Paria en el Ring
[Carina Chocano] Jack Black en excelente forma como paria y torpe luchador.
Lanzado a través de la pantalla en estirados pantalones azul celeste debajo de calzoncillos rojo manzana, Jack Black causa una perdurable impresión. Rebosa vitalidad. Es cinético. Vuela y se estrella contra objetos sólidos con enorme violencia. Días después de verlo en ‘Nacho Libre', la dulce y estúpidamente divertida secuela de ‘Napoleón Dinamita' de Jared Hess (la que también escribió con su mujer Jerusha Hess), sigo imaginando a Black como una gigantesca Super Bola. De niño adoraba las super bolas, y las consideraba como la asombrosa apoteosis de un importante avance científico de algún tipo, tal como me decía el texto de la caja. De todos modos, eran tiempos más sencillos.
‘Nacho Libre' está ambientada en esos tiempos -específicamente en los años setenta- en un monasterio en el campo en las afueras de Oaxaca, México. Black es el Hermano Ignacio, un reluctante fraile que trabaja como cocinero en el orfelinato donde fue educado, pero que tiene sueños de fama y gloria en el acolchado ring de la lucha libre. Sin embargo, desde el momento en que vive su primer y pequeño triunfo, sabemos que lo hace realmente por los niños. Cultivando su pasión en secreto, con la ayuda de un golfo llamado Esqueleto (Héctor Jiménez), utiliza lo que gana en mejorar la vida de los huérfanos, redoblando su consumo diario de comidas, y sueña con comprarles un bus para hacer viajes al campo. También abriga la romántica idea de casarse con la bella monja Sor Encarnación (Ana de la Reguera), que ha llegado al orfelinato a dar clases. Eso es, si pudiera convencerla de que deje de ser monja.
Aunque, en comparación, ‘Nacho Libre' es una estúpida producción kitsch, me hizo recordar las viejas películas de Cantinflas, y no solamente porque el rival de Ignacio luce el característico mostacho tipo comillas de Cantinflas. Cantinflas era la conocida personificación del actor y cómico mexicano Mario Moreno, cuyos personajes eran todos variaciones de un extraño sin dinero que usa su talento para crear ofuscamiento y confusión para salir de apuros. Ignacio no es el astuto Cantinflas, y ‘Nacho Libre' no tiene nada parecido a la mordaz sátira de las películas de Moreno, que aguijonea juguetonamente a la sociedad mexicana.
Pero hay una cualidad en el personajes de Black que evoca un cierto tipo de paria común a las comedias latinoamericanas e italianas de los años cincuenta y sesenta: el mequetrefe que es apreciado precisamente porque es ridículo, patético e inocente, no a pesar de ello. Su humanidad le otorga dignidad, y su calidez y generosidad le conquistan el cariño de los demás. Las historias de parias son también relativamente corrientes en las películas estadounidenses, pero la felicidad de sus personajes depende habitualmente de un triunfo final, usualmente logrado mediante una narcisista búsqueda obsesivo-compulsiva, suma cero, del éxito. Lo que es raro de ver, y lo que a fin de cuentas hace de ‘Nacho Libre' una película tan adorable, es la historia de un paria al que se le permite seguir siendo un humilde clown todo el tiempo hasta que se convierte en héroe.
Black es un talentoso comediante físico con ojos asombrosamente expresivos y una vena sorprendentemente tierna, y Hess hace amplio uso de esto en las escenas de ensayo y de lucha, así como en las escenas con los niños y Sor Encarnación. En una escena, él la invita a su cuarto para una velada de tentempiés, tras lo cual hablan sobre sus colores favoritos. Como Esqueleto, el idiota compinche de Ignacio, Jiménez es asilvestrado y mimoso del modo más lunático imaginable, y Ana de la Reguera es encantadora como la monja que llega a apreciar al púgil de pecho y corazón generosos.
Hess y su diseñador de producción Gideon Ponte también dotan a la película con un estilo visual que es raro en las comedias de estudio y hace un maravilloso uso de la partitura de Danny Elfman, viejas canciones pop mexicanas y música de Beck. La película presta mucha atención a los detalles, hace un excelente uso de las locaciones e incorpora todo tipo de rasgos locales. (Una exquisitez local -una mazorca de maíz en un pincho, untada en mayonesa y ají- es utilizada con mortíferos fines en una escena especialmente espeluznante).
Gran parte de ‘Nacho Libre' ocurre en el ring, donde Ignacio y Esqueleto se enfrentan a un grupo de luchadores vestidos estrafalariamente cuyas movidas características incluyen cosas como golpear a sus oponentes con sillas plegables y, digas lo que digas, Black y Jiménez tienen mucha resistencia. Pero el encanto de ‘Nacho Libre' se encuentra sobre todo en las reflexiones de los dos amigos (Esqueleto cree en la ciencia) sobre la fe, el amor, los sueños y la comida. Si alguna vez una película rindió homenaje a las verduras frescas y a la fruta, es este. Y si alguna vez un perdedor nato se pareció mucho a un triunfador en el futuro, ese es Nacho.
