Villa Venezolana del Cine
[Juan Forero] Estudio estatal venezolano se encargará del ‘imperialismo' de Hollywood.
Guarenas, Venezuela. Resuelto a impulsar una revolución cultural, el gobierno furiosamente nacionalista de Venezuela ha pedido a las emisoras de radio que toquen más música venezolana, ha fomentado el arte imbuido de celo revolucionario y ha publicado libros exaltando la transformación del país con el presidente Hugo Chávez.
Ahora, para contrarrestar lo que Chávez llama el "imperialismo cultural" norteamericano y las películas de Hollywood que se proyectan aquí en todas partes, el gobierno populista se está zambullendo de cabeza en el negocio del cine. El gobierno bolivariano, llamado así en homenaje a su homónimo del siglo diecinueve, está fundando aquí un estudio cinematográfico moderno, escribiendo guiones que veneren la historia del país y financiando películas destinadas a arrancar en segunda a la moribunda industria cinematográfica venezolana.
"Durante muchos años no tuvimos o tuvimos una muy baja producción, de una o dos películas al año, cuando mucho", dijo Lorena Almarza, director de los estudios oficiales, Villa del Cine. "Entonces vino el gobierno bolivariano y la cultura se convirtió en un derecho constitucional, que no existía antes".
Chávez disfruta con una película bien contada, especialmente si el tema es político o si lleva un mensaje social más amplio. Ha expresado su admiración, por ejemplo, por ‘Río místico' [Mystic River] de Clint Eastwood, y se ha convertido en un buen amigo de la estrella de ‘Arma letal' [Lethal Weapon], Danny Glover. En realidad, la Asamblea Nacional venezolana aprobó 17.8 millones de dólares para financiar la película de Glover sobre la vida del revolucionario haitiano Toussaint L'Ouverture.
Los ganadores de Oscar, Sean Penn, que protagonizó ‘Río místico', y Kevin Spacey, también se han reunido con Chávez en Caracas. En una visita antes este mes, Spacey dijo que los estudios financiados por el gobierno ofrecían a los cineastas venezolanos la oportunidad de "hacer películas sobre su propio país y su propia cultura".
"Creo que lo deberían hacer todos los países", dijo Spacey en televisión nacional.
Muchos de los proyectos en Villa del Cine son decididamente políticos, y a tono con la imagen chavista de Venezuela como una democracia de punta luchando contra el imperialismo norteamericano. Eso ha conducido a documentales sobre la explotación extranjera de la industria petrolera y la represión estatal de los años setenta, cuando sucesivos gobiernos venezolanos tenían buenas relaciones con Washington.
Pero Villa del Cine, que abrió sus puertas el año pasado en esta ciudad al este de la capital, está determinada a ser mejor conocida por sus largometrajes, muchos de ellos mezclando la política con el arte.
Uno de ellos gira sobre un frío y calculador exiliado cubano que asesina a izquierdistas venezolanos y coloca una bomba en un avión de pasajeros -una película basada en la vida de un operativo de la CIA, Luis Posada Carriles, que es buscado aquí por cargos de terrorismo.
Posada Carriles, que vive en Miami, se ha declarado inocente y un tribunal estadounidense ha rechazado su extradición.
Gran parte de las nuevas producciones siguen la huella de la primera película de Villa del Cine, ‘Miranda regresa' [Miranda Returns], que se estrena el 12 de octubre. Quizás el proyecto más ambicioso de los estudios, gira sobre el general Francisco de Miranda, que luchó en las revoluciones independentistas de Estados Unidos, Francia y Venezuela y soñaba con fundar una república latinoamericana.
El director, Luis Alberto Lamata, utilizó 120 actores y 1200 extras y llevó sus cámaras hasta Rusia.
Almarza dijo que la idea es "rescatar" la rica historia venezolana, pasada y presente. "El presidente de la república insiste", dijo, "y es parte de la política de desarrollo, la deuda histórica que tenemos con este país".
