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El Regreso de Chandú 4


Capítulo 4: El Mal. [The Evil Eye]. El sacerdote de Lemuria y sus secuaces raptan a la princesa egipcia Nadji y la llevan a un templo de Suva para sacrificarla. Pero Chandú la salva en el último instante.
Quedamos en que el sacerdote maligno se ha subido a bordo del yate y está siendo sorprendido por Chandú y el capitán Wilson cuando secuestra a la princesa. Están en la cubierta. El sacerdote arrastra y mantiene misteriosamente en pie a la princesa dormida. La noche es oscura. La mar, picada. Es entonces que el sacerdote les dice: "¡Un paso más, y la mato!"
Pero en lugar de amilanarse, el brujo Chandú lo mira intensa y fijamente, los ojos negros convertidos en cuchillos que atraviesan al sacerdote, y repite varias veces: "Suelta el cuchillo, suelta el cuchillo". Ahí empieza un terrible tira y afloja entre la mano y el cuchillo, pues parece que el cuchillo quiere obedecer y dejarse caer al suelo, y la mano está muy enojada y lo quiere retener para clavárselo a la princesa dormida. Al final, el cuchillo tiene más fuerza y se deja caer ruidosamente a la cubierta. Parece que eso asusta al sacerdote, pues se queda mirando tiritón, moviendo los ojos.
En ese momento, la princesa empieza a abrir los ojos y, a pesar de la oscuridad reinante, reconoce a Chandler y se acerca a él, sonriendo, para exclamar: "¡Chándu!" Instantes que el sacerdote, que parece despertar, aprovecha para lanzarse al mar.
Felizmente están por ahí cerca los otros fieles de su rara religión que lo rescatan raudos de las embravecidas aguas.
Aparecen unos marinos corriendo por la cubierta y no sé quién, porque apenas se ve, les dice: "Llevadla al camarote".
Chandler y el capitán se quedan hablando sobre hipnotismo, hasta que el capitán pregunta: "¿Dónde está el príncipe Andrés?"
La cámara nos lleva a un camarote del yate. Vienen entrando unas mujeres. Hay un cuerpo tendido en el suelo. La mujer de blanco, mayor, dice: "Oh", agachándose sobre el hombre tendido. Luego se cubre la boca con la mano y envía a la rubia, vestida de negro y más joven, a buscar ayuda. La tercera mujer mira sin saber qué hacer.
Ahora estamos llegando al puerto de Suva, en los mares del Sur. Se ven montones de embarcaciones, esclavos, hombres blancos con sombreros de explorador y hombres con pañales. La cámara sigue a un hombre vestido de blanco y sombrero de explorador, que entra a un jardín y se acerca a dos mujeres que están sentadas a una mesa bajo la mirada vigilante de un loro. Una de ellas es la princesa. "Hola Nadji, te ves muy bien", dice el insolente, que resulta ser Bob, el sobrino de Chandler. Pregunta el tontorrón por él. La princesa dice que ha ido a la policía. Llega un camarero y le dice que a su Alteza la quiere ver el comisario de policía. Ella se preocupa de que al tío Frank le pueda haber pasado algo. Pero el sobrino dice: "Oh, no. Mi tío sabe cuidar de sí mismo". Ja. Llega un señor vestido de policía, igualmente con casco de explorador, y le entrega a la princesa un papel diciendo que es una carta de Chandler. Es una carta. Dice: "Por favor acompaña a la comisaría al comisario, que te quiere hacer unas preguntas". La firma "Chandler". Yo me creo que es una trampa del sacerdote maligno para volverla a raptar y clavarle un cuchillo en el pecho y sacarle el corazón.
"Es sólo una formalidad", dice el comisario. Pues bien, van saliendo de esa terraza que se topan -es decir, la princesa y la hermana del tonto, y el tonto mismo- con la señora mayor, Dorothy, que me parece que viene siendo la mujer del Príncipe Andrés. Entonces explica la princesa. Pero como la condesa mira intrigada, el tontorrón interviene para asegurarla que nada pasará, que el tío simplemente le escribió una carta encareciéndole que se acercara a comisaría.
Bien. ¡La mujer mayor es hermana de Chandler! El tontorrón y la chica rubia son sus hijos. "Me creo que les voy a acompañar", dice la condesa. "No os preocupéis", salta el policía. "Nada le va a ocurrir". "Igual iba de compras", dice la condesa, que parece muy zorra.
Pues suben entonces a una furgoneta de madera de esa época remota, quedándose en tierra el tonto y su hermana, la Betty.
