Murió Jean-Claude Brialy
[Adam Bernstein] A los 74. Fue un actor clave de la Nueva Ola francesa.
Jean-Claude Brialy, un actor que trabajó en más de cien películas francesas, especialmente como protagonista de ‘El bello Sergio' [Le Beau Serge], de Claude Chabrol, ‘Una mujer es una muje [Une femme est une femme], de Jean-Luc Godard, y ‘La rodilla de Clara' [Le genou de Claire], de Éric Rohmer, murió este 30 de mayo en su casa en las cercanías de París. Tenía 74 años y sufría de cáncer.
Prodigiosamente versátil, Brialy se convirtió en un actor favorito de los directores de la Nueva Ola francesa, como Chabrol, Rohmer, Godard y Rivette. Su capacidad para expresar un amplio rango de emociones a veces contradictorias -ingenuidad, inteligencia, obsesión, astucia- le ganaron la simpatía de los directores de la Nueva Ola, que preferían técnicas narrativas imprevisibles.
Brialy, hijo de un oficial de alto rango del ejército francés, nació el 30 de marzo de 1933, en Aumale, Argelia. Detestaba su educación estricta, y la actuación se convirtió en una temprana forma de rebelión. Tuvo violentas disputas con su padre, que una vez lo encerró en un cuarto para impedir que asistiera a un ensayo para una pieza de teatro en la escuela.
Irónicamente, el servicio militar le ofreció su mejor oportunidad para salir de casa, y logró conseguir trabajo en una unidad de cine en el ejército. Después de la desmovilización, hizo una breve práctica de formación en un conservatorio de Estrasburgo y se asentó en París en 1954.
Fue adoptado por un grupo de periodistas de cine asociados a la revista Cahiers du Cinéma, que formaban el núcleo del movimiento de la Nueva Ola. Se dice que se convirtió en un favorito del crítico de Cahiers, André Bazin, improvisando disparatados sketches frente a un teatro en los Campos Elíseos. Su recompensa fue una entrada gratis al cine.
Pronto empezó a aparecer en cortometrajes de Godard, Rohmer, Rivette y otros. En 1956, hizo de amante en la película corta de Rohmer, ‘La sonata a Kreitzer' [La Sonate a Kreutzer; The Kreutzer Sonata], una curiosidad en la que Rohmer hizo de marido y mujer.
Brialy siguió aceptando pequeños papeles en los largometrajes de sus cada vez más importantes amigos, entre ellos en ‘Los amantes' [Les Amants; The Lovers] de Louis Malle y ‘Ascensor para el cadalso' [Ascenseur pour l'Échafaud; Elevator to the Gallows]; en ‘Los cuatrocientos golpes' [Les Quatre Cents Coups; The 400 Blows]; y en ‘Cleo de 5 a 7' [Cleo From 5 t0 7].
Dijo que Chabrol fue su primer protector. "Estuvo convencido siempre de que yo era un buen actor", dijo Brialy.
Se convirtió en una estrella en ‘El bello Sergio' [Handsome Serge, 1958], de Chabrol, donde hizo de un joven que vuelve a su ciudad provincial y se obsesiona con ayudar a un amigo autodestructivo. Al año siguiente, Chabrol lo dirigió en ‘Los primos' [Les Cousins], como un cínico hedonista. Su coprotagonista fue Gérard Blain, un melancólico actor llamado a menudo el James Dean de Francia.
Durante los años sesenta, Brialy mantuvo una carrera sorprendentemente activa. Apareció en siete películas solamente en 1961, incluyendo el divertido musical de Godard ‘Una mujer es una mujer', como parte de un triángulo amoroso con Anna Karina y Jean-Paul Belmondo. Karina, la mujer de Godard, fue la striptisera que quiere casarse y ser madre.
Luego consiguió papeles de protagonista en dramas más sencillos, incluyendo el thriller policial ‘La espada y la balanza' [Le glaive et la balance; The Sword and the Balance], de André Cayatte, con Anthony Perkins, y la comedia de Jacques Deray, ‘El gigolo' [Gigolo] con Alida Valli.
También tuvo un papel secundario en la película contra la guerra ‘Rey de corazones' [Le Roi de Coeur; King of Hearts], de Philippe Broca, con Alan Bates. La película, escenificada en un manicomio francés durante la Primera Guerra Mundial, fue inmensamente popular con las audiencias estadounidenses y fue proyectada durante una década en algunas salas.
En ‘La rodilla de Clara', 1970, de Rohmer, Brialy fue un diplomático ensimismado que siente el inexplicable impulso de tocarle la rodilla a la hija adolescente de un amigo. La película, para algunos desconcertante, lírica y misteriosa para otros, tuvo muchos defensores en el curso de los años, incluyendo al crítico de cine del New York Times, Vincent Canby.
La capacidad de Brialy de permanecer serio en las más absurdas situaciones, lo transformó en el hombre ideal para el absurdo drama de Luis Buñuel, ‘El fantasma de la libertad' [Le Fantôme de la Liberté; The Phantom of Liberty], de 1974. En una escena, él y Mónica Vitti, que hace de su mujer, yacen en una cama mientas ven pasar unas avestruces.