Algunos observadores dicen que ese es exactamente el problema con Villa del Cine -la fuerte influencia del presidente y sus asesores, especialmente el ministro de Cultura Francisco Sesto, que ha dado la luz verde a los proyectos de los estudios.
Jonathan Jakubowicz, director venezolano, dijo que Villa del Cine permitirá que jóvenes actores hagan películas sólo dentro de ciertos parámetros.
Hace dos años, la cruda y horrorosa película de Jakubowicz sobre secuestros en las calles de Venezuela, ‘Secuestro Express', rompió récords de taquilla de producciones nacionales. Pero también provocó una virulenta reacción del gobierno.
Jakubowicz, que reunió el dinero para su película sin ayuda del gobierno, dijo que una película así no se haría nunca en Villa del Cine.
"Quieren películas que muestren a la revolución como la solución de todos los problemas del país y quieren películas sobre historias con los líderes de la independencia, siempre desde el punto de vista de la versión que defienden valores que pueden ser usados para celebrar la revolución bolivariana", dijo. "No creo que haya ninguna posibilidad de hacer películas que no estén sintonizadas con la revolución".
Aureliano Alfonso, director de arte de Villa del Cine, concedió que sería difícil hacer películas que arrojen una luz negativa sobre la sociedad venezolana. Probablemente no habrá una versión venezolana de la obra maestra brasileña ‘Ciudad de Dios', una violenta película sobre las pandillas de traficantes en Río de Janeiro.
Alfonso, que sin embargo ve un gran potencial en Villa del Cine, dijo que le preocupa que los estudios puedan concentrarse demasiado en películas políticas, como ha sido el caso en el pasado en América Latina.
"Creo que el Villa del Cine necesita abrirse mucho más, mostrar sus criterios y sus temas sobre la manera de hacer películas", dijo. "No me puedo quedar inmóvil en el pasado, como en los años setenta, cuando tuvimos un gran auge de películas nacionales y todos los temas eran políticos".
Efterpi Charalambidis es uno de los jóvenes directores que ha utilizado a Villa del Cine.
Su película, que se rueda ahora en barrios de Caracas, ciertamente tiene un tinte político. Su protagonista, Libertador Morales, es recto como una flecha, conduce una mototaxi y adora al verdadero Libertador, Simón Bolívar, el héroe de la independencia idealizado por el gobierno de Venezuela.
Pero la película de un millón de dólares, una mezcla de comedia y drama, explora las calamidades urbanas de Caracas, desde su horrendo tráfico hasta su desenfrenada delincuencia. Libertador Morales se convierte en una suerte de vigilante en la película, aunque Charalambidis dijo que él no es Charles Bronson.
"Me dije a mí mismo: ‘Qué tal si la hacemos sobre un tipo que tiene un agudo sentido de lo correcto y de la justicia", dijo, explicando el desarrollo de su idea.
Escribió la película en tres años durante una estadía en la Universidad de Columbia. De regreso en Venezuela, presentó la idea a Villa del Cine. "Les encantó el guión y entonces me propusieron producirlo en Villa del Cine", dijo.
Una noche hace poco rodaron en una autopista que bordea la montaña en el borde norte de Caracas.
Estaba por filmarse la primera escena romántica y Charalambidis corrió para asegurarse de que las luces estuvieran bien, que la tonta canción de Pedro Infante sonara a suficiente volumen y que el camarógrafo captara el mejor ángulo de su estrella.
Esa estrella, Rafael Gil, 39, tenía un pulcro y fino, el pelo negro y grueso lo llevaba hacia atrás y mantenido fijo con un exceso de laca. Gil es un poco chiflado y tampoco es un casanova clásico, nada parecido a esas caras bonitas que se ven en los culebrones venezolanos.
Por supuesto, se eso se trata exactamente.
Gil no ha tenido nunca ningún papel en un largometraje, y parte de lo que Villa del Cine espera hacer es ofrecer más oportunidades. Hasta ahora su trabajo se ha limitado al teatro.