Entretanto, como yo me lo suponía, se despide Chandler del verdadero comisario a la puerta de la comisaría. "Si necesita más información, no dude en llamarme", dice el barrigón, y se vuelve a meter en su madriguera.
En la furgoneta viajan pues el jefe de la policía, que es falso, y la princesa y la condesa. De pronto dice la princesa: "Aquí hay gato encerrao. ¡Siento peligro!" "¡Stop this car!", ordena la condesa. "Queremos bajarnos". La condesa lleva un sombrero muy pero muy parecido al que ando luciendo en estos días. ¡No sabía yo que entonces era modelo de mujer!
Entretanto va llegando a casa el tío Frank y lo recibe el tarado. "¿Qué no viene Nadji contigo?" "¿No están aquí?" "Oh, no. Mamá se fue con ella a la comisaría cuando la mandaste llamar", dice el imbécil. "¿Yo la mandé a llamar?", dice el brujo, que parece que no tiene memoria. "Claro, claro. Le escribiste esta nota", dice el memo, pasándole la nota manuscrita.
Tío Frank extrae la nota del sobre y se da vuelta como para salir, pero es para llamar por teléfono, que se encuentra convenientemente detrás de él.
Entretanto nos trasladamos a un cabaret, donde baila desenfrenada una mujer que blande cuchillos y que parece que se va desnudando a cuchilladas, rasgándose las ropas. Miran los hombres. El lugar parece ser una fachada de la terrible secta que persigue a la princesa. Ella y la hermana noble de Chandler se hallan sentadas en un camastro y una vieja cara de bruja parece estar vigilándolas. "Están bailando la danza de la muerte", dice la vieja.
Aparentemente en otro lugar del mismo tugurio, el sacerdote está sentado a un escritorio cuando entra un subalterno a informarle que está todo listo. No sé, me parece que le pregunta qué hace la policía, y el subalterno le dice que las embarcaciones en el puerto tienen orden de no zarpar. Entonces por un rato pareciera que el sacerdote se quiere levantar de la silla y no puede, y finalmente, pues parece que así se representaban en Lemuria entonces los esfuerzos del pensamiento, en lugar de apoyar la barbilla en el puño, como hacían los grecorromanos, y, digo, finalmente levanta la vista y dice: "Entonces yo mismo tendré que sacrificar a la princesa". Ah, tenía yo pues razón. "¡Y Chandú morirá con ella!" Y dice algo así como que su alma se echará a volar al alto templo de no sé qué.
Mientras, el tío Frank se pasea de lo más tranquilo con el idiota, aunque le dice: "No sé qué hacer, Bob". El sobrino para de repente la oreja. "¡Tambores de la selva, tío!" El tío también pues para su oreja y concluye: "Yes, deben de ser de algún rito mágico". "¡Vamos a investigar!", salta el infeliz, como si no hubiese nada mejor que hacer.
Lléganse pues al cabaret. Se ve a Chandler pasar fumando un puro junto a la bailarina exótica que trata de apuñalarse mientras se desmembra. Se sientan a una mesa y ordenan al camarero. Según yo, le dijo: "¡Tráeme una toalla negra!", pero no estoy seguro. "¿Has visto lo que yo?", le pregunta al mongólico. "¿Los tambores?" Tío Frank saca su estilográfica y escribe una nota en su libreta. "Entrégala al comisario y vuelve enseguida", le dice misterioso. "Pero, tío, déjame quedarme contigo. Se le daré a un mensajero allá afuera", dice el tonto. "¡Haz lo que te digo!", ordena Chandler. "Está bien", dice el estúpido, y sale del harén moviéndose de un lado a otro, la cabeza gacha, arrastrando los zapatos, como chiquilín enfadado.
Entretanto, en el templo del sacerdote ha empezado el rito que debe terminar con el sacrificio de la guapa e inocente princesa egipcia. "¡Oh, todopoderosa Ubasti! ¡Acepta este sacrificio!", resuena la voz en el templo. "¡Oh, todopoderosa Ubasti! ¡Acepta este sacrificio!", repiten a coro los otros malditos. El sacerdote lleva ahora un cucurucho de franjas y una capa y mira a la princesa, que está junto a la hermana de Chandler: "Naaadji, hiiija de Egipto. Al fin estás en el viejo templo de Ubasti. Ahora, ¡mira!" Pues todos miramos para atrás de la princesa y ella se vuelve, y ¿qué vemos? Lo que vemos son un montón de llamas y de entre las llamas parece que emerge una isla. Y en la isla hay un templo y podemos ver lo que pasa dentro. Y lo que pasa dentro es que hay un montón de gente y un sacerdote gritón debajo de un gato gigante y rodeado de dantescas llamas que suelta una sarta de incoherencias y que parece que pretende que la princesa Nadji le entregue su alma. O algo así.
