Iraq Visto Por las Tropas
[Wesley Morris] Visión franca de la guerra de Iraq vista a través de las cámaras de tres soldados.
Ahora la situación en Iraq se ha convertido en una caldera de oscuridad, luz, esperanzas,inutilidad, desarrollo, destrucción, sorpresa, y conmoción. A este cenegal llegaron en 2004 los soldados de la Guardia Nacional de Nueva Hampshire, algunos de los cuales recibieron cámaras para que filmaran lo que vivían.
Del año de metraje, la directora Deborah Scranton y sus dos montajistas han construido una invalorable y convincente obra de 97 minutos. Se titula ‘The War Tapes', pero eso implica un escándalo o un encubrimiento. En realidad, la película es un apto estudio de carácter en primera personaa con una zona de guerra como telón de fondo.
Cuando termine, no estaremos más cerca de entender la guerra. Lo que queda en la memoria son tres serios y complejos ejemplos de sus efectos sobre los hombres.
Hace unos años, la Guardia Nacional de Nueva Hampshirew ofreció a Scranton la oportunidad de viajar a Iraq como periodista incrustada. Rechazó la oferta, pero obtuvo permiso para que los soldados filmaran ellos mismos, enseñándoles a usar la cámara.
Diez soldados firmaron como voluntarios. Cinco acabaron como camarógrafos, y Scranton, que montó la película con Leslie Simmer y el experimentado director de documentales Steve James, construyeron la mayor parte de la película con tres de ellos: el especialista Mike Moriarty, y los sargentos Steve Pink y Zack Bazzi.
Salieron hacia Iraq en unidades separadas y con diferentes estados de ánimo.
El mayor de los tres, de 34 años, es entusiasta. (Se describe claramente como "fundamentalmente patriota"). Perdió la oportunidad de servir en la primera Guerra del Golfo, y ve este viaje como algo necesario, aunque su esposa, comprensiblemente, lo quiere tener en casa y con sus hijos.
Pink tiene diez años menos, y su fuerte atracción por lo morboso lo convierte en un natural para la guerra -o al menos una guerra en una película de Sam Fuller. En Iraq lee su diario de vida, y lo que escribe, incluso las partes más fuertes, hace recordar la memoria de la Guerra del Golfo de Anthony Swofford, ‘Jarhead'.
La perla de la película es Bazzi, de 24. Nació en El Líbano, se crió en Nueva Inglaterra, lee la revista decididamente no conservadora The Nation y no parece tan centrado como Moriarty. De hecho, tiene sentimientos mezclados: la Guardia Nacional le ayuda a pagar la escuela. El servicio no le entusiasma, pero sirve con orgullo.
De muchos modos, Bazzi es el ancla moral de la película. Señala lo absurdo que es que los militares no entreguen información sobre la región, lo que deja a las tropas sin conexión con los iraquíes corrientes. Su sensibilidad cultural y su fluido dominio del árabe lo ponen en conflicto con algunos hombres de su compañía. Uno dice a la cámara de Bazzi: "Hoy matamos a uno que se parece a Bazzi". Es difícil decir si está bromeando.
Los tres hombres captan caóticas explosiones de violencia. Pero la Guardia también se estanca con algunos detalles mundanos. Bazzi mira una descarga en un pozo séptico, por ejemplo. Y un montón de tiempo se la pasa escoltando y custodiando los camiones de una subsidiaria de Halliburton, Kellogg, Brown, & Root, cuyo monopolio de la región y de la guerra es incomprensible.
Nos enteramos de que en el comedor, KBR cobra al ejército 28 dólares por un plato vacío. El derroche empieza a irritar a Moriarty. También está impaciente con el ritmo de la guerra. Sea por demencia o fanatismo, propone arrojar una bomba atómica sobre el país. Pero como muchos de los soldados que aparecen en el metraje, Moriarty se convierte en cínico y se desilusiona cada vez más con la misión en Iraq. Sospechan que se trata más del petróleo que de cualquier libertad.
Mientras los hombres se marchaban al Medio Oriente, Scranton, en Nueva Inglaterra, se dedicaba a entrevistar a las mujeres que dejaban atrás: la esposa de Moriarty, la novia de Pink, y la madre de Bazzi. Ellas dan a la película el contrapeso emocional, ayudándonos a entender mejor a sus hombres -especialmente a Moriarty, cuya actitud fanática hace un sentido diferente.
Antes de partir, su trabajo como conductor de carretilla elevadora había sido eliminado. Entretanto, se ocupaba de sus niños mientras su mujer salía a trabajar, y durante su despliegue, en sus mensajes instantáneos, te puedes dar cuenta que su período en Iraq es algo realmente redentivo. Sagazmente, Scranton se queda esperando el regreso a casa, y podemos ver que tras la guerra Moriarty no sabe qué hacer con su vida como civil.
