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ciencia ficción

Murió Charles B. Griffith


[Dennis McLellan] Escribió ‘La pequeña tienda de los horrores' y otras películas de Corman. A los 77.
Murió Charles B. Griffith, guionista y director mejor conocido por escribir películas de bajo presupuesto para Roger Corman, como ‘La pequeña tienda de los horrores' [The Little Shop of Horrors] y ‘Los ángeles salvajes' [The Wild Angels]. Tenía 77.
Griffith murió el viernes en su casa en San Diego, informó su primo Ron Fellows. Aún no se determina la causa de su muerte.
En su carrera de guionista en Hollywood, que empezó a mediados de los años cincuenta, Griffith escribió más de dos docenas de películas. Muchas fueron dirigidas por Corman, incluyendo ‘El ataque de los cangrejos gigantes' [Attack of the Crab Monsters], ‘De otro mundo' [Not of This Earth], ‘Un cubo de sangre' [A Bucket of Blood], ‘Teenage Doll', ‘El monstruo del mar encantado' [Creature from the Haunted Sea] y ‘Noche de rock' [Rock All Night].
"Los guiones de Griffith era muy imaginativos y a menudo estrafalarios y algo subversivos, y cuando examinas cualquier listado de las primeras películas de Roger Corman, ese tipo de películas son las que pusieron a Corman en el mapa", dijo Tom Weaver, experto en cine de fantasía y ciencia ficción.
El guión más memorable de Griffith puede ser ‘La pequeña tienda de los horrores', la estrambótica comedia de humor negro sobre un dependiente de pocas luces llamado Seymour que cría una planta gigante que se alimenta de gente.
La película de 1960 también es recordada por el pequeño rol de Jack Nicholson como masoquista paciente dental.
En la película también participó Griffith, representando a varios personajes no acreditados, incluyendo a un estridente paciente de dentista y a un ladrón. También fue la voz de la planta carnívora, Audrey Jr., cuya frase característica a lo largo de la película es: "¡Alimentádme!"
Aunque tuvo en la época apenas un éxito moderado, ‘La pequeña tienda de los horrores' se convirtió en una película de culto. Corman dijo que había reforzado su reputación en Europa.
Una versión musical, de Howard Ashman y Alan Menken, se convirtió en uno de los más grandes éxitos dramáticos en los años ochenta, que fue seguido en 1986 por un largometraje de la versión musical dirigido por Frank Oz. El musical ‘La pequeña tienda de los horrores' se representó en Broadway en 2003 y 2004.
Corman, comentando su carrera en los años cincuenta en su autobiografía de 1990, ‘How I Made a Hundred Movies in Hollywood and Never Lost a Dime', se refiere a Griffith como su "principal escritor".
Jonathan Haze, que actuó en numerosas películas de Corman e hizo de Seymour en ‘La pequeña tienda de los horrores', presentó Griffith a Corman en 1954.
"Era muy creativo. Escribía diálogos realmente divertidos, y era muy rápido, realmente rápido", dijo Haze sobre las capacidades literarias de Griffith.
"Escribía un guión en un par de semanas", dijo Haze. "Chuck era muy bueno y muy bueno para esa época de la historia del cine. Era un innovador. Tenía ideas realmente divertidas, realmente raras, como la planta que come gente".
Haze recordó que para el rodaje de ‘La pequeña tienda de los horrores' sólo hubo días de filmación y tres noches más de trabajo bajo la dirección de Griffith y el actor Mel Welles. Esas tomas exteriores se rodaron en un barrio de mala muerte en el centro de Los Angeles, dijo, "y esos eran patos malos de verdad. Les pagábamos diez centavos para que pasaran por una escena".
La primera gran producción de Griffith fue ‘La sheriff de Oracle' [Gunslinger], producida y dirigida por Corman, un western de 1956 escrito en colaboración con Mark Hanna sobre una mujer sheriff (Beverly Garland).
En una entrevista con la revista Fangoria de 1981, Griffith dijo que en la época escribía guiones de ciencia ficción y de películas de vaqueros porque eran el tipo de películas que hacía todo el mundo.
"Y yo era holgazán", dijo. "En lugar de tratar de escribir una película A y ofrecerla en el mercado, simplemente aceptaba encargos de Roger".
Sus créditos como guionista incluyen la película de acción del director Paul Bartel, ‘La carrera de la muerte del año 2000' [Death Race 2000]. Dirigió media docena de películas, incluyendo la comedia producida por Corman en 1976, con Ron Howard, ‘Eat My Dust'. El guión también fue escrito por Griffith.

Nació en Chicago el 23 de septiembre de 1930. Su abuela fue Myrtle Vail, una comediante de vaudeville que creó más tarde la popular serie radial de los años treinta y cuarenta, ‘The Story of Myrt and Marge', en la que hizo de Myrt. La madre de Griffith, Donna Damerel, hizo de Marge.
Griffith, que empezó a escribir a los diez años, llegó a Hollywood a principio de los años cincuenta para ayudar a su abuela a escribir guiones en un intento fallido de ayudarla a pasar de la radio a la televisión.
Le sobreviven su mujer Marmory James; su hija Jessica Heeps; y cuatro nietos.

dennis.mclellan@latimes.com

6 de octubre de 2007
3 de octubre de 2007
©los angeles times
[viene de mQh ]