De repente volvemos al templo más chico donde están nuestras prisioneras. El sacerdote, impasible, suelta otra sarta ininteligible: "Carapatunga ashbi pitunga, ¡oh sacerdotes de Ubasti! ¡Cataplún caranpuuuún! ¡Carapatunga urunda Chandú poronga!" No sé. Se me ocurre que las dos mujeres entienden de corrido lo que dice el descerebrado, porque abren enormes los ojos y se llevan las manos a la garganta.
Chandler se aburre de estar sentado y empieza a dar vueltas por el cabaret. Entra a un cuarto y sorprende a un tipo colocándose la capa de los fieles de la secta de Lemuria. Mira este sorprendido y asustado al brujo, que se acerca a él echando los pechos palante, para verse más grande y amenazante. Luego lo mira fijamente y le pasa la mano por la cara, como solían hacer los hipnotizadores de antaño. Se queda el otro profundamente dormido. Y entonces pregunta tío Frank: "¿Dónde tenéis a la princesa?"
De vuelta en la ceremonia, sigue el sacerdote con sus memeces. "¡Caratarepún purún, oh grande diosa de las tinieblas, recibe el alma de Nadji, princesa de Egipto, katarún runga, en el templo de Lemuria". Dicho esto, se empieza a arremangar.
Entretanto, Chandler le ha quitado la negra capa al dormido, y se ha encasquetado el cucurucho de orejas puntiagudas de los fieles de la diosa Ubasti. Baja por una escalera caracol y entra al templo. Debajo de un gato -otro gato, supongo, que el del templo de Lemuria- pide el sacerdote a sus dioses nuevamente que acepten el sacrificio. Un acólito le entrega una espada, que el sacerdote muestra a la audiencia y la levanta en el aire y dice: "Ooooh Nadji, ¡voy a liberar tonces tu alma!" Se abalanza entonces Chandler sobre el insensato y, naturalmente, se echan los encapuchados encima de él. En ese momento llega el sobrino al cabaret, seguido de un montón de agentes, y se desparraman por el templo dando de patadas y puñetas. Tío Frank le mete un puñetazo en el ojo al sacerdote. Este cae y coge la espada y trata de cortarle la cabeza a Chandler. El sobrino, cogido de la mano con su mamá y la princesa, miran la trifulca, hasta que Chandler, aburrido, le pega un empujón y cae el brujo rompiendo la baranda del primer piso, donde se encontraban, y se hunde en una de las piras encendidas y tal parece muere achicharrao. Bien, caen todos los egipcios presos.
Ahora estamos en casa de la hermana de Chandler y, oh no, ahí está el tonto con su hermana y su mamá rellenando un puzzle. Suena el teléfono. Contesta el tonto, que para eso ha de pararse y caminar hasta el artefacto que está pegado a una pared. "Un momento. Iré por mister Chandler", dice. Nos asomamos por el balcón y vemos al tío Frank sentado junto a la princesa haciéndole tocaciones íntimas. En realidad, parece que la quiere tocar la almeja y ella le coge la mano, pero complacida. El tonto mira enternecido y vuelve al teléfono. "¿Puede llamar después? Mister Chandler está muy ocupado ahora".
De vuelta en el jardín, suelta la princesa: "Al fin toy segurra". Claro, dice Chandler, para eso maté al sacerdote Vindhyan y sus seguidores están tras las rejas. "Se acabarron mis prroblemas", prosigue ella.
Entretanto, en la isla de Lemuria un montón de hombres en pañales abren las hojas del enorme portón del templo, que según me entero es el mismo portón que se usó en ‘King Kong' y quemaron luego para las escenas de incendio de ‘Lo que el viento se llevó'. Entran en procesión los fieles encapuchados y con antorchas y se dirigen al altar del gato grande. Se echan al suelo y levantan los brazos, como invocando. En un trono entre las patas del gato hay un viejo. Creo que es la misma vieja guardiana que custodiaba a la princesa secuestrada en el cabaret. A los pies del gato hay una mujer tendida, aparentemente muerta, vestida de blanco. "Continente perdido de Lemuria: despierta, tenemos que hablar", dice el viejo insolente. Pero, obviamente, no pasa nada. "¡Ossana!", gritan los figurantes. "¡Catarapunga Vitras!", dice, mirando a un tipo con turbante que está parado frente a él, aparentemente haciendo el saludo nazi, con el brazo derecho extendido arriba pa delante. "Vete a buscar a la princesa Nadji". El tipejo Vitras se vuelve y camina hacia el portón de salida, que los esclavos en pañales vuelven a abrir trabajosamente.

