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pan y cine y el santo

Idi Amin Como el Oso Yogi


[Wesley Morris] El macabro Idi Amin aparece tan tiránico como el Oso Yogi.
‘The Last King of Scotland' está ambientada en los años setenta durante el macabro gobierno del presidente de Uganda, Idi Amin, y en muchas de las primeras escenas de la película, la cámara pasa difíciles momentos tratando de encontrar una cara conocida en la que perderse.
Hay un montón de opciones. Pero debido a que la película es un confuso cuento con moraleja sobre lo que ocurre cuando extranjeros impresionables se dejan seducir por locaciones exóticas, se nos ofrecen, en lugar de eso, numerosas tomas de nuestro protagonista, un joven doctor blanco llamado Nicolas Garrigan (James McAvoy), que viene desde Escocia a hacer el bien.
Su hogar era frío y terriblemente aburrido. Este nuevo sitio, una ex colonia británica de la que Amin se acaba de apoderar mediante un golpe militar, es exótico, caliente, y se mueve rápido. (Poco después de llegar a suelo africano, Nick se encama con una mujer que conoce en un autobús).
Pronto se dirige hacia una gran asamblea pública y descubrimos que la película ha estado buscando esa cara conocida. Es la de Amin. Contenta, la cámara corre hacia Forest Whitaker, que hace de presidente, y lo enfoca de bastante cerca como para que podamos contar sus poros y admirar sus ojos encapotados. En ese eléctrico momento, se lanza un discurso que conmueve a la multitud.
Aquí entiendes inmediatamente cómo Amin pudo seducir y destruir un país, dejando casi medio millón de personas muertas. Hasta cierto punto, el inocente Nick se enamora a primera vista del obvio poder de Amin, y hasta otro cierto e inquietante punto, también lo hace la película, que Kevin Macdonald dirige con un guión basado en la novela de Giles Foden. ‘The Last King' se excita con el peligro que representa Amin, pero muestra sólo un interés pasajero en la dimensión de su malevolencia.
Después de que Nick se encuentra con un herido Amin y lo cuida a un lado del camino, el presidente termina por nombrarlo su médico personal y más tarde su asesor personal. (Si no fuera ugandés, dice Amin, sería escocés). A su vez, el doctor se mete en una horterada tras otra, aceptando el regalo que le hace Amin de un Mercedes descapotable y soltando frases que no entiende: "Esto es África. Aquí a la violencia se responde con violencia. ¡Otra cosa y te matan!"
Las vidas del doctor y del dictador se enredan. Nick espía a un colega de Amin en un club nocturno e le informa que el hombre debe estar planeando algo malo. Más tarde Nick empieza a encamarse con Kay (Kerry Washington), la esposa más joven y guapa de Amin. La aventura y su espeluznante desenlace se desarrolla en la segunda parte de la película, que se convierte en un ridículo bodrio.
Esta predilección por el romance de culebrón ilumina el mayor defecto de la película. Mientras Kay y Nick se ven a espaldas de Amin, Amin se dedica a sacrificar a miles detrás de las nuestras. La película no expone más que mínimos indicios de las atrocidades (rápidos montajes por aquí por allá) sin culpar directamente al régimen por esos crímenes. La única persona capturada que sufre verdaderamente es el pobre e imaginario Nick.
En este sentido, ‘The Last King of Scotland' se integra a las filas de las películas de pesadilla de inocentes en el extranjero, desde ‘El expreso de medianoche' [Midnight Express'] a ‘Hostel',en las que el desilusionado héroe lucha por volver a la civilización.
Como se trata de la versión africana, el director despliega todo tipo de salvajes adornos, incluyendo la visita de Nick a una casa hechizada que, mortificantemente, la hace acompañado por los eróticos gemidos de la banda sonora. La única persona en la película con algo de cordura es la rubia Gillian Anderson, la esposa británica del médico, a la que vemos por última vez en un autobús lleno de vecinos, saliendo de Dodge. Felices ellos.
En ‘One Day in September', el documental sobre la toma de rehenes en las Olimpíadas de Munich en 1972, y en la película de suspense ‘Tocando el vacío' [Touching the Void], Macdonald convirtió historias verídicas en convincentes docudramas. Aquí, carece de la firmeza moral que se necesita para contar una historia sobre la maldad humana.
Sólo un loco podría salir de esta película pensando que Amin era inocente. Pero sólo un loco podría hacer una película sobre Amin que tratara su inhumanidad como nada más que un defecto de carácter. (Caído en desgracia, en 1979 Amin huyó de Uganda hacia Ira y más tarde Arabia Saudí, donde murió, impenitente, en 2003).
Forest Whitaker tiene el don de desaparecer en el interior de los fracturados estados mentales de sus personajes -pensad en Charlie Parker en ‘Bird' o en el asesino de ‘El camino del samurai' [Ghost Dog]-, lo que lo hacía verse ideal para hacer de Amin.
Pero el guión, de Peter Morgan y Jeremy Brock, le falla, porque Amin carece de una psicología aparente, y sólo tiene el deseo de agradar. Whitaker transmite una intensa mezcla de tics faciales y ominosos manierismos. Pero ¿en qué está pensando? A menudo Whitaker transmite sagazmente una dimensión regresiva en los hombres que representa. Pero si el director quería mostrar el carácter despreocupado de Amin y su dependencia de sus asesores como signos de infantilismo (Nick lo acusa de eso), Whitaker envía al personaje al reino de las caricaturas. Es tan tiránico como Yogi Bear.
Amin puede haber sido un personaje completamente extrovertido. Pero que Macdonald lo filme repetidas veces como una estrella de rock quiere decir que se le ha escapado su propio cuento con moraleja. También refleja una curiosa verdad sobre el poder de Amin. La exposición prolongada a este hombre, incluso en la muerte, puede hacer enflaquecer el juicio de cualquiera. ‘The Last King of Scotland' se la pasa bien convirtiendo la mala educación en un titilante espectáculo de horror.

wmorris@globe.com

4 de octubre de 2006
©boston globe
viene de mQh

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