La Invasión Alienígena


[Kenneth Turan] Un clásico del horror vuelve a ser duplicado, pero el resultado no es clonado: Con grandes talentos, es una película elegante e inteligente.
"¡Ayuda!", grita la joven. "¡Están llegando, están entre nosotros!" En la pantalla, nadie le presta atención, pero nosotros sabemos qué significa.
Correcto, los secuestradores de cuerpos están merodeando nuevamente. ‘La invasión', con el exclusivo dúo de Nicole Kidman y Daniel Craig, es el tercer remake de lo que fue originalmente una humilde película B, ‘La invasión de los ladrones de cuerpos' [Invasion of the Body Snatchers]. Todavía fríamente espeluznante y sorprendentemente desconcertante, pese a los ocasionales tropezones y rumores de una producción difícil, la nueva película ilustra el por qué y cómo puede el poder de la historia original perdurar más de medio siglo desde su creación.
La esencia de la historia sigue siendo la imaginada por el adepto a la ciencia ficción Jack Finney, el guionista Daniel Mainwaring, y el importante director Don Siegel. Misteriosas entidades del espacio exterior -repollos en el original-, intentan apoderarse del planeta creando réplicas zombis de todo el mundo y de su hermano. Poco a poco la gente se va dando cuenta e intentan contra toda esperanza, salvar a la asediada especie humana.
‘La invasión' ha sido puesta al día con personajes que se envían mensajes de texto y referencias a Iraq, Darfur y Hugo Chávez de Venezuela. Más al punto, sigue siendo fascinante cómo la historia, sin esfuerzo alguno, escrita aquí por David Kajganich para el director alemán Oliver Hirschbiegel, logra compenetrarse con lo que sea que inquiete al zeitgeist, que en este caso incluye preocuparse de las pandemias globales y el poder excesivo de gobiernos asilvestrados.
Finalmente, el éxito de ‘La invasión' se reduce a la clara ejecución (la última película de Hirschbiegel fue la épica sobre Hitler in extremis ‘El hundimiento' [Downfall]) del familiar, aunque todavía inquietante concepto. Como le dice una esposa (Veronica Cartwright, una veterana de la versión filmada por Phil Kaufman en 1978), "esto va a sonar tan tonto y loco o ambas cosas, pero mi marido no es mi marido".
Dado que casi todo el mundo que va a ver ‘La invasión' conoce la trama, la película toma la astuta decisión de empezar adelantándonos hacia el emocionante medio de la película, cuando la heroína Carol Bennell (Kidman) está saqueando una farmacia a la búsqueda de pastillas que la mantengan despierta. Porque es cuando duermes que ocurren las transformaciones de humano a extraterrestre, y eso hay que evitarlo a cualquier precio.
La trama propiamente empieza con el misterioso accidente de un transbordador espacial, con restos contaminados por un implacable enemigo que hace que un científico observe, con más pasión que gramática: "Una cosa es segura, y es que no es de por aquí".
Pero increíblemente diligente, el organismo infecta de inmediato a Tucker Kaufman (Jeremy Northam), un funcionario de alto rango de los Centros de Control de Enfermedades que es también el alejado ex marido de Carol Bennell. Tienen un hijo llamado Oliver (el simpático Jackson Bond en su primera película), al que Carol se dedica por completo y que la hace reluctante a entregárselo a Tucker por unos días cuando su ex se aparece misteriosamente y exige derechos de visita.
Debido a que era la psiquiatra que había oído la confesión de la apesadumbrada esposa, Carol siente que en este mundo hay algunas cosas que no son correctas. Confía en su atractivo amigo íntimo, un doctor llamado Ben Driscoll (Craig), que a su vez habla con un científico llamado Stephen Galeano (Jeffrey Wright) y mientras el trío poco a poco entiende lo que está pasando, eso no los ayuda necesariamente a detener la invasión alienígena o rescatar a Oliver de su siniestro papá.
Inevitablemente, esta ‘Invasión' hace algunas cosas de otro modo que su predecesora. Hay aquí, si la memoria no me falla, mayor enfoque narrativo que en las versiones previas sobre la necesidad de estar despiertos, y también existe un maravilloso discurso contra-intuitivo de un personaje hablando convincentemente sobre lo glorioso que es que tu mente y tu cuerpo sean ocupados por alienígenas.
Y aunque hay partes de la película que sufren sea de falta de originalidad o de excesiva improbabilidad, ‘La invasión' es una historia entretenida, con una efectiva partitura de John Ottman que transmite el angustiante terror de tener que huir de ejércitos de crueles zombis que te persiguen implacablemente, como Sherlock Holmes tras la pista de un perro de caza gigante.
‘La invasión' cuenta con actores del calibre de Kidman y Craig en los roles protagonistas. Los dos actores colocan sus considerables talentos al servicio de dar credibilidad a una premisa barata que ha mantenido a la gente despierta en la noche durante más de cincuenta años y promete seguir haciéndolo en el futuro.

kenneth.turan@latimes.com27 de agosto de 2007
17 de agosto de 2007
©los angeles times
[viene de mQh]


Murió Kerwin Mathews


[Dennis McLellan] Héroe de películas de fantasía. A los 81.
Murió Kerwin Mathews, que se hizo con un nicho en la historia del cine como el apuesto héroe que luchó contra cíclopes, un dragón y un esqueleto espadachín en el clásico de fantasía de 1958, ‘Simbad y la princesa' [The 7th Voyage of Sinbad]. Tenía 81 años.
Mathews, mejor conocido por sus películas de fantasía y horror, murió durmiendo en su casa de San Francisco entre la noche del miércoles y la mañana del jueves, dijo Tom Nicoll, su pareja durante 46 años.
Mathews, alto y de pelo negro, trabajaba como actor para la Columbia Pictures cuando fue contratado para ‘Simbad y la princesa', que incluía dibujos animados creados con efectos especiales stop-motion por el legendario Ray Harryhausen.
"Era muy bueno", dijo Harryhausen desde su casa en Londres. "Recibió montones de cartas de fans diciéndole que era el mejor Simbad. Habíamos tenido tres o cuatro diferentes Simbads".
El experto en cine de ciencia ficción y fantasía Tom Weaver, dijo que "como actor en los años cincuenta, Kerwin Mathews era del tipo de actor completamente americano, el joven granjero de la casa de al lado -un improbable candidato para hacer de héroe de ‘Las mil y una noches'. Pero para los jóvenes fans de las películas de monstruos, eso lo convertía en el personaje con quien identificarse completamente, y se convirtió en nuestro héroe favorito para ese género de películas de monstruos y de hadas".
"Parte del reto de aparecer en esas películas de dibujos animados era tener que actuar frente a nadie -encogerse ante un gigante que no está allá, pelear con una espada contra un esqueleto que no existe. Todos los monstruos eran agregados más tarde por Ray Harryhausen".
Si Mathews no hubiese podido "interactuar con nada" tan bien como lo hacía, dijo Waever, "los monstruos no habrían sido creíbles, pese a todos los esmerados esfuerzos de Harryhausen. Pero Mathews hizo un trabajo fabuloso, que contribuyó enormemente a dar verosimilitud a esas escenas".
Harryhausen elogió la capacidad de Mathews de mantener la ilusión de que estaba combatiendo contra un esqueleto y otras criaturas. "Sus ojos se concentraban en cosas que no podíamos ver", dijo.
Mathews también apareció en ‘Los viajes de Gulliver' [The 3 Worlds of Gulliver] (1960), con efectos especiales stop-motion de Harryhausen, y ‘Jack, el matador de gigantes' [Jack the Giant Killer] (1962), con efectos stop-motion de Projects Unlimited.
En una entrevista con la revista Starlog de 1987, Mathews dijo que la filmación de la famosa pelea con el esqueleto en ‘Simbad y la princesa', una película de bajo presupuesto rodada en España, fue "para mí una experiencia impresionante".
"Creía que estaba haciendo una contribución tan válida para el mundo del teatro que si hubiese estaba representando a Hamlet", dijo. "Filmamos esa pelea con espada en una caverna de Mallorca. Empezamos a filmar a la puesta de sol y trabajamos durante las doce horas siguientes, porque no podíamos permitirnos más de una noche de caverna".
En una entrevista con Starlog de 1989, el director de ‘Simbad', Nathan Juran, dijo que Mathews no se quejó nunca.
"Cuando finalmente terminamos la secuencia, me di cuenta de que la mano con que tenía la espada estaba cubierta de sangre", dijo Juran. "Habíamos trabajando tanto que se había raspado la piel de esa mano. Me asombró que hiciera todas esas escenas de pelea con la espada sin decirme ni una palabra sobre el dolor que sentía. Kerwin era un ejemplo de profesionalismo. Hizo una actuación estupenda".