¿Logrará Vitras secuestrar a la princesa para llevarla al templo de Lemuria y sacrificarla?

El Retorno de Chandú. Capítulo 4: El Mal [The Evil Eye]. 1934 Director Ray Taylor Guión Harry A. Earnshaw Vera M. Oldham R.R. Morgan Adaptación Barry Barringer Reparto Bela Lugosi María Alba Lucien Prival Clara Kimball Young Deane Benton Phyllis Ludwig Cyril Armbrister Murdock Wilfred Lucas McQuard Wilfred Lucas Joseph Swickard Jack Clarck

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El Regreso de Chandú 3


Capítulo 3: En Alta Mar. Chandú rescata a la princesa hipnotizada y la aleja de sus enemigos refugiándose en alta mar. Mientras intenta despertarla, el sacerdote de Lemuria trata de volver a secuestrarla.
Efectivamente el coche rompe la barrera y parece que cae al vacío. Pero la verdad es que, a pesar de la velocidad, Chandler logra frenar y el coche queda colgando sobre el precipicio.
"¿Vas a llamar a ***, tío Frank?", pregunta el sobrino. Chandler se pasa la mano por sobre el anillo y empieza a hablar aparentemente solo, aunque se escucha una vez lejana que pareciera ser la de un guía espiritual o dios suyo que le dice que no tema. "Los verdaderos fieles no conocen el temor, hijo mío", le dice la voz. Le pregunta a su dios dónde está la princesa, pero este le dice solamente que tenga fe. De repente, antes de que la voz le revele el lugar donde se encuentra la princesa egipcia, se queda dormido con la cabeza apoyada sobre el volante.
Al despertar el coche empieza a retroceder autónomamente y se aleja del borde del precipicio. Sin que él haga nada, el coche se desliza a toda velocidad por la carretera. Y así, a los pocos segundos, llegan a la casa donde retienen a la princesa. Chandler se acerca a la puerta. Pone la oreja, la empuja, y, como está abierta, entra al vestíbulo. Lo cruza y abre otra puerta. Ahí está el hombre de turbante negro, con dos secuaces a su lados, inclinado sobre la princesa que ya metió en un sarcófago. "Ahora al despertar sólo me obedecerás a mí", la dice.
Ordena a los ayudantes llevar el sarcófago al puerto. "Voy a hacer las preparaciones para zarpar de inmediato", dice, y sale por otra puerta. Los dos ayudantes, que llevan dos monos gorros de orejas puntiagudas, empiezan su tarea. Chandler, que ha vuelto al vestíbulo, vuelve a pasar la mano sobre su anillo y esta vez, en lugar de comunicarse con su dios, se hace invisible.
Entra así a la recámara. Parece que para deslumbrar a los encargados, hace que la tapa de una vasija se deslice sola por los aires. Los tipos se quedan pasmados, pegados al suelo. Para cuando el mago se deja ver y destapa el sarcófago, los dos fieles están inmovilizados. El mago coge en sus brazos a la princesa durmiente y escapa del santuario.
"¡Qué rápido eres, tío!", le dice el robinesco sobrino. Salen a toda prisa. En eso, vuelve el sacerdote, cruza el vestíbulo, entra a la recámara y encuentra embalsamados a los dos ayudantes. Los despierta. "¡Fue Chandú!", gritan, los ojos despavoridos.
A la costa se acerca una embarcación. Aparentemente lleva dentro a Chandú y a la princesa, que sigue durmiendo. En la cubierta una pareja, él el capitán y ella quién sabe, mientras son atendidos por un camarero a la mesa, comentan la situación de la princesa. Lleva cinco días durmiendo, y las artes de Chandú no la han podido sacar de su sopor. "¿Magia negra?", dice ella. El camarero, curiosamente, lleva un turbante y por los ojitos que hace cuando atiende a la pareja queda claro que es un espía de los malos. Chandú/Chandler le pasa la mano por encima de la cara una y otra vez, pero ella no despierta. Digamos de paso que hace cinco días que no se muda, porque luce el mismo vestido que cuando estaba en el sarcófago. "Nadji. Chandú te ordena que despiertes", la dice por enésima vez, mirándola fijamente a los ojos. Y ella, oh milagro, empieza a respirar más pesadamente. Pero no despierta.
En la cubierta, entretanto, un marinero le entrega unos objetos a alguien que no vemos. Un tipo de bigotes, en eso, se asoma por la puerta de la cabina. Justo en ese momento, Chandler se levanta de junto al lecho, se calza una gorra marinera y sale.
En el pasillo se topa con sus dos sobrinos. "¿Llamaste a ***, tío Frank?", pregunta él, mientras el bandido embigotado espía desde otra puerta. Llega el capitán y se marchan. A la sobrina se le ocurre una idea brillante: "¡Vamos a mirar a los peces voladores!", grita entusiasmada.
En la cabina del capitán, Chandler confiesa su incapacidad. En cubierta, los dos sobrinos atisban unas misteriosas luces en la oscuridad de alta mar.
Entretanto, el camarero entra a la recámara donde duerme la princesa. Es seguido por el espía de negro de los bigotes, que se lanza por detrás sobre él y parece que tiene ganas de estrangularlo. Lo arrastra fuera, entran a los empujones por otra puerta y le pega un puñetazo. El camarero se desmaya. El bigotudo le pone una mordaza.
Vuelve el bandido a la cabina de la princesa, cierra la puerta, apaga la luz y se pone a escudriñar por la ventana. Se acerca una lancha blanca. El bandido hace señas con una linterna. "Rómpeles el motor", dice el malo. Se saca la gorra y oh, es nada menos que el sacerdote. Se sienta al borde de la cama y la empieza a hablar a la princesa en una lengua ininteligible, como de mago enloquecido y paranoico.
Entretanto, despierta el camarero. Entretanto, un acólito del sacerdote trata de romper los motores de la embarcación. El sacerdote pasa una mano por sobre la cara de la princesa y esta, oh, despierta finalmente. Se levanta zombi y se dirige a la ventana. Pero el sacerdote prefiere sacarla por la puerta. El camarero termina de desatarse y corre por los pasillos del barquito gritando: "¡Amo! ¡Amo! ¡Vindhyan!" A buen entendedor, pocas palabras. Se echan a correr. En la cubierta, sorprenden -Chandú, el capitán, el camarero y otro señor- al pontífice con la princesa en brazos. Pero el malo saca un puñal y dice: "¡Un paso más, y la mato!"