"Están llamando a muchos actores de teatro para películas hechas en Villa del Cine", dijo, tomando una pausa. "Es bueno para el cine venezolano porque empiezas a ver caras nuevas".
Ahora, para contrarrestar lo que Chávez llama el "imperialismo cultural" norteamericano y las películas de Hollywood que se proyectan aquí en todas partes, el gobierno populista se está zambullendo de cabeza en el negocio del cine. El gobierno bolivariano, llamado así en homenaje a su homónimo del siglo diecinueve, está fundando aquí un estudio cinematográfico moderno, escribiendo guiones que veneren la historia del país y financiando películas destinadas a arrancar en segunda a la moribunda industria cinematográfica venezolana.
"Durante muchos años no tuvimos o tuvimos una muy baja producción, de una o dos películas al año, cuando mucho", dijo Lorena Almarza, director de los estudios oficiales, Villa del Cine. "Entonces vino el gobierno bolivariano y la cultura se convirtió en un derecho constitucional, que no existía antes".
Chávez disfruta con una película bien contada, especialmente si el tema es político o si lleva un mensaje social más amplio. Ha expresado su admiración, por ejemplo, por ‘Río místico' [Mystic River] de Clint Eastwood, y se ha convertido en un buen amigo de la estrella de ‘Arma letal' [Lethal Weapon], Danny Glover. En realidad, la Asamblea Nacional venezolana aprobó 17.8 millones de dólares para financiar la película de Glover sobre la vida del revolucionario haitiano Toussaint L'Ouverture.
Los ganadores de Oscar, Sean Penn, que protagonizó ‘Río místico', y Kevin Spacey, también se han reunido con Chávez en Caracas. En una visita antes este mes, Spacey dijo que los estudios financiados por el gobierno ofrecían a los cineastas venezolanos la oportunidad de "hacer películas sobre su propio país y su propia cultura".
"Creo que lo deberían hacer todos los países", dijo Spacey en televisión nacional.
Muchos de los proyectos en Villa del Cine son decididamente políticos, y a tono con la imagen chavista de Venezuela como una democracia de punta luchando contra el imperialismo norteamericano. Eso ha conducido a documentales sobre la explotación extranjera de la industria petrolera y la represión estatal de los años setenta, cuando sucesivos gobiernos venezolanos tenían buenas relaciones con Washington.
Pero Villa del Cine, que abrió sus puertas el año pasado en esta ciudad al este de la capital, está determinada a ser mejor conocida por sus largometrajes, muchos de ellos mezclando la política con el arte.
Uno de ellos gira sobre un frío y calculador exiliado cubano que asesina a izquierdistas venezolanos y coloca una bomba en un avión de pasajeros -una película basada en la vida de un operativo de la CIA, Luis Posada Carriles, que es buscado aquí por cargos de terrorismo.
Posada Carriles, que vive en Miami, se ha declarado inocente y un tribunal estadounidense ha rechazado su extradición.
Gran parte de las nuevas producciones siguen la huella de la primera película de Villa del Cine, ‘Miranda regresa' [Miranda Returns], que se estrena el 12 de octubre. Quizás el proyecto más ambicioso de los estudios, gira sobre el general Francisco de Miranda, que luchó en las revoluciones independentistas de Estados Unidos, Francia y Venezuela y soñaba con fundar una república latinoamericana.
El director, Luis Alberto Lamata, utilizó 120 actores y 1200 extras y llevó sus cámaras hasta Rusia.
Almarza dijo que la idea es "rescatar" la rica historia venezolana, pasada y presente. "El presidente de la república insiste", dijo, "y es parte de la política de desarrollo, la deuda histórica que tenemos con este país".
Algunos observadores dicen que ese es exactamente el problema con Villa del Cine -la fuerte influencia del presidente y sus asesores, especialmente el ministro de Cultura Francisco Sesto, que ha dado la luz verde a los proyectos de los estudios.