Hijo único, Mathews nació en Seattle el 8 de enero de 1926. Poco después, se mudó con su madre divorciada a Janesville, Wisconsin. En la secundaria, recordó Mathews en la entrevista de 1987, "un profesor de teatro me incorporó en una pieza y eso cambió mi vida".
Después de servir dos años en la Fuerza Aérea del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial, asistió al Beloit College de Wisconsin para estudiar, como estudiante becario, drama y música. Tras terminar sus estudios, estuvo tres años en Beloit y enseñó dicción y artes dramáticas, y también trabajó en el teatro regional. También enseñó inglés en la secundaria en Lake Geneva. Wisconsin, antes de mudarse a Hollywood en 1954.
Mathews era un actor de la Pasadena Playhouse cuando conoció al director de reparto de Columbia Pictures y obtuvo un contrato de siete años con el estudio.
Entre sus otras películas se encuentran ‘El diablo a las cuatro' [The Devil at 4 O'Clock], ‘Secretos de contraespionaje' [Man on a String], ‘Piratas de Bloodriver' [Pirates of Blood River], ‘Batalla debajo de la Tierra' [Battle Beneath the Earth], ‘Octaman', ‘El niño que lloraba al hombre lobo' [The Boy Who Cried Werewolf] y ‘Pesadilla de sangre' [Nightmare in Blood].
Su papel favorito fue el del compositor Johann Strauss Jr. en ‘El rey del vals' [The Waltz King], una película en dos partes de ‘El maravillo mundo de color de Walt Disney' [Walt Disney's Wonderful World of Color], que se rodó en locaciones en Europa.
Mathews, que se mudó a San Francisco a principios de los años setenta, pasó su vida posterior a su carrera como actor vendiendo antigüedades y muebles.

dennis.mclellan@latimes.com

14 de julio de 2007
10 de julio de 2007
©los angeles times
[viene de mQh ]

Príncipe de la Literatura Barata


[Charles McGrath] Philip K. Dick: A menudo lo han comparado con Borges.
Durante toda su vida, el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick, quiso pertenecer al mundo convencional. Quería ser un escritor literario serio, no un gacetillero de ciencia ficción cuya audiencia estaba compuesta, dijo una vez, por "troles y dementes". Pero Dick, que podía meterse mil anfetaminas en una semana, era también algo más que paranoico. A principios de los años setenta, cuando finalmente ganó alguna reputación entre críticos universitarios y ensayistas literarios -y muy en especial el escritor polaco Stanislaw Lem-, se volvió contra todos ellos, escribiendo una carta al FBI en la que afirmaba que eran agentes de la KGB que estaban tratando de hacerse con la ciencia ficción estadounidense.
Así que es difícil saber qué habría hecho Dick, que murió en 1982 a los 53 años, con el hecho de que este mes ha llegado al pináculo de la respetabilidad literaria. Cuatro de sus novelas de los años sesenta -‘El hombre en el castillo' [The Man in the High Castle], ‘Los tres estigmas de Palmer Eldritch' [The Three Stigmata of Palmer Eldritch], ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?' [Do Androids Dream of Electric Sheep?] y ‘Ubik'- serán reeditadas por la Library of America en el formato ahora clásico de Hall of Fame: encuadernación completa en tela, marcador con borla, papel delgado, tipo Biblia, libre de ácido. Estaría contento, o exigiría saber por qué los otros cuarenta libros no recibieron este honor. Y qué decir sobre la ‘Exegesis', un diario de ocho mil páginas de la que es destilada una especie de teología gnóstica adquirida en una serie de visiones religiosas durante un par de meses en 1974. Un desconfiado y fanático dickiano podría decir que el libro de Library of America es sólo una diversión, un intento de convertir a un escritor profundamente subversivo en otra marca canónica.
Otra cosa que probablemente divertiría y fastidiaría a Dick en casi la misma medida es la excepcional cantidad de películas que se han hecho con su trabajo, empezando con ‘Blade Runner' (adaptado de ‘¿Sueñan los androides?'), que cumple este años 25 años, y estará disponible en otoño en una versión especial en DVD. La más reciente, ‘Next', basada en un cuento, ‘The Golden Man', con Nicholas Cage como un mago que es capaz de ver el futuro y Julianne Moore como una agente del FBI desesperada por ganarlo para su causa, se estrenó el mes pasado. En obras se encuentra una película biográfica con Paul Giamatti, que tiene más que un parecido con el autor, el que al final de su vida tenía la mirada lánguida de un tipo que no veía demasiado la luz del día.