¿Podrá Chandú salvar a la princesa? ¿La llevará el sacerdote a quién sabe qué tormentos en la misteriosa isla de Lemuria?

El Retorno de Chandú. Capítulo 3: En Alta Mar. 1935 Director Ray Taylor Guión Harry A. Earnshaw Vera M. Oldham R.R. Morgan Adaptación Barry Barringer Reparto Bela Lugosi María Alba Lucien Prival Clara Kimball Young Deane Benton Phyllis Ludwig Cyril Armbrister Murdock Wilfred Lucas McQuard Wilfred Lucas Joseph Swickard Jack Clarck

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El Regreso de Chandú 2


Capítulo 2: La Casa en la Colina. A pesar de contar con la protección de Chandú, la princesa egipcia Nadji es secuestrada por los fanáticos de una secta misteriosa.
Chandler se salva de morir por un dardo envenenado que le lanzó el gran sacerdote a través de la ventana abierta. Cuando el camarero chino cae, llama a la princesa a gritos. Llega esta presurosa con la anfitriona para que Chandú le diga que el camarero está muerto. "Otra vez has arriesgado tu vida por mí", le dice ella, coqueta. "Nito pertenecía a la secta secreta", la dice él. Y la informa de la reunión en Los Angeles que planean los conjurados. Le dice que es mejor que ella se traslade al yate de la anfitriona en el puerto.
En la casa del árbol muerto, un señor de turbante y traje negros, corbata y pañuelo en el bolsillo, hace una especie de juramento, se le unen dos acólitos y empieza a hablar con un tigre y a pedirle que le muestre el futuro. Mirando las llamas frente a la estatua de metal de un dios perro o tigre, lo único que ve, empero, es a Chandú, que en ese momento está hablando por teléfono con el director del museo de arqueología diciendo que debe marcharse inesperadamente y si puede enviar a alguien a recoger las momias que ha donado al museo.
Tras la conversación, entran a la biblioteca desde donde llama la anfitriona y otro señor. La dice él que Nadji corre gran peligro. Ella le pregunta por qué no dejar todo en manos de la policía.
Pero Chandler rechaza la idea. Dice que la policía no lo tomará en serio -una acusación de magia. Y cree que la publicidad no será buena para la princesa.
Entonces entra la princesa y nos enteramos que es la mañana del día siguiente. "Tienes que dejarme volver a Egipto", le dice. "Sólo te he traído peligros".
Junto a la ventana, un hombre con tijeras podadoras parece tener interés en oír lo que se habla dentro.
Chandler tranquiliza a la princesa diciéndole que ahí no corre peligro. Le dice que debe marcharse.
Le pide a su sobrino Bob que lo acompañe al coche y aha, le da un beso en la boca a la anfitriona. (Estaba yo creído que era su hermana. No sé si en Estados Unidos era habitual, en la primera parte del siglo 20, que los hermanos se besasen en la boca).
Salen. "Dejo todo en tus manos, Bob", dice Chandler al sobrino. "Nadji no debe salir de la casa". El sobrino le dice que no se preocupe.
Le informa el tío al sobrino que vendrán los hombres del museo a por las momias. Y que excepto ellos, nadie más debe entrar a la casa.
El jardinero observa atentamente la escena, y cuando Bob vuelve a entrar a la casa, consulta su reloj.
Dos hombres que ya conocemos, uno de ellos con un enorme sombrero de copa, muy Dickens, se suben a hurtadillas a la furgoneta de madera del museo. Justamente, de inmediato salen dos empleados del museo y también se montan en la cabina. Deben de ser los que van a la casa de la hermana de Chandler, pero los dos hampones se les echan encima.
Entretanto, la princesa Nadji y Bob y su hermana rubia matan el tiempo leyendo en el porche. Se acerca el jardinero con un pequeño florero de rosas blancas en la mano. Sube al porche y deposita el florero en una de las mesas, junto a la princesa. Coge una rosa y se la ofrece a la princesa. "¡Gracias! ¡Qué bella es!", dice la princesa, oliéndola profundamente.
