a él, sonriendo, para exclamar: "¡Chándu!" Instantes que el sacerdote, que parece despertar, aprovecha para lanzarse al mar.
Felizmente están por ahí cerca los otros fieles de su rara religión que lo rescatan raudos de las embravecidas aguas.
Aparecen unos marinos corriendo por la cubierta y no sé quién, porque apenas se ve, les dice: "Llevadla al camarote".
Chandler y el capitán se quedan hablando sobre hipnotismo, hasta que el capitán pregunta: "¿Dónde está el príncipe Andrés?"
La cámara nos lleva a un camarote del yate. Vienen entrando unas mujeres. Hay un cuerpo tendido en el suelo. La mujer de blanco, mayor, dice: "Oh", agachándose sobre el hombre tendido. Luego se cubre la boca con la mano y envía a la rubia, vestida de negro y más joven, a buscar ayuda. La tercera mujer mira sin saber qué hacer.
Ahora estamos llegando al puerto de Suva, en los mares del Sur. Se ven montones de embarcaciones, esclavos, hombres blancos con sombreros de explorador y hombres con pañales. La cámara sigue a un hombre vestido de blanco y sombrero de explorador, que entra a un jardín y se acerca a dos mujeres que están sentadas a una mesa bajo la mirada vigilante de un loro. Una de ellas es la princesa. "Hola Nadji, te ves muy bien", dice el insolente, que resulta ser Bob, el sobrino de Chandler. Pregunta el tontorrón por él. La princesa dice que ha ido a la policía. Llega un camarero y le dice que a su Alteza la quiere ver el comisario de policía. Ella se preocupa de que al tío Frank le pueda haber pasado algo. Pero el sobrino dice: "Oh, no. Mi tío sabe cuidar de sí mismo". Ja. Llega un señor vestido de policía, igualmente con casco de explorador, y le entrega a la princesa un papel diciendo que es una carta de Chandler. Es una carta. Dice: "Por favor acompaña a la comisaría al comisario, que te quiere hacer unas preguntas". La firma "Chandler". Yo me creo que es una trampa del sacerdote maligno para volverla a raptar y clavarle un cuchillo en el pecho y sacarle el corazón.
"Es sólo una formalidad", dice el comisario. Pues bien, van saliendo de esa terraza que se topan -es decir, la princesa y la hermana del tonto, y el tonto mismo- con la señora mayor, Dorothy, que me parece que viene siendo la mujer del Príncipe Andrés. Entonces explica la princesa. Pero como la condesa mira intrigada, el tontorrón interviene para asegurarla que nada pasará, que el tío simplemente le escribió una carta encareciéndole que se acercara a comisaría.
Bien. ¡La mujer mayor es hermana de Chandler! El tontorrón y la chica rubia son sus hijos. "Me creo que les voy a acompañar", dice la condesa. "No os preocupéis", salta el policía. "Nada le va a ocurrir". "Igual iba de compras", dice la condesa, que parece muy zorra.
Pues suben entonces a una furgoneta de madera de esa época remota, quedándose en tierra el tonto y su hermana, la Betty.
Entretanto, como yo me lo suponía, se despide Chandler del verdadero comisario a la puerta de la comisaría. "Si necesita más información, no dude en llamarme", dice el barrigón, y se vuelve a meter en su madriguera.
En la furgoneta viajan pues el jefe de la policía, que es falso, y la princesa y la condesa. De pronto dice la princesa: "Aquí hay gato encerrao. ¡Siento peligro!" "¡Stop this car!", ordena la condesa. "Queremos bajarnos". La condesa lleva un sombrero muy pero muy parecido al que ando luciendo en estos días. ¡No sabía yo que entonces era modelo de mujer!
Entretanto va llegando a casa el tío Frank y lo recibe el tarado. "¿Qué no viene Nadji contigo?" "¿No están aquí?" "Oh, no. Mamá se fue con ella a la comisaría cuando la mandaste llamar", dice el imbécil. "¿Yo la mandé a llamar?", dice el brujo, que parece que no tiene memoria. "Claro, claro. Le escribiste esta nota", dice el memo, pasándole la nota manuscrita.
Tío Frank extrae la nota del sobre y se da vuelta como para salir, pero es para llamar por teléfono, que se encuentra convenientemente detrás de él.