Jonathan Jakubowicz, director venezolano, dijo que Villa del Cine permitirá que jóvenes actores hagan películas sólo dentro de ciertos parámetros.
Hace dos años, la cruda y horrorosa película de Jakubowicz sobre secuestros en las calles de Venezuela, ‘Secuestro Express', rompió récords de taquilla de producciones nacionales. Pero también provocó una virulenta reacción del gobierno.
Jakubowicz, que reunió el dinero para su película sin ayuda del gobierno, dijo que una película así no se haría nunca en Villa del Cine.
"Quieren películas que muestren a la revolución como la solución de todos los problemas del país y quieren películas sobre historias con los líderes de la independencia, siempre desde el punto de vista de la versión que defienden valores que pueden ser usados para celebrar la revolución bolivariana", dijo. "No creo que haya ninguna posibilidad de hacer películas que no estén sintonizadas con la revolución".
Aureliano Alfonso, director de arte de Villa del Cine, concedió que sería difícil hacer películas que arrojen una luz negativa sobre la sociedad venezolana. Probablemente no habrá una versión venezolana de la obra maestra brasileña ‘Ciudad de Dios', una violenta película sobre las pandillas de traficantes en Río de Janeiro.
Alfonso, que sin embargo ve un gran potencial en Villa del Cine, dijo que le preocupa que los estudios puedan concentrarse demasiado en películas políticas, como ha sido el caso en el pasado en América Latina.
"Creo que el Villa del Cine necesita abrirse mucho más, mostrar sus criterios y sus temas sobre la manera de hacer películas", dijo. "No me puedo quedar inmóvil en el pasado, como en los años setenta, cuando tuvimos un gran auge de películas nacionales y todos los temas eran políticos".
Efterpi Charalambidis es uno de los jóvenes directores que ha utilizado a Villa del Cine.
Su película, que se rueda ahora en barrios de Caracas, ciertamente tiene un tinte político. Su protagonista, Libertador Morales, es recto como una flecha, conduce una mototaxi y adora al verdadero Libertador, Simón Bolívar, el héroe de la independencia idealizado por el gobierno de Venezuela.
Pero la película de un millón de dólares, una mezcla de comedia y drama, explora las calamidades urbanas de Caracas, desde su horrendo tráfico hasta su desenfrenada delincuencia. Libertador Morales se convierte en una suerte de vigilante en la película, aunque Charalambidis dijo que él no es Charles Bronson.
"Me dije a mí mismo: ‘Qué tal si la hacemos sobre un tipo que tiene un agudo sentido de lo correcto y de la justicia", dijo, explicando el desarrollo de su idea.
Escribió la película en tres años durante una estadía en la Universidad de Columbia. De regreso en Venezuela, presentó la idea a Villa del Cine. "Les encantó el guión y entonces me propusieron producirlo en Villa del Cine", dijo.
Una noche hace poco rodaron en una autopista que bordea la montaña en el borde norte de Caracas.
Estaba por filmarse la primera escena romántica y Charalambidis corrió para asegurarse de que las luces estuvieran bien, que la tonta canción de Pedro Infante sonara a suficiente volumen y que el camarógrafo captara el mejor ángulo de su estrella.
Esa estrella, Rafael Gil, 39, tenía un pulcro y fino, el pelo negro y grueso lo llevaba hacia atrás y mantenido fijo con un exceso de laca. Gil es un poco chiflado y tampoco es un casanova clásico, nada parecido a esas caras bonitas que se ven en los culebrones venezolanos.
Por supuesto, se eso se trata exactamente.
Gil no ha tenido nunca ningún papel en un largometraje, y parte de lo que Villa del Cine espera hacer es ofrecer más oportunidades. Hasta ahora su trabajo se ha limitado al teatro.
"Están llamando a muchos actores de teatro para películas hechas en Villa del Cine", dijo, tomando una pausa. "Es bueno para el cine venezolano porque empiezas a ver caras nuevas".
30 de septiembre de 2007
©washington post
[viene de mQh ]
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