Entretanto, los dos hampones se detienen y sacan a los dos empleados inertes del museo y los trasladan sobre sus hombros no se sabe dónde.
En el muelle, justamente, el capitán del yate le dice a Chandler que puede llevar a la princesa Nadji cuando quiera.
Entretanto, la princesa reparte su tiempo entre leer y olfatear la rosa, por lo que pronto le entra un profundo sopor. La anfitriona, que saca de repente una voz de enorme parecido con la de Marilyn Monroe, la sugiere que se eche a dormir.
La princesa, que lleva un vestido largo muy sencillo y enormes pendientes redondos, deja el libro y entra a la casa. Se dirige a su dormitorio, siempre olfateando la rosa. Perose lleva la mano a la sien y cae redonda -antes de llegar a la cama.
Entra entonces el falso jardinero al dormitorio y coge en sus brazos a la princesa. Pero no alcanza a salir que el sobrino y su hermana tocan a la puerta, sin duda preocupados por la salud de la princesa. El falso jardinero la deja sobre la cama y se mete él mismo en un gigantesco armario que decora el aposento de la egipcia.
"Creo que está durmiendo", dice la rubia, que luce una larga falda blanca y una blusa de flores. "No me importa", dice Bob. "Mi tío me la encargó y entraré a verla".
Entran. La princesa, aparentemente, duerme. Se apresuran pues a salir hacia una salita, donde se separan. Bob sale aparentemente de la casa. Y la chiquilla se mete por otra puerta.
El falso jardinero sale de su escondite, recoge nuevamente a la princesa y la lleva hasta la salita, dejándola en un sofá. Destapa entonces un sarcófago que hay en la salita y, aparentemente, el jardinero esconde ahí a la princesa. Los hampones de la furgoneta, que entretanto han llegado a la mansión, trasladan a la momia al vehículo. Entretanto, Chandler viene a toda velocidad por la carretera.
En el jardín, el mismísimo Bob observa displicente a los conspiradores cuando meten el sarcófago en la furgoneta. Se mete las manos a los bolsillos y entra a casa.
La furgoneta desaparece a toda prisa, segundos antes de que llegue Chandler en su descapotado. Entra a casa.
La sobrina lo saluda alegremente. Chandler la dice que todo el mundo debe abordar el yate la noche. Su madre mira sonriendo. Pregunta él por la princesa. Está durmiendo, le dice la sobrina.
Bob fanfarronea, incluso se mece sobre sus piernas, cuando dice que nunca perdió de vista a la princesa.
"¡Tío Frank, tío Frank!", grita la rubia cuando, en el dormitorio de la princesa, descubre que ha desaparecido de la cama.
Todos corren allá. Tío Frank mira la rosa, la recoge, la huele. "Drogas", dice, y la deja caer nuevamente.
Entretanto, la furgoneta del museo corre a toda velocidad por la carretera asfaltada, hasta que dobla por un camino de tierra.
Mientras, en la sala de Chandler, este y los suyos miran incrédulos el hueco donde estuvo antes el sarcófago. El tío Chandler corre el cortinaje y encuentra ahí a la momia verdadera. "Debemos encontrar el lugar donde se reunirán", dice. Y sale a toda prisa, sube al coche con su sobrino y se marcha.
Entretanto, la furgoneta del museo llega a la casa del árbol muerto. Trasladan el sarcófago al interior, donde arden las llamas frente a la estatua del dios tigre o perro de cabeza gigante. Aparece el hombre del turbante negro. Destapan el sarcófago. El sacerdote la pasa la mano sobre la cara, como suelen hacer los hipnotizadores, y la dice algo así como que la han liberado para siempre de las garras de Chandú.
Este viene a toda prisa por la autopista, pero con tan mala fortuna que en un puente sobre una cura, se lanza sobre la baranda, rompiéndola y cayendo al vacío.