Dick murió cuando ‘Blade Runner' estaba todavía en rodaje, y estaba descontento por la forma que estaba adquiriendo el guión, y que no iba a ganar el dinero que quería. Probablemente ‘Blade Runner' es la mejor película de Dick, si no la más fiel. (Ese honor pertenece probablemente a ‘Una mirada en la oscuridad' [A Scanner Darkly], estrenada el año pasado, en la que la técnica semianimada de Richard Linklater sugiere algo de la sensación de la novela gráfica).
No hay razón para pensar que Dick hubiese aprobado las otras, especialmente ‘El vengador del futuro' [Desafío total; Total Recall], en la que Quail, el héroe nerdo del cuento de Dick, ‘We Can Remember It for You Wholesale', se convierte en Quaid, un pulido personaje de Arnold Schwanzenegger. Entretanto, como han observado varios críticos, películas como la serie ‘Matrix', ‘Una vida en directo' [The Truman Show] y ‘¡Olvídate de mí! [Eterno resplandor de una mente sin recuerdos; Eternal Sunshine of the Spotless Mind], aunque no se basen en materiales de Dick parecen contener sin embargo su chispa, y dramatizan más vívidamente que una idea central en Dick de que la realidad es apenas una construcción, o, como le gustaba decir a él, una falsificación. Es como si su ADN imaginativo se hubiese propagado como un virus.
Parte de porqué el trabajo de Dick atrae a tantos directores es su sensibilidad cursi. Se crió en California leyendo revistas como Startling Stories, Thrilling Wonder Stories y Fantastic Universe, y luego, después de abandonar los estudios en la Universidad de California en Berkeley, empezó a escribir para ellos, a menudo en maníacas sesiones de 24 horas llenas de alcohol y anfetamina. Podía tipear 120 palabras por minuto, y le dijo a su tercera esposa (de cinco, y tuvo también innumerables novietas: Dick amaba a las mujeres, pero era muy difícil de vivir con él) que "las palabras salen de mis manos, no del cerebro. Yo escribo con mis manos".
Sus primeras novelas, escritas en dos semanas o menos, fueron publicadas en una colección de libros de bolsillo dobles Ace, que incluían dos libros en uno, siempre con una cubierta escabrosa. "Si se imprimiera la Santa Biblia en Ace Double, observó una vez un editor, "habría sido reducida a dos mitades de veinte mil palabras, y el Antiguo Testamento sería rebautizado como ‘Señor del Caos' y el Nuevo Testamento, ‘La cosa con las tres almas'".
Así que por lo general uno no lee a Dick por su prosa. (La gran excepción es ‘El hombre en el castillo', su intento más sostenido y seguro de hacerse con algo de respetabilidad, y es un libro que es apenas ciencia ficción, sino más bien lo que podríamos llamar un libro ‘contrafactual'; su premisa es que los Aliados perdieron la Segunda Guerra Mundial y el oeste de Estados Unidos es gobernado por los japoneses, el este por los nazis). Tampoco lo lee uno por lo que tenga de científico, como lo haríamos con Isaac Asimov o Robert Heinlein.
Dick no mostraba demasiado interés en el lado futurístico, predictivo de la ciencia y escribía en ese género simplemente porque le daba la libertad de dejar su imaginación en libertad. A excepción del raro aerodeslizador o cohete espacial, no hay muchos artilugios en su literatura, y muchos detalles son satíricos, como los artefactos de la casa en ‘Ubik', que deben ser alimentados de monedas todo el tiempo, o las payasadas, como la extraña ropa de payaso que es aparentemente la ropa normal de oficina en el mismo libro (ambientado en 1992): "pantalones de corteza de abedul, cinturón de cordel de cáñamo, corpiño transparente y sombrero de maquinista".
En gran medida, el futuro de Dick se parece un montón a nuestro presente, excepto que es un poco más sucio. Siempre se está acabando todo y convirtiéndose en una de esas cosas que los personajes de ‘¿Sueñan los androides?' llaman kipple: basura como folletos sobre cerillas y envoltorios de chicle que se duplican por la noche y llenan apartamentos abandonados. Esta sensación de entropía y decadencia es lo que evoca tan bien Ridley Scott en ‘Blade Runner', con sus sórdidas calles mojadas por la lluvia y lo que le falta a Steven Spielberg en su ligeramente psicótica ‘Sentencia previa' [Minority Report].
El tema de ‘Sentencia previa' -precognición, o la idea de que algunas personas puedan ver en el futuro, no siempre con resultados felices- fue una idea que Dick empezó a explorar a mediados de los años cincuenta, con temas como las memorias alteradas o reprimidas, que se convirtieron en el tema de ‘El vengador del futuro', ‘Impostor' y, más recientemente, ‘El pago' [Paycheck], de John Woo. La mayoría de las películas inspiradas en Dick provienen de cuentos cortos de este período -varias de ellas, incluyendo ‘El hombre dorado', escrita en apenas unos meses.
En los años sesenta, Dick volcó sus energías a la escritura de novelas, y con la excepción de ‘Sueñan los androides?' y ‘Una mirada en la oscuridad' (publicada en 1977 e, incidentalmente, el primer libro que Dick escribió con ayuda de las drogas), las novelas no se prestan muy bien a la imaginación de Hollywood.
Eso es porque son mucho más difíciles de reducir a un solo concepto o trama. Tres de las novelas incluidas en el libro de Library of America -‘¿Sueñan los androides', ‘Los tres estigmas' y ‘Ubik'- son claramente las mejores. (Algunos empecinados postulan ‘SIVAINVI ‘ [VALIS] como su último trabajo importante, pero eso es realmente su ‘Finnegans Wake' -un libro más divertido para hablar sobre él que para leer. Los tres son menos afectadas que los cuentos y giran sobre dos de las grandes preguntas que se convirtieron en sus obsesiones: ¿Cómo distinguimos lo real, y cómo sabemos qué es humano? En lo que a mí respecta, podrías ser un robot, o quizás yo estoy simplemente preprogramado para pensar de mí mismo como persona, y esto que llamamos realidad podría ser simplemente una alucinación colectiva.
Ese tipo de especulación -el tema de muchas vagas sesiones de testosterona de internado- se vuelve genuinamente interesante en los escritos de Dick porque lo dice de verdad y porque impregna el resultado de nostalgia. Sus personajes, como Rick Deckard, el cazador de recompensas de androides de ‘¿Sueñan los androides?' quiere desesperadamente algo auténtico en lo que creer, y los libros sugieren que la calidad de la creencia puede ser más importante que el grado de autenticidad.
‘Los tres estigmas de Palmer Eldritch' y ‘Ubik', escritas con cinco años de diferencia, son en muchos sentidos dos versiones de la misma historia, una trágica, generalmente cómica la otra. El personaje del título de ‘Los tres estigmas' (1964) no es mucho si se lo mira -sus estigmas son los dientes de acero, un brazo de robot y ojos desechables- pero todavía posee poderes divinos, o, quizás, satánicos, y puede, con la ayuda de una droga llamada Chew-Z, enredar a alguna gente en redes de alucinaciones, unas dentro de las otras, tan resbaladizas e intrigantes que incluso el lector se siente un poco trastornado. El libro es una historia de horror de una imaginación desembocada.
Ubik' (1969) es más redentora. Aquí, la figura divina es un empresario llamado Glen Runciter, que dirige lo que se llama una ‘organización de cautela': por un precio, limpiará tu compañía de teeps, o telépatas que roban secretos. Se las arregla para comunicarse con algunos de sus antiguos empleados incluso estando ellos muertos, y les provee con un aerosol salvaticio, llamado Ubik, que parece detener, al menos temporalmente, la tendencia que tienen las cosas de regresar a como eran 1939. Sin embargo, Dick describe los artefactos de la era de la Depresión -radios Philco, biplanos Curtis Wright- con gran cariño y, en este libro, la muerte no resulta ser tan mala; no es la extinción eterna, sino una especie de vida a medias parcialmente imaginada por un joven impaciente (también muerto) llamado Jory.
Jory es una amenaza, pero Dick tiene debilidad por él porque es un soñador y fantasioso, como lo hace en ‘Los tres estigmas' por los colonos de Marte a los que, terriblemente aburridos, les gustaría colocarse y jugar con sus diseños de Perky Pat, elaborados escxenarios de Ken y Barbie que les hacen inventar cuentos nostálgicos sobre la vida en la Tierra. También le gusta incrustar sus libros en otros, emblemas de una posibilidad imaginativa, como la novela en ‘Elhombre en el castillo' que postula la victoria de los Aliados.
Indudablemente hay un elemento autobiográfico en las novelas de Dick; se leen como el trabajo de alguien que sabe por experiencia lo que es alucinar. Lawrence Sutin, que ha escrito una biografía definitiva de Dick, dice que él tomó LSD un par de veces, y no le gustó especialmente. Por otro lado, su régimen normal de anfetaminas y tranquilizantes, que se tragaba en puñados, fue seguramente suficiente para trastornarle, y Dick se preocupó más de una vez de que podría convertirse en una esquizofrénico.
Sin embargo, los libros no son simplemente psicodélicos. Los mejores son visionarios o surrealistas de un modo que la literatura estadounidense, tan enraizada en la observación y la realidad, lo es rara vez. Los críticos literarios han comparado a menudo a Dick con Borges, Kafka, Calvino. Para mencionar a un equivalente estadounidense tendrías que pensar en alguien como Emerson, pero nadie pensaría nunca en buscar en él ideas para películas. Emerson era todo cerebro, sin nada de morbo.

