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pan y cine y el santo

Una Monja Y Un Don Juan



Mariano Ozores (dir), Lina Morgan, José Sazatornil ‘Saza', Tomás Zorí, Tina Saínz, Víctor Alcázar.
Entra una señora monja a una librería a deshacerse de ciertos códices antiguos y se encuentra con un monje que también vende libros. Claro, él la invita a su apartamento con la intención de despojarla de los tesoros. Al llegar, sin embargo, lo primero que hace es echarle una jarra de agua en la cabeza a su novia. La monja vuelve a los pocos días a recuperar sus bienes y, en venganza, le arroja una cacerola con caldo a la novia del malvado, lo que redunda en que se hacen grandes amigas. Eladio, el malo, quiere asaltar una farmacia, mientras que la monja procura que vuelva con su esposa, a la que abandonó con hijos décadas atrás. En el momento del atraco, se aparece con su primo policía, frustrando los nefastos planes del trío de malhechores (tan malos son que, al ver a un policía, reaccionan levantando las manos). Eladio, desesperado, prepara ahora un chantaje sexual, para lo cual disfraza a una amiga de tigre en ropas menores y la mete en el cuarto de un hotel. Sin embargo, cuando aparece para fotografiar a la improvisada pareja comiendo pan con mantequilla y espeta: "¡Te agarré, canalla infiel!", se encuentra nada menos que con la monja y la tigresa jugando al parchís. En venganza, tratan de drogar a la monja y de hacerla participar en una orgía, pero entonces llega la poli y los meten a todos en cana. Nuevamente libres, los malvados preparan otro asalto, que también frustra la noble monja. Así, lo salva de la cárcel y él, claro, se pone a llorar. Debe advertirse que la película es de la época en que los hombres usaban el pelo sobre la orejitas.
Se consume en este filme: lentejas, coñac, whisky, jamón, queso, caldo, jerez, aceite de ricino, peras, manzanas, ostras, champán, bocadillo de jamón, caviar, pan y pavo. (Ciudadela 19, febrero 2000, pp. 11-12).

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