¿Sobrevivirá Chandler ese terrible accidente? ¿Qué será de la princesa sin su ayuda? ¿La sacrificarán los fanáticos de la secta de ubasti?

El Retorno de Chandú. Capítulo 2: La Casa en la Colina. 1935 Director Ray Taylor Guión Harry A. Earnshaw Vera M. Oldham R.R. Morgan Adaptación Barry Barringer Reparto Bela Lugosi María Alba Lucien Prival Clara Kimball Young Deane Benton Phyllis Ludwig Cyril Armbrister Elias Lazaroff Murdock McQuard Wilfred Lucas Joseph Swickard Jack Clarck Frazer Acosta

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El Regreso de Chandú 1


Capítulo 1: La Víctima Escogida. Una sociedad secreta del continente desaparecido de Lemuria quiere recuperar su vieja civilización. Para eso deben sacrificar a una princesa egipcia que es la reencarnación de la diosa Ossana.
En el terminal del aeropuerto un auxiliar escribe en una pizarra que uno de los aviones se ha retrasado. Dos hombres con sombrero de fieltro -uno de los sombreros es un cubo bastante largo-, americana y corbata, se acercan al auxiliar y uno de ellos le pregunta si acaso se encuentra entre los pasajeros el señor Frank Chandler. La respuesta es positiva.
Un cartel anuncia a Nadji, Princesa de Egipto, en una recepción organizada por Frank Chandler. La princesa es presentada al matrimonio James. "Su Alteza, estoy encantada". "Supongo que nunca he estado con una princesa antes". "Oh, por favor. Me gustaría que todos en América os olvidarais que soy una princesa", dice, sonriendo ampliamente.
Bien, el señor James está esperando a Chandler en la recepción. La anfitriona presenta a sus hijos al matrimonio James y a la princesa. En el elegante salón, que entretanto se ha llenado de parejas elegantes, con mucho esmoquin y trajes de gala, hombres y mujeres se cogen por los brazos y empiezan a moverse de un lugar a otro al compás de algo pre-rock, quizás incluso pre-charleston. La princesa dice que se siente desvalida sin Chandler, que viene desde Chicago. La anfitriona la dice que no se preocupe, que nada la amenaza. Pero ella se siente siempre mal sin Chandler a su lado.
Llega Judith que quiere salir a moverse con Bob, hijo de la anfitriona.
Aparece un hombre de bigotes que pide a Bob informaciones sobre la princesa y desaparecen en una de las habitaciones.
Entretanto parece que golpean a la puerta, pues el mayordomo la abre, dejando ver lo que parece ser una cabellera colgada donde debe estar la aldaba, y haciendo entrar al salón a dos hombres con aspecto de malvados. Uno es el doctor Bara, que dice su nombre al entregar su sombrero al mayordomo, y el otro, sin sombrero pero de enormes entradas y gigantesco chal blanco, es el señor Sutra. Ambos tienen la mirada torva. "Hemos venido por el señor Chandler", dice Bara. (Estos dos son no los mismos que vimos inquiriendo sobre Chandler en el aeropuerto).
Bara tiene igualmente profundas entradas, y lleva bigote y barba de chivo. Entrega a otro criado su sombrero y abrigo.
La princesa Nadji ha estado observando la escena y al verlos entrar al salón, exclama ante su anfitriona: "Un terrible peligro acaba de entrar a esta casa".
El doctor Bara -aparentemente también egipcio, como su acompañante- se acerca rápidamente a un camarero de aspecto oriental que los mira desde detrás de una cortina. Le dice Bara: "¿Estás dispuesto a hacer lo que te ordenemos?" "Sí, mi amo", responde el chino, mientras detrás de su amo atisba la cabeza separada y pegada a la pared de lo que parece ser un león. Le dice Bara: "¿Dónde está el templo secreto?" y luego: "Tienes que anunciarnos".
Un periodista entrevista a Bob y le pregunta por qué razón ha venido a Estados Unidos la princesa. Bob le dice que viene escapando de un secuestrador, porque es muy rica. El periodista le pregunta si acaso su tío tiene poderes mágicos orientales y si es verdad que en Oriente le llaman Chandú, el Mago. Bob, sobrino así de Chandler, le dice que este nació en Oriente y que probablemente sabe de magia. Llega su hermana y le dice que la princesa Nadji lo espera en la biblioteca, pero de inmediato.
Entra a la biblioteca. La princesa está sentada en un sillón, derrumbada. La anfitriona dice que ha entrado un gran peligro en casa. "Vamos, vamos", dice Bob. "Esto no es Egipto. Pensé que había usted dejado todo eso con las momias", dice Bob, repentinamente impertinente. "Ojalá estuviera aquí Chandú", dice la princesa, retorciéndose las manos.