Entretanto nos trasladamos a un cabaret, donde baila desenfrenada una mujer que blande cuchillos y que parece que se va desnudando a cuchilladas, rasgándose las ropas. Miran los hombres. El lugar parece ser una fachada de la terrible secta que persigue a la princesa. Ella y la hermana noble de Chandler se hallan sentadas en un camastro y una vieja cara de bruja parece estar vigilándolas. "Están bailando la danza de la muerte", dice la vieja.
Aparentemente en otro lugar del mismo tugurio, el sacerdote está sentado a un escritorio cuando entra un subalterno a informarle que está todo listo. No sé, me parece que le pregunta qué hace la policía, y el subalterno le dice que las embarcaciones en el puerto tienen orden de no zarpar. Entonces por un rato pareciera que el sacerdote se quiere levantar de la silla y no puede, y finalmente, pues parece que así se representaban en Lemuria entonces los esfuerzos del pensamiento, en lugar de apoyar la barbilla en el puño, como hacían los grecorromanos, y, digo, finalmente levanta la vista y dice: "Entonces yo mismo tendré que sacrificar a la princesa". Ah, tenía yo pues razón. "¡Y Chandú morirá con ella!" Y dice algo así como que su alma se echará a volar al alto templo de no sé qué.
Mientras, el tío Frank se pasea de lo más tranquilo con el idiota, aunque le dice: "No sé qué hacer, Bob". El sobrino para de repente la oreja. "¡Tambores de la selva, tío!" El tío también pues para su oreja y concluye: "Yes, deben de ser de algún rito mágico". "¡Vamos a investigar!", salta el infeliz, como si no hubiese nada mejor que hacer.
Lléganse pues al cabaret. Se ve a Chandler pasar fumando un puro junto a la bailarina exótica que trata de apuñalarse mientras se desmembra. Se sientan a una mesa y ordenan al camarero. Según yo, le dijo: "¡Tráeme una toalla negra!", pero no estoy seguro. "¿Has visto lo que yo?", le pregunta al mongólico. "¿Los tambores?" Tío Frank saca su estilográfica y escribe una nota en su libreta. "Entrégala al comisario y vuelve enseguida", le dice misterioso. "Pero, tío, déjame quedarme contigo. Se le daré a un mensajero allá afuera", dice el tonto. "¡Haz lo que te digo!", ordena Chandler. "Está bien", dice el estúpido, y sale del harén moviéndose de un lado a otro, la cabeza gacha, arrastrando los zapatos, como chiquilín enfadado.
Entretanto, en el templo del sacerdote ha empezado el rito que debe terminar con el sacrificio de la guapa e inocente princesa egipcia. "¡Oh, todopoderosa Ubasti! ¡Acepta este sacrificio!", resuena la voz en el templo. "¡Oh, todopoderosa Ubasti! ¡Acepta este sacrificio!", repiten a coro los otros malditos. El sacerdote lleva ahora un cucurucho de franjas y una capa y mira a la princesa, que está junto a la hermana de Chandler: "Naaadji, hiiija de Egipto. Al fin estás en el viejo templo de Ubasti. Ahora, ¡mira!" Pues todos miramos para atrás de la princesa y ella se vuelve, y ¿qué vemos? Lo que vemos son un montón de llamas y de entre las llamas parece que emerge una isla. Y en la isla hay un templo y podemos ver lo que pasa dentro. Y lo que pasa dentro es que hay un montón de gente y un sacerdote gritón debajo de un gato gigante y rodeado de dantescas llamas que suelta una sarta de incoherencias y que parece que pretende que la princesa Nadji le entregue su alma. O algo así.
De repente volvemos al templo más chico donde están nuestras prisioneras. El sacerdote, impasible, suelta otra sarta ininteligible: "Carapatunga ashbi pitunga, ¡oh sacerdotes de Ubasti! ¡Cataplún caranpuuuún! ¡Carapatunga urunda Chandú poronga!" No sé. Se me ocurre que las dos mujeres entienden de corrido lo que dice el descerebrado, porque abren enormes los ojos y se llevan las manos a la garganta.
Chandler se aburre de estar sentado y empieza a dar vueltas por el cabaret. Entra a un cuarto y sorprende a un tipo colocándose la capa de los fieles de la secta de Lemuria. Mira este sorprendido y asustado al brujo, que se acerca a él echando los pechos palante, para verse más grande y amenazante. Luego lo mira fijamente y le pasa la mano por la cara, como solían hacer los hipnotizadores de antaño. Se queda el otro profundamente dormido. Y entonces pregunta tío Frank: "¿Dónde tenéis a la princesa?"