22 de mayo de 2007
6 de mayo de 2007
©new york times
[viene de mQh]

Muere Joseph Stefano


[Dennis McLellan] A los 84 muere el guionista de ‘Psicosis' [Psycho] y ‘Rumbo a lo desconocido' [Outer Limits].
Joseph Stefano, que escribió el guión de la clásica película de suspenso de Alfred Hitchcock, ‘Psicosis' [Psycho] y fue el influyente productor-escritor de la primera temporada de la antología de la serie de ciencia ficción para la televisión ‘Rumbo a lo desconocido' [Outer Limits], ha muerto. Tenía 84 años.
Stefano, que fue operado de un cáncer al pulmón en 2001, murió de un ataque al corazón el viernes en el Hospital y Centro Médico Los Robles, en Thousand Oaks, dijo su mujer Marilyn, 52.
Ex compositor y libretista que se convirtió en guionista y autor de televisión a fines de los años cincuenta, los primeros trabajos de Stefano incluyen ‘Orquídea negra' [The Black Orchid], un drama de televisión de 1958 dirigido por Martin Ritt y con la actuación estelar de Sophia Loren y Anthony Quinn; y un episodio de ‘Playhouse 90' sobre los prejuicios raciales, ‘Made in Japan'.
Después de Hitchcock comprara la opción de la novela ‘Psicosis', de Robert Bloch, 1959, Stefano recibió un ejemplar del libro la noche antes de una reunión con el director para discutir su adaptación a la pantalla.
En una entrevista de 1990 para la revista Media Scene Prevue, Stefano dijo que, con la excepción del final, pensaba que la historia era "débil como narrativa y en personajes".
La novela, dijo, empieza con Norman Bates, el dueño del motel dominado por su madre, y se "concentra demasiado en él. Estoy seguro de que Norman no le iba a gustar a ninguna audiencia el tiempo suficiente como para soportarlo toda la película".
Pero mientras conducía hacia Paramount para su reunión con Hitchcock, Stefano encontró una solución: empezar el guión con el personaje de Marion Crane, que roba 40 mil dólares a su empleador de Phoenix para empezar una nueva vida con su amante, pero que es asesinada después de parar en el Motel Bates.
"El público se engancharía con un personaje que hizo algo mal, pero que era realmente una buena persona", dijo Stefano. "Se sentirían como si ellos, no Marion, hubiera robado esos 40 mil dólares. Cuando ella muere, el público sería la víctima".
Y eso es justamente lo que pasó, dijo.
"Con tanto énfasis inicial en Marion, nadie piensa que la van a matar", dijo. "Cuando ocurre, la gente se queda de una pieza... La idea le gustó a Hitch. Y me dio el trabajo. Matar a la protagonista de los primeros veinte minutos era algo que no se había hecho nunca antes.
"Hitch propuso a una actriz para el papel de Marion porque mientras más conocida la estrella, más inverosímil parecería que la matáramos".
‘Psicosis', con el papel estelar de Janet Leigh como Marion Crane y Anthony Quinn como Norman Bates, fue una sensación, causando impacto entre el público cuando el personaje de Leigh es apuñalada hasta la muerte en la famosa escena de la ducha.
"Creo que ‘Psicosis' inquietaba a la gente de una manera que las películas de horror de antes y después nunca intentaron", dijo Stefano al Times en 1990.
Después de ‘Psicosis', la mayoría de las ofertas que recibió Stefano fue para escribir películas de suspenso, incluyendo la última película de Gary Cooper, ‘Sombras de sospecha' [The Naked Edge], en 1961.
Entre sus otras obras se encuentran la película de horror de 1969, ‘La gata en la terraza' [Eye of the Cat], la película de horror de ciencia ficción de 1987 ‘The Kindred', 1972, la película de misterio y suspenso para la televisión ‘Home for the Holidays', con Jessica Walter y Sallyd Field, y la película dramática de 1995, ‘Un verano para recordar' [Two Bits], con Al Pacino. También volvió a Norman Bates con la película de televisión de 1990, ‘Psicosis IV: El comienzo', con Perkins en el rol protagónico.
"Creo que escribir el guión de ‘Psicosis' me ha hecho más mal que bien", dijo Stefano en 1990. "Después de ‘Psicosis' me ha costado mucho recibir otro tipo de películas que me habría gustado hacer".
Stefano poseía una parte de ‘Rumbo a lo desconocido', que fue transmitida originalmente de 1963 a 1965, y que relanzada en Showtime en los años noventa.
Él produjo la serie original, que fue creada por Leslie Stevens en su primera temporada, y escribió muchos de los epsodios.
"Él hizo que el programa, que había empezado como una serie de ciencia ficción bastante normal, se convirtiera en horror gótico, con pesados trasfondos freudianos", dijo al Times esta semana el periodista cinematográfico independiente Steve Biodrowski, que hizo la entrevista con Stefano para la revista Media Scene Prevue.
Entre los jóvenes actores que aparecieron en varios episodios de ‘Rumbo a lo desconocido' estuvieron Robert Culp, Cliff Robertson, Martin Sheen, Martin Landau, Bruce Dern, William Shatner y Sally Kellerman.
Kellerman, de hecho, dice que Stefano la descubrió.
Estaba todavía trabajando como camarera cuando Stefano la vio en una pieza de teatro y, observando los progresos que había hecho desde que la había visto por última vez en un escenario, le dijo que podría trabajar en una serie de televisión y que le buscaría un papel.
"Seis meses después, sin siquiera saber quién era ni haberlo visto, recibí el guión de ‘Rumbo a lo desconocido' en el correo", dijo Kellerman al Times esta semana. Incluía una nota de Stefano que decía: "Tu papel es Ingrid; la magia es tuya".
"Fue increíble. ¿Cuándo pasan cosas como estas?", dijo Kellerman, que siguió siendo amiga de Stefano. "Joe era tan amable y tan cariñoso. Si Joe decía algo, es que lo pensaba realmente".
Stefano nació el 5 de mayo de 1922, en Filadelfia. Cantaba y bailaba -y escribía sus propios materiales- en la escuela secundaria y montaba pequeñas producciones teatrales. Abandonó la secundaria semanas antes de la graduación, se mudó a Manhattan y empezó su carrera.
Después de recorrer el país como cantante y bailarín en operetas, volvió a la Ciudad de Nueva York y escribió una comedia musical para el circuito alternativo, ‘It's Your Move'.
Stefano, cuyo tímpano roto lo eximió del servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial, escribió más tarde canciones para artistas de cabarets y para las revistas del director y coreógrafo Donn Arden. Entre sus canciones que fueron registradas se encuentran ‘One Dream Tells Me' y ‘Heartbeat'.
Durante media docena de años en los cincuenta, también escribió musicales para Ford y otros fabricantes de coches como un modo de introducir nuevos modelos a concesionarios de coches de todo el país de manera entretenida y divertida. En las producciones, que fueron montadas en un teatro en Detroit, participaron Chita Rivera, Phyllis Newman y otros grandes nombres de la comedia musical e incluyeron canciones como ‘Comfort, Convenience and Safety'.
Stefano deja a su mujer y un hijo, Dominic.