Bob decide ir a recoger el coche de la delegación diplomática y aparcarlo en la puerta. En el camino se libra de Judith, que todavía quiere bailar con él.
Entretanto, Bara habla con el chino detrás de las cortinas y le dice que debe preparar un vaso de vino y le entrega algo diminuto en la mano.
Ahora aterriza un avión. Atisban dos tipos de mal aspecto. Llega aparentemente Chandler -americana y corbata, sombrero de fieltro, gabán colgando del brazo- y se mete en una cabina telefónica.
En el salón, Bob y su hermana y su madre revisan la lista de invitados. Bob encuentra el nombre del doctor egipcio. Suena entonces el teléfono. Es Chandler, llamando desde el terminal. "Ven rápido", dice la princesa. "No te muevas de ahí y no estés sola nunca. Llegaré en cinco minutos", dice el hombre al que la princesa llama Chandú y los demás, Frank Chandler. Sale de la cabina, pero antes, como ha observado a los canallas espiándolo, frota el enorme anillo en forma de ojo que lleva en su dedo, mirando misteriosamente.
En la recepción, el chino lleva una bandeja con copas de vino a los espías egipcios, e indicando la tercera copa, dice: "El vino para la princesa Nadji".
Justo en ese momento llegan al salón la princesa y su séquito de amigos, y el doctor Bara propone un brindis por la princesa. El chino le acerca la bandeja, la princesa coge con su mano la copa y acepta el brindis, y en el momento en que se lleva la copa a los labios, esta, la copa, salta por los aires, para gran consternación de todo el mundo.
El responsable de esto es Chandler, que mira desde la puerta. La princesa se acerca a él. Chandler escudriña el salón. Pasa el camarero chino, y Chandler, que lo ve sospechoso, lo llama. "Irás a la biblioteca y me esperarás allá", le dice, con voz profunda. "Sí, señor", dice el chino.
El doctor egipcio observa la escena y se sabe perdido. "Debemos impedirlo", dice.
Chandler lleva a la princesa y a su hermana a un sofá, las sienta y las empieza a hablar. "Conozco las razones por las que intentaron secuestrarte. ¿Habéis oído hablar de ubasti?" "¿En el continente perdido de Lemuria, ahí donde hacen magia negra?", pregunta la princesa. "Hace poco, el último gran sacerdote del continente perdido fue rescatado del mar y sus seguidores creen que lo pueden volver a la vida, a él y al viejo continente, con el sacrificio de una princesa egipcia que tenga sangre real en sus venas... Y esa eres tú, Nadji", dice Chandú. Se marcha entonces a la biblioteca, asegurando a la princesa que no debe temer nada y que siente tranquila a tomar el té.
En la biblioteca está el camarero chino. Chandler lo mira con ojos de hipnotizador y le ordena responder sinceramente sus preguntas. Le pasa la mano frente a los ojos como suelen hacer los hipnotizadores orientales. "¿Quién te ordenó servir ese vino envenenado a la princesa?", le pregunta. "Fueron órdenes del gran sacerdote Vindhyan", dice el chino. Luego el camarero le cuenta que habrá una reunión del alto sacerdote y otros en algún lugar en California, no muy lejos de la casa. Pero el doctor egipcio está espiando desde el jardín. Y cuando el chino empieza a decir dónde ("En una casa vieja, con un árbol muerto..."), el sumo sacerdote saca una cerbatana, la sopla y le dispara un dardo, que da en el pecho del criado, que antes de dejarse caer al suelo haciéndose el muerto, alcanza a decir que el camino hacia el escondite de la reunión comienza en un cañón. Chandler se acerca corriendo al ventanal abierto y ve al brujo disparándole con la cerbatana.

¿Se salvará Chandú del dardo envenenado?
¿Dónde está el templo secreto del gran sacerdote Vindhyan?
¿Qué horrores depara el futuro para la princesa Nadji en manos de los brujos de Ubasti?

El Retorno de Chandú Capítulo 1: La Víctima Escogida 1935 Director Ray Taylor Guión Harry A. Earnshaw Vera M. Oldham R.R. Morgan Reparto Bela Lugosi María Alba Clara Kimball Young Lucien Prival Deane Benton Phyllis Ludwig Cyril Armbrister Elias Lazaroff Dick Botiller Frazer Acosta Bryant Washburn Baby Peggy Isabel La Mal Charles Meecham Don Brodie

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