‘Nacho Libre' está ambientada en esos tiempos -específicamente en los años setenta- en un monasterio en el campo en las afueras de Oaxaca, México. Black es el Hermano Ignacio, un reluctante fraile que trabaja como cocinero en el orfelinato donde fue educado, pero que tiene sueños de fama y gloria en el acolchado ring de la lucha libre. Sin embargo, desde el momento en que vive su primer y pequeño triunfo, sabemos que lo hace realmente por los niños. Cultivando su pasión en secreto, con la ayuda de un golfo llamado Esqueleto (Héctor Jiménez), utiliza lo que gana en mejorar la vida de los huérfanos, redoblando su consumo diario de comidas, y sueña con comprarles un bus para hacer viajes al campo. También abriga la romántica idea de casarse con la bella monja Sor Encarnación (Ana de la Reguera), que ha llegado al orfelinato a dar clases. Eso es, si pudiera convencerla de que deje de ser monja.
Aunque, en comparación, ‘Nacho Libre' es una estúpida producción kitsch, me hizo recordar las viejas películas de Cantinflas, y no solamente porque el rival de Ignacio luce el característico mostacho tipo comillas de Cantinflas. Cantinflas era la conocida personificación del actor y cómico mexicano Mario Moreno, cuyos personajes eran todos variaciones de un extraño sin dinero que usa su talento para crear ofuscamiento y confusión para salir de apuros. Ignacio no es el astuto Cantinflas, y ‘Nacho Libre' no tiene nada parecido a la mordaz sátira de las películas de Moreno, que aguijonea juguetonamente a la sociedad mexicana.
Pero hay una cualidad en el personajes de Black que evoca un cierto tipo de paria común a las comedias latinoamericanas e italianas de los años cincuenta y sesenta: el mequetrefe que es apreciado precisamente porque es ridículo, patético e inocente, no a pesar de ello. Su humanidad le otorga dignidad, y su calidez y generosidad le conquistan el cariño de los demás. Las historias de parias son también relativamente corrientes en las películas estadounidenses, pero la felicidad de sus personajes depende habitualmente de un triunfo final, usualmente logrado mediante una narcisista búsqueda obsesivo-compulsiva, suma cero, del éxito. Lo que es raro de ver, y lo que a fin de cuentas hace de ‘Nacho Libre' una película tan adorable, es la historia de un paria al que se le permite seguir siendo un humilde clown todo el tiempo hasta que se convierte en héroe.
Black es un talentoso comediante físico con ojos asombrosamente expresivos y una vena sorprendentemente tierna, y Hess hace amplio uso de esto en las escenas de ensayo y de lucha, así como en las escenas con los niños y Sor Encarnación. En una escena, él la invita a su cuarto para una velada de tentempiés, tras lo cual hablan sobre sus colores favoritos. Como Esqueleto, el idiota compinche de Ignacio, Jiménez es asilvestrado y mimoso del modo más lunático imaginable, y Ana de la Reguera es encantadora como la monja que llega a apreciar al púgil de pecho y corazón generosos.
Hess y su diseñador de producción Gideon Ponte también dotan a la película con un estilo visual que es raro en las comedias de estudio y hace un maravilloso uso de la partitura de Danny Elfman, viejas canciones pop mexicanas y música de Beck. La película presta mucha atención a los detalles, hace un excelente uso de las locaciones e incorpora todo tipo de rasgos locales. (Una exquisitez local -una mazorca de maíz en un pincho, untada en mayonesa y ají- es utilizada con mortíferos fines en una escena especialmente espeluznante).
Gran parte de ‘Nacho Libre' ocurre en el ring, donde Ignacio y Esqueleto se enfrentan a un grupo de luchadores vestidos estrafalariamente cuyas movidas características incluyen cosas como golpear a sus oponentes con sillas plegables y, digas lo que digas, Black y Jiménez tienen mucha resistencia. Pero el encanto de ‘Nacho Libre' se encuentra sobre todo en las reflexiones de los dos amigos (Esqueleto cree en la ciencia) sobre la fe, el amor, los sueños y la comida. Si alguna vez una película rindió homenaje a las verduras frescas y a la fruta, es este. Y si alguna vez un perdedor nato se pareció mucho a un triunfador en el futuro, ese es Nacho.
Distribución Paramount Pictures Producción Nickelodeon Movies/Black & White Director Jared Hess Guión Jared Hess, Jerusha Hess, Mike White Productores Julia Pistor, David Klawans Director de Fotografía Xavier Pérez Grobet Montaje Billy Weber Música Danny Elfman Duración 1 hora, 31 minutos.
16 de junio de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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