31 de agosto de 2006
©chicago tribune
[viene de mQh ]

Rompecorazones en Bollywood


[Kavita Daswani] Canta, baila, y lucha contra el mal. ‘Krrisch' corre como el viento, y entra volando a la historia como el primer héroe de Bollywood.
Muévete, Superman, que viene Krrish. Anunciado como el primer superhéroe de Bollywood, ‘Krrish' presenta al rompecorazones de pelo azabache del cine indio, Hrithik Roshan, como un joven dotado de poderes especiales que debe salvar al planeta de la tiranía que quiere imponer, cómo podía ser de otro modo, un científico megalómano representado por un preferido en las salas de cine arte, Naseeruddin Shah.
La anticipación por la película ha sido tan grande que ‘Krrish' -corre como el viento, valiente como un león, no sabe lo que es el miedo- se convirtió en India en un fenómeno cultural mucho antes de su lanzamiento mundial el 23 de junio, con funciones con entradas agotadas con días de antelación. Ya es una de las películas indias más rentables del año, a pesar de haber tenido uno de los presupuestos más grandes de la historia de Bollywood.
La película también ha sido bien acogida en las comunidades indias de Estados Unidos: En sus primeros tres días en América del Norte, ‘Krrish' recaudó 643 mil dólares en 59 ubicaciones, incluyendo West Hills y Artesia, apenas algo menos de cien mil dólares por teatro. A nivel mundial, se informó de una recaudación de 15 millones de dólares durante la primera semana, un récord para una película india.
(El titular previo del récord era ‘Fanaa', una película de terror reciente que recaudó 8 millones de dólares en su primera semana). ‘Krrish' ya ha recuperado los 10.2 millones de dólares que costó su producción).
"Estamos muy contentos", dijo Ravi Pillai, un gerente de operaciones de Adlabs Films USA, el distribuidor de ‘'Krrish', de Nueva Jersey. "Estábamos esperando un gran inicio, y lo obtuvimos".
Shiraz Jivani, dueño de Naz8 Cinemas, que proyecta películas indias y asiáticas, dijo que llegaron casi cuatro mil personas a ver ‘Krrish' el 4 de julio en su local de Artesia, donde se exhibía en cuatro pantallas.
"De momento, ha batido a todas las otras películas que estoy proyectando en otras salas, y las he estado proyectando durante 18 años", dijo.
‘Krrish' fue co-escrita y dirigida por el padre de Roshan, Rakesh, él mismo una antigua estrella de Bollywood, y es una especie de mediocre secuela del éxito de taquilla de ciencia ficción de la película del director, ‘Koi... Mil Gaya'. Gira sobre Krishna, que nace con poderes sobrenaturales que hereda de su padre, que fue visitado por un extraterrestre cuando era joven.
La película es una vitrina para el coreógrafo de trucos especiales Tony Ching Siu-tung, que trabajó en ‘Héroe' y ‘La casa de los puñales voladores'. ‘Krrish' es hábil y fluida, con efectos especiales a lo Hollywood, pero conserva su encanto bollywoodiense. El Krrish de Roshan no solamente vuelta y brinca envuelto en cuero sobre grandes tramos de tierra; el héroe enmascarado también canta y baila. Como otras buenas películas de Bollywood, tiene una historia de amor en el centro, y montones de escenas imbuidas del pathos y el drama intergeneracional que encanta a las audiencias indias.
También tiene la duración típica de Bollywood; ‘Krrish' termina justo antes de llegar a las tres horas.
Observadores de la industria dicen que el éxito de la película tiene tanto que ver con su trama anclada en los valores familiares como en el uso de efectos especiales en una película de Bollywood.
"Desde el punto de vista de los negocios, y desde el punto de vista cultural, se está comportando fenomenal", dice Gitesh Pandya, fundador y editor de BoxOfficeGuru.com "La gente está realmente poniéndose al día con la historia de superhéroe de Krrish'.
Cuenta con que será una de las grandes una de las grandes película de Bollywood de 2006.
"Ciertamente es un excelente inicio, y debería seguir así", dijo. "Ha tenido el menor promedio por teatro entre los primeros 20. Eso te demuestra lo fuerte que viene".
Los dueños de teatros también dice que ‘Krrish' apela a diferentes tipos de público.
"Se ha proyectado a salas con un 50 por ciento de no asiáticos", dice Dylan Marchetti, director de operaciones para el teatro Imagin Asian, de Nueva York, parte de ImaginAsian Entertainment Inc., que trae a Estados Unidos programaciones panasiáticas. "El interés del público ha sido muy alto. En los días en que no se proyecta, la gente llama y reserva. Hemos recibidos reservas con meses de antelación... Todo el mundo dice que está muy bien hecha, que es técnicamente perfecta y que seguía siendo Bollywood, con una historia de amor y todo lo demás. Eso es lo explica porqué se venden estas películas".
Lo que puede haber estimulado el interés en la película es que se lanzó justo una semana antes de ‘El retorno de Superman'. De acuerdo a fuentes, los distribuidores indios escogieron el 23 de junio como fecha de lanzamiento con la esperanza de desviar algunos billetes desde la película de Hollywood, hacia la historia del superhéroe nativo. En Estados Unidos no fue un gran problema, porque los ejecutivos dijeron que era simplemente una cuestión de logística.
"Lo planeamos de tal modo que podríamos lanzarla el fin de semana anterior a ‘El retorno de Superman'", dijo Pillai, de Adlabs Films USA. "Pero no nos preocupan las comparaciones, porque las películas se dirigen a públicos completamente diferentes.
"No estamos tratando de ser algo que no somos".
Sin embargo, los cinéfilos no pueden dejar de hacer comparaciones entre Krrish y el Hombre de Acero.
Maulik Shah, un consultor comercial que vio la película en Carolina del Norte, opinó que ‘Krrish' carecía de interés.
"Comparada con otras películas de Hollywood, e incluso con otras películas asiáticas, no está a la altura", dijo. "Se nota que invirtieron mucho dinero y no tiene demasiada imaginación. Pero entiendo que sea un éxito, porque es la primera película de ese tipo".
Rohit Karn Batra, que vio la película hace poco en Naz8 Cinemas en Artesia, piensa de otro modo: "Se hicieron muchos esfuerzos para producir una buena historia que fuera comercialmente viable. Y creo que el personaje de Krrish es más tridimensional que Superman, que para mí es más truculento. En ‘Krrish' hay tramas y valores indios. Es un personaje de muchos niveles, y mucho más desarrollado que Superman".