De vuelta en la ceremonia, sigue el sacerdote con sus memeces. "¡Caratarepún purún, oh grande diosa de las tinieblas, recibe el alma de Nadji, princesa de Egipto, katarún runga, en el templo de Lemuria". Dicho esto, se empieza a arremangar.
Entretanto, Chandler le ha quitado la negra capa al dormido, y se ha encasquetado el cucurucho de orejas puntiagudas de los fieles de la diosa Ubasti. Baja por una escalera caracol y entra al templo. Debajo de un gato -otro gato, supongo, que el del templo de Lemuria- pide el sacerdote a sus dioses nuevamente que acepten el sacrificio. Un acólito le entrega una espada, que el sacerdote muestra a la audiencia y la levanta en el aire y dice: "Ooooh Nadji, ¡voy a liberar tonces tu alma!" Se abalanza entonces Chandler sobre el insensato y, naturalmente, se echan los encapuchados encima de él. En ese momento llega el sobrino al cabaret, seguido de un montón de agentes, y se desparraman por el templo dando de patadas y puñetas. Tío Frank le mete un puñetazo en el ojo al sacerdote. Este cae y coge la espada y trata de cortarle la cabeza a Chandler. El sobrino, cogido de la mano con su mamá y la princesa, miran la trifulca, hasta que Chandler, aburrido, le pega un empujón y cae el brujo rompiendo la baranda del primer piso, donde se encontraban, y se hunde en una de las piras encendidas y tal parece muere achicharrao. Bien, caen todos los egipcios presos.
Ahora estamos en casa de la hermana de Chandler y, oh no, ahí está el tonto con su hermana y su mamá rellenando un puzzle. Suena el teléfono. Contesta el tonto, que para eso ha de pararse y caminar hasta el artefacto que está pegado a una pared. "Un momento. Iré por mister Chandler", dice. Nos asomamos por el balcón y vemos al tío Frank sentado junto a la princesa haciéndole tocaciones íntimas. En realidad, parece que la quiere tocar la almeja y ella le coge la mano, pero complacida. El tonto mira enternecido y vuelve al teléfono. "¿Puede llamar después? Mister Chandler está muy ocupado ahora".
De vuelta en el jardín, suelta la princesa: "Al fin toy segurra". Claro, dice Chandler, para eso maté al sacerdote Vindhyan y sus seguidores están tras las rejas. "Se acabarron mis prroblemas", prosigue ella.
Entretanto, en la isla de Lemuria un montón de hombres en pañales abren las hojas del enorme portón del templo, que según me entero es el mismo portón que se usó en ‘King Kong' y quemaron luego para las escenas de incendio de ‘Lo que el viento se llevó'. Entran en procesión los fieles encapuchados y con antorchas y se dirigen al altar del gato grande. Se echan al suelo y levantan los brazos, como invocando. En un trono entre las patas del gato hay un viejo. Creo que es la misma vieja guardiana que custodiaba a la princesa secuestrada en el cabaret. A los pies del gato hay una mujer tendida, aparentemente muerta, vestida de blanco. "Continente perdido de Lemuria: despierta, tenemos que hablar", dice el viejo insolente. Pero, obviamente, no pasa nada. "¡Ossana!", gritan los figurantes. "¡Catarapunga Vitras!", dice, mirando a un tipo con turbante que está parado frente a él, aparentemente haciendo el saludo nazi, con el brazo derecho extendido arriba pa delante. "Vete a buscar a la princesa Nadji". El tipejo Vitras se vuelve y camina hacia el portón de salida, que los esclavos en pañales vuelven a abrir trabajosamente.
¿Logrará Vitras secuestrar a la princesa para llevarla al templo de Lemuria y sacrificarla?
El Retorno de Chandú. Capítulo 4: El Mal [The Evil Eye]. 1934 Director Ray Taylor Guión Harry A. Earnshaw Vera M. Oldham R.R. Morgan Adaptación Barry Barringer Reparto Bela Lugosi María Alba Lucien Prival Clara Kimball Young Deane Benton Phyllis Ludwig Cyril Armbrister Murdock Wilfred Lucas McQuard Wilfred Lucas Joseph Swickard Jack Clarck
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