Empezó a dirigir a principios de los años setenta, y demostró su habilidad en muchos géneros. Su debut como director, ‘Eglantine', 1971, fue una encantadora historia ambientada en el siglo diecinueve sobre la visita de un niño a su abuela.
Prodigiosamente versátil, Brialy se convirtió en un actor favorito de los directores de la Nueva Ola francesa, como Chabrol, Rohmer, Godard y Rivette. Su capacidad para expresar un amplio rango de emociones a veces contradictorias -ingenuidad, inteligencia, obsesión, astucia- le ganaron la simpatía de los directores de la Nueva Ola, que preferían técnicas narrativas imprevisibles.
Brialy, hijo de un oficial de alto rango del ejército francés, nació el 30 de marzo de 1933, en Aumale, Argelia. Detestaba su educación estricta, y la actuación se convirtió en una temprana forma de rebelión. Tuvo violentas disputas con su padre, que una vez lo encerró en un cuarto para impedir que asistiera a un ensayo para una pieza de teatro en la escuela.
Irónicamente, el servicio militar le ofreció su mejor oportunidad para salir de casa, y logró conseguir trabajo en una unidad de cine en el ejército. Después de la desmovilización, hizo una breve práctica de formación en un conservatorio de Estrasburgo y se asentó en París en 1954.
Fue adoptado por un grupo de periodistas de cine asociados a la revista Cahiers du Cinéma, que formaban el núcleo del movimiento de la Nueva Ola. Se dice que se convirtió en un favorito del crítico de Cahiers, André Bazin, improvisando disparatados sketches frente a un teatro en los Campos Elíseos. Su recompensa fue una entrada gratis al cine.
Pronto empezó a aparecer en cortometrajes de Godard, Rohmer, Rivette y otros. En 1956, hizo de amante en la película corta de Rohmer, ‘La sonata a Kreitzer' [La Sonate a Kreutzer; The Kreutzer Sonata], una curiosidad en la que Rohmer hizo de marido y mujer.
Brialy siguió aceptando pequeños papeles en los largometrajes de sus cada vez más importantes amigos, entre ellos en ‘Los amantes' [Les Amants; The Lovers] de Louis Malle y ‘Ascensor para el cadalso' [Ascenseur pour l'Échafaud; Elevator to the Gallows]; en ‘Los cuatrocientos golpes' [Les Quatre Cents Coups; The 400 Blows]; y en ‘Cleo de 5 a 7' [Cleo From 5 t0 7].
Dijo que Chabrol fue su primer protector. "Estuvo convencido siempre de que yo era un buen actor", dijo Brialy.
Se convirtió en una estrella en ‘El bello Sergio' [Handsome Serge, 1958], de Chabrol, donde hizo de un joven que vuelve a su ciudad provincial y se obsesiona con ayudar a un amigo autodestructivo. Al año siguiente, Chabrol lo dirigió en ‘Los primos' [Les Cousins], como un cínico hedonista. Su coprotagonista fue Gérard Blain, un melancólico actor llamado a menudo el James Dean de Francia.
Durante los años sesenta, Brialy mantuvo una carrera sorprendentemente activa. Apareció en siete películas solamente en 1961, incluyendo el divertido musical de Godard ‘Una mujer es una mujer', como parte de un triángulo amoroso con Anna Karina y Jean-Paul Belmondo. Karina, la mujer de Godard, fue la striptisera que quiere casarse y ser madre.
Luego consiguió papeles de protagonista en dramas más sencillos, incluyendo el thriller policial ‘La espada y la balanza' [Le glaive et la balance; The Sword and the Balance], de André Cayatte, con Anthony Perkins, y la comedia de Jacques Deray, ‘El gigolo' [Gigolo] con Alida Valli.
También tuvo un papel secundario en la película contra la guerra ‘Rey de corazones' [Le Roi de Coeur; King of Hearts], de Philippe Broca, con Alan Bates. La película, escenificada en un manicomio francés durante la Primera Guerra Mundial, fue inmensamente popular con las audiencias estadounidenses y fue proyectada durante una década en algunas salas.
En ‘La rodilla de Clara', 1970, de Rohmer, Brialy fue un diplomático ensimismado que siente el inexplicable impulso de tocarle la rodilla a la hija adolescente de un amigo. La película, para algunos desconcertante, lírica y misteriosa para otros, tuvo muchos defensores en el curso de los años, incluyendo al crítico de cine del New York Times, Vincent Canby.
La capacidad de Brialy de permanecer serio en las más absurdas situaciones, lo transformó en el hombre ideal para el absurdo drama de Luis Buñuel, ‘El fantasma de la libertad' [Le Fantôme de la Liberté; The Phantom of Liberty], de 1974. En una escena, él y Mónica Vitti, que hace de su mujer, yacen en una cama mientas ven pasar unas avestruces.
Empezó a dirigir a principios de los años setenta, y demostró su habilidad en muchos géneros. Su debut como director, ‘Eglantine', 1971, fue una encantadora historia ambientada en el siglo diecinueve sobre la visita de un niño a su abuela.
11 de junio de 2007
4 de junio de 2007
©boston globe
[viene de mQh ]
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