Poco a poco, el emocionante logro de la película queda en claro. ‘The War Tapes' evita cualquier mensaje político directo y enfatiza, con entereza, tres aspectos del coste humano de la guerra. Scranton nos ordena mitigar nuestro desagrado con esta guerra mostrando respeto y empatía por los hombres y mujeres que la han hecho.
Del año de metraje, la directora Deborah Scranton y sus dos montajistas han construido una invalorable y convincente obra de 97 minutos. Se titula ‘The War Tapes', pero eso implica un escándalo o un encubrimiento. En realidad, la película es un apto estudio de carácter en primera personaa con una zona de guerra como telón de fondo.
Cuando termine, no estaremos más cerca de entender la guerra. Lo que queda en la memoria son tres serios y complejos ejemplos de sus efectos sobre los hombres.
Hace unos años, la Guardia Nacional de Nueva Hampshirew ofreció a Scranton la oportunidad de viajar a Iraq como periodista incrustada. Rechazó la oferta, pero obtuvo permiso para que los soldados filmaran ellos mismos, enseñándoles a usar la cámara.
Diez soldados firmaron como voluntarios. Cinco acabaron como camarógrafos, y Scranton, que montó la película con Leslie Simmer y el experimentado director de documentales Steve James, construyeron la mayor parte de la película con tres de ellos: el especialista Mike Moriarty, y los sargentos Steve Pink y Zack Bazzi.
Salieron hacia Iraq en unidades separadas y con diferentes estados de ánimo.
El mayor de los tres, de 34 años, es entusiasta. (Se describe claramente como "fundamentalmente patriota"). Perdió la oportunidad de servir en la primera Guerra del Golfo, y ve este viaje como algo necesario, aunque su esposa, comprensiblemente, lo quiere tener en casa y con sus hijos.
Pink tiene diez años menos, y su fuerte atracción por lo morboso lo convierte en un natural para la guerra -o al menos una guerra en una película de Sam Fuller. En Iraq lee su diario de vida, y lo que escribe, incluso las partes más fuertes, hace recordar la memoria de la Guerra del Golfo de Anthony Swofford, ‘Jarhead'.
La perla de la película es Bazzi, de 24. Nació en El Líbano, se crió en Nueva Inglaterra, lee la revista decididamente no conservadora The Nation y no parece tan centrado como Moriarty. De hecho, tiene sentimientos mezclados: la Guardia Nacional le ayuda a pagar la escuela. El servicio no le entusiasma, pero sirve con orgullo.
De muchos modos, Bazzi es el ancla moral de la película. Señala lo absurdo que es que los militares no entreguen información sobre la región, lo que deja a las tropas sin conexión con los iraquíes corrientes. Su sensibilidad cultural y su fluido dominio del árabe lo ponen en conflicto con algunos hombres de su compañía. Uno dice a la cámara de Bazzi: "Hoy matamos a uno que se parece a Bazzi". Es difícil decir si está bromeando.
Los tres hombres captan caóticas explosiones de violencia. Pero la Guardia también se estanca con algunos detalles mundanos. Bazzi mira una descarga en un pozo séptico, por ejemplo. Y un montón de tiempo se la pasa escoltando y custodiando los camiones de una subsidiaria de Halliburton, Kellogg, Brown, & Root, cuyo monopolio de la región y de la guerra es incomprensible.
Nos enteramos de que en el comedor, KBR cobra al ejército 28 dólares por un plato vacío. El derroche empieza a irritar a Moriarty. También está impaciente con el ritmo de la guerra. Sea por demencia o fanatismo, propone arrojar una bomba atómica sobre el país. Pero como muchos de los soldados que aparecen en el metraje, Moriarty se convierte en cínico y se desilusiona cada vez más con la misión en Iraq. Sospechan que se trata más del petróleo que de cualquier libertad.
Mientras los hombres se marchaban al Medio Oriente, Scranton, en Nueva Inglaterra, se dedicaba a entrevistar a las mujeres que dejaban atrás: la esposa de Moriarty, la novia de Pink, y la madre de Bazzi. Ellas dan a la película el contrapeso emocional, ayudándonos a entender mejor a sus hombres -especialmente a Moriarty, cuya actitud fanática hace un sentido diferente.
Antes de partir, su trabajo como conductor de carretilla elevadora había sido eliminado. Entretanto, se ocupaba de sus niños mientras su mujer salía a trabajar, y durante su despliegue, en sus mensajes instantáneos, te puedes dar cuenta que su período en Iraq es algo realmente redentivo. Sagazmente, Scranton se queda esperando el regreso a casa, y podemos ver que tras la guerra Moriarty no sabe qué hacer con su vida como civil.
Poco a poco, el emocionante logro de la película queda en claro. ‘The War Tapes' evita cualquier mensaje político directo y enfatiza, con entereza, tres aspectos del coste humano de la guerra. Scranton nos ordena mitigar nuestro desagrado con esta guerra mostrando respeto y empatía por los hombres y mujeres que la han hecho.
wmorris@globe.com
30 de junio de 2006
©boston globe
©traducción mQh
[viene de mQh ]
1 comentario
txolo -