12 de julio de 2006
©los angeles times
©viene de mQh

Ron, Piratas y Tentáculos


[Desson Thomson] Yo-Ho-Hum. Johnny Depp sacude su botín, pero ‘Piratas del Caribe' es apenas un chiste inspirado en el ron.
¿Qué es lo que esperamos de una secuela? ¿Apenas un poco del sabor del original o tres porciones de lo mismo, una encima de otra?
‘Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto' [Pirates of the Caribbean: Dead Man's Chest] opta por lo último. Esta película de Disney no es la continuación de ‘Piratas del Caribe: La maldición de la perla negra' [Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl], sino su hueca clonación.
Ah, pero hay una diferencia crucial: Mientras la primera película crujía bajo la tensión entre el nervioso personaje de Johnny Depp y la película de Disney en la que estaba, la secuela es un ejercicio comparativamente apagado.
Como Jack Sparrow, un desvergonzado pirata dado al lenguaje corporal pomposo y arrastrando la lengua, Depp era el héroe de la película original y su elemento más subversivo. En la primera película, exhalaba una vaga homosexualidad, parecía un poco demasiado borracho y profundamente perdido en su estilo de arrogantes contoneos. (Se dice que Depp usó como modelos para su actuación a Keith Richards y Pepe Le Pew). Mientras mirabas, te preguntabas: ‘¿No es un poco demasiado, un poco demasiado estrafalario?' ¿Va a asustar al público de familias -o a seducirlo? ¿Y cómo se sale con la suya en una película de Disney un héroe con demasiado lápiz de ojo? Esta era el delicioso trasfondo: un Sparrow sexualmente ambiguo que no solamente confunde a sus adversarios ficticios, sino además provoca titilantes ondas de incertidumbre entre las hileras de espectadores multiplex.
Pero un cofre de saqueos más tarde -305 millones de dólares en la taquilla nacional-, estaba claro que el Sparrow de Depp funcionaba (y explica porqué hay una tercera secuela en producción). Y es por eso que ‘El cofre del hombre muerto' ofrece semejante fogosa exhibición de efectos especiales, y un montón de Depp, pero nada que sea asombrosamente nuevo. Disney ha reciclado conscientemente todos los elementos de la primera película: los mareados gags de Depp, los macabros piratas a los que hace frente y el retorno de Keira Knightley y Orlando Bloom. Incluso la duración de 140 minutos es más o menos la misma que su predecesora.
Depp es todavía el encantador granuja con mangas con volantes, de ojos intrigantes y aspecto ligeramente insano. Torciendo sus muñecas y apuntando con sus dedos pesadamente cargados de anillos como un bailarín de Alvin Ailey, nuestro pícaro central aletea con sus brazos con delicados gestos cada vez que se presenta la ocasión. Esas alas sin plumas también se mueven de arriba abajo cuando huye de los isleños de cara pintada que quieren sacrificarlo. O sobresalen horizontalmente cuando se tambalea (como siempre, empapado de ron) para escapar de sus enemigos en la cubierta de su barco.
Pero el bis se siente forzado y hueco, una repetición demasiado consciente de sí misma como para seguir seduciendo. Hay una escena en la que Sparrow es capturado por los isleños mencionados y les habla en una suerte de condescendiente lengua india que suena más apropiada en boca de Johnny Weismmuller en las viejas películas de Tarzán. Y es demasiado intencionadamente guapo. Es como si se hubiera convertido en una versión holográfica de sí mismo en la atracción del parque temático de Disney que inspiró la película franquicia en primer lugar.
Quizás sigue Depp el ejemplo de su musa Richards, cuya banda, los Rolling Stones, han pasado de chicos traviesos a caricaturas manufacturadas y comerciales de sí mismos. Y cuando Richards se incorpore al reparto de la tercera película ‘Piratas', haciendo de padre de Sparrow, el círculo será completo.
En la primera película, Depp era como un desconocido malvado -casi amenazando con sabotear al pirata barato que era-, pero ahora se parece mucho al tipo completamente iniciado y aceptado, aprobado para entrar y salir y darse vueltas en ‘El cofre del hombre muerto'. Ya no es un chico malo. Es Míster Amoroso con cuentas brillantes.
El papel de Depp en el original tenía otra función: Lograba distraer a los espectadores de una película atestada de tramas secundarias y extensas exposiciones; la película fue difícilmente la jarra de ron de este reseñador, pero Depp divertía, empujando de paso a la película.
Guionistas que vienen de vuelta, como Ted Elliot y Terry Rossio (colaboradores cuyos créditos incluyen ‘Aladino' [Aladdin] y ‘Shrek') reproducen las mismas historias que estropearon la primera película, y, peor aun, confinaron a los personajes de Knightley y Bloom a tramas secundarias. Así, Will Turner (Bloom) es enviado a robar el compás místico de Sparrow, que se cree que conduce al cofre que contiene el alma de Davy Jones. Y Elizabeth Swann (Knightley) se disfraza de hombre en el barco de Sparrow para encontrar a su novio Will, que se supone que está perdido. Cuando se enamora repentina e instantáneamente de Sparrow, pareciera no haber ni ton ni son ni razón, excepto lo más obvio: Los dos nombres de marquesina más bonitos de la película tienen que besarse. Es la escena que hace dinero.
En la trama central, parece que Sparrow tiene una deuda de sangre con Jones (Bill Nighy), el que tiene cabeza de pulpo, y, si la niega, se convertirá en el esclavo de cubierta de Jones para siempre. Este elemento de la historia engendra al menos el rasgo más divertido de la película: sus creaciones CGI. La palabra ‘montaje' puede no existir en el léxico del director Gore Verbinski (dirigió la primera ‘Piratas', ‘El mexicano' y ‘El hombre del tiempo' [The Weather Man], entre otras) pero sabe cómo hacer percebes monstruosos.
Hay un asqueroso placer en el cargo de piratas espectrales y grotescos que salen de las profundidades para atormentar la intrigante alma de Sparrow, especialmente el mencionado Jones, cuyos tentáculos faciales tienen vidas propias rellenas de ventosas. O te puedes maravillar y reír con la comedia visual cuando un puñado de compañeros de Sparrow -metidos en una red suspendida hecha de huesos y cuero- atraviesan a nado su prisión para llegar a la seguridad de un profundo abismo. Pero no busques la colisión de inocencia y peligro que hizo que la primera película fuera tan provocadora. Esa película ha desaparecido debajo de las olas, y se metió derechamente en el armario de Davy Jones.

7 de julio de 2006
©washington post
viene de mQh

¿Por Qué Hay Directores Como David Lynch?


[Terrence Rafferty] ¿Por qué hay películas como ‘Terciopelo azul’?
Una de las muy, muy pocas reglas en el arte que puedes aplicar es que el escándalo envejece mal. Pero ‘Terciopelo azul’ [Blue Velvet], de David Lynch, soltado contra un público en gran parte inocente hace veinte años, está, me alegre decirlo, rompiendo esa regla tan despreocupada y decisivamente como, una vez, rompió la mayoría de las otras. Incluso después de dos décadas de excentricidades y trastornos sensuales de Lynch -años, además, en que el umbral para provocar serios escándalos en la cultura popular se ha elevado a alturas inalcanzables-, ‘Terciopelo azul’ se ve tan rara y bella como siempre, y sigue causando impacto.
Film Forum, en Manhattan, está celebrando su aniversario con un festival de dos semanas que empezó en febrero. Es una nueva copia, pero la misma vieja ‘Terciopelo azul’, porque Lynch no revisa nunca trabajos ya hechos; para él, ese proceso sería tan carente de sentido como tratar de rellenar las lagunas de un sueño, después de soñarlo. Lo que las audiencias ven, entonces, es exactamente la misma pesadilla que vieron los cinéfilos de 1986, con toda su escabrosa y lírica, testaruda e irracional gloria, y el contexto hace tan poca diferencia como la que hace la experiencia de un sueño potente: cuando despiertas, puedes tomar un minuto recordar donde estás.
La frase que define a ‘Terciopelo azul’, dicha primero por su héroe, el detective amateur Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan), es "Es un mundo raro" -una frase que los espectadores de los años ochenta saludaron complacientes, y a la que los críticos se aferraron agradecidamente como a la única declaración irrefutable que se podía hacer sobre la película. ‘Terciopelo azul’ es una historia de misterio -Lynch ama los misterios- pero no precisamente de búsqueda del culpable: seguir la hebra simple, inevitable, que otorgará sentido a un desconcertante conjunto de claves claramente no es el punto aquí. A pesar del denso portento de la silenciosa, ávidamente y acechante atmósfera, la trama, de hecho, es extremadamente simple, tan brutalmente funcional como los trazos del dibujo de un niño.
Desde la universidad, Jeffrey vuelve a casa a su nativa Lumberton, una pequeña ciudad donde su padre posee una ferretería; pero el señor Beaumont, tras desmayarse en la entrada, está en el hospital, conectado a una espantosa máquina, y Jeffrey se encarga del negocio de la familia. Un día, atravesando un campo, se encuentra una oreja humana, mohosa y llena de insectos, e informa diligentemente a la policía, que se lo agradece pero no dicen nada sobre la pesquisa. La hija del detective, Sandy (Laura Dern), sin embargo, se encarga de contarle a Jeffrey lo que oyó decir a su padre sobre el caso, y poco después el pulcro estudiante universitario se está escondiendo en el armario de una demacrada cantante local llamada Dorothy Vallens (Isabella Rossellini). Allá mira fascinado -y quizás con menos horror del que esperarías- como Dorothy es insultada, golpeada y finalmente violada por un violento matón al que ella llama Frank (Dennis Hopper), un traficante de drogas que, aparentemente, ha secuestrado a su marido e hijo.
Eso es, y no se desvía para nada de un misterio convencional: la solución queda clara en el primer tercio de la película. Pero a medida que ‘Terciopelo azul’ avanza más profundamente en la nocturna suciedad y diurna incomodidad de Lumberton, se hace claro (si acaso) que los aparejos de historia de detectives de la película eran nada más que los medios de otro fin: la estratagema del director para seducir a una pareja de gente atractiva, y normal, como Sandy y Jeffrey, al enfermizo y extraño mundo de un hombre llamado Frank. La idea de Lynch es no establecer nuevas conexiones como harían los detectives, sino cortar todo lo posible muchas de las antiguas.
Eso es lo que hacen los surrealistas. Y una de las razones, creo yo, por las que ‘Terciopelo azul’ pareció tan sorprendentemente fresca en esa época es que no había, para decirlo generosamente, una tradición surrealista fuerte en el cine comercial estadounidense.

Casi los únicos precedentes del método deliberadamente desorientador de su película se pueden encontrar en algunas de las películas posteriores de Alfred Hitchcock: en ‘Vértigo’ (1958), ‘Los pájaros’ (1963) y especialmente ‘Marnie, la ladrona’ (1964), que comparte con ‘Terciopelo azul’ un peculiar, torpe formalismo de tono y galopante trasfondo de anormalidad psico-sexual, y que no fue recibido calurosamente por la audiencia habitualmente leal de Hitchcock. Lynch había hecho tres largometrajes previos, sólo una de los cuales -su brillante debut, la fantasía de horror doméstico en blanco y negro, ‘Cabeza borradora’ (1977)- fue surrealismo lyncheano del más puro. En los otros, el delicadamente grotesco ‘El hombre elefante’ (1980) y la desgarbada épica de ciencia ficción ‘Dunas’, sus fantasías más extravagantes fueron mantenidas, al menos en parte, a raya.
Así, para la mayoría de los miembros de la audiencia, ‘Terciopelo azul’ era un tipo de experiencia cinematográfica completamente nueva. Su sórdido tema desconcertaba a la gente menos, creo, que sus modos extraños, y por tanto vagamente amenazadores. Después de todo, la mayoría de los cinéfilos habían visto muchas más escenas de violencia explícita que cualquier cosa en ‘Terciopelo azul’, habían oído muchas más obscenidades en películas prestigiosas, como por ejemplo ‘Toro salvaje’ y habían probablemente visto, con algún interés y quizás con algo de placer, uno o dos cuerpos desnudos. (Aunque rara vez, hay que decirlo, de manera tan cruda y expuestos de manera tan poco elegante como se muestra aquí a Rossellini). Lo que es difícil de tratar, especialmente si no estás acostumbrado, es la volatilidad del tono de la película: las abruptas y poco marcadas alternancias entre la ternura de una película para niños y el abyecto horror, entre la inocencia y las experiencias más extremas.
Y finalmente es la inocencia la que hace de ‘Terciopelo azul’ genuina y extraordinariamente chocante. Mel Brooks, cuya compañía produjo ‘El hombre elefante’, describió una vez a Lynch como ‘el Jimmy Stewart de Marte"; y hay algo de incredulidad y de saludable y de completamente americano en Lynch, que es real y, me parece, la improbable y última fuente de su capacidad para perturbar y horrorizar.
La pregunta central en ‘Terciopelo azul’, expresada con encantadora brusquedad por Jeffrey, es: "¿Por qué hay gente como Frank?" Frank, representado con insano entusiasmo por Hopper, es un monstruo de obscenidad tan único en su género, que la pregunta te podría hacer reír. Pero es una pregunta sincera, porque en la imaginación de Lynch sí existen. Frank es, cuando te paras a pensarlo, la visión que tiene un niño de los adultos, la personificación en caricatura de todas las cosas que un niño curioso puede imaginar que hacen los adultos cuando están solos y fuera de la vista: usan drogas, dicen tacos, tienen fiestas con amigos incomprensibles (como en esta película el indeleblemente raro Ben, representado por Dean Stockwell como el epítome de la suavidad), y, cuando se presenta la oportunidad, tienen sexo rápido, ruidoso y feo.
Se necesita un ojo inocente para ver al mundo de esa manera: de una manera que, aunque genera monstruos, mantiene la vida cotidiana interesante, sorprendente y eternamente extraña. De eso se trata en las películas de Lynch, y por qué tienen, a su modo demente, esa especie de calidad de Peter Pan: están hechas por alguien que ha decidido no salir del carácter inmediato ni de las locas arbitrariedades de las percepciones de un niño, y aceptar los asuntos realmente espantosos tal como se acepta la realidad menos espantosa.
El país-de-nunca-jamás de Lynch, se llame Lumberton o Twin Peaks o Mulholland Drive, es aposta eterno, fundamentalmente impertérrito a las perspectivas de los adultos y nos deja a la mayoría de nosotros asimilar nuestras experiencias como algo parecido a una historia de detectives tradicional: una historia que explica el pasado y nos permite seguir adelante, aunque sea aburrido. El mundo que crea ‘Terciopelo azul’ es estático, una imaginativa ciudad de la simultaneidad en la que todo, malo o bueno, está presente al mismo tiempo.
Por supuesto, eso es chocante. ‘Terciopelo azul’, que en 1986 deleitó a muchos y repelió a otros tantos, es probable que provoque hoy en general la misma mezcla de reacciones, y las mismas que provocará en 20 años más. No se puede asimilar su visión, no se pueden explicar sus misterios, no existe un término cómodo para clasificarlo: no está de moda, no tiene filo. ¿Por qué hay películas como ‘Terciopelo azul’? Porque el mundo es misterioso, y el misterio no desaparecerá nunca.

26 de febrero de 2006

©new york times